🦴 Capítulo 25.

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El calor picaba en la piel aquella tarde. Durante todo el día el sol había estado brillando con fuerza en un manto de azul celeste. Se notaba que ya estábamos a mediados de marzo. Los días se iban alargando poco a poco y el clima se fue suavizando. La primavera renacía gloriosa. Aquello no era algo que me alegrase, pues detestaba el calor. Pero al menos podría lucir mis medias de rejilla con la falda que llevaba. En medio del paseo tuve que quitarme la chaqueta vaquera para atarla a mi cintura y recoger mi largo cabello en una trenza lateral desordenada para apartarlo de la nuca. Aun así, seguía acalorada. Mercury permanecía en silencio mientras me iba quejando del tiempo, pero sabía bien que le divertía verme de esa manera, pues exhibía una pequeña sonrisa solaz.

Nos dirigíamos a la biblioteca, pues el bitty iba a unas velocidades vertiginosas a la hora de devorar toda mi colección y quería cerciorarme de que no se quedase sin existencias de entretenimiento. También iríamos más tarde a la papelería, para poder reunir todo lo que necesitaba el monstruo para hacer el mapa astral... Por ello, habíamos salido a la calle, a pesar del tortuoso día de calima que nos fustigaba. En mi caso, parecía mucho más afectada.

—¿En serio no tienes calor?

—No... Estoy bien —me respondió por enésima vez.

—¿Será porque no tienes piel que no te molesta?

El Omni rio entre dientes.

—Lo dudo... Simplemente me adapto mejor a los cambios que usted y no me quejo.

—Oye... Eso ha sido un poco grosero —recriminé.

Él se encogió de hombros.

—No creo que lo haya sido... Es solo la realidad. Pero si siente que su sensibilidad ha sido atacada me disculparé sin problema. —Reprimí un gruñido al ver su sonrisa airosa.

—No es necesario, gracias —dije, cortante.

—Como usted desee, mi señorita...

Puse los ojos en blanco. Luego me dio por mirar los escaparates y la estructura de las casas. Siempre me había llamado mucho la atención la estética y arquitectura de los lugares. No es como si fuera una entendida, pero me entretenía mirando los pequeños detalles de cada arco o esquina de los distintos edificios y calles. Al pasar por delante de una joyería, me fijé en cómo se reflejaba mi figura en el escaparate. Casi parecía un espejo. Me recoloqué mejor el sombrero de ala ancha. También vi como Mercury sonreía un poco al entender qué estaba haciendo.

—¿Qué? —El bitty se encogió de hombros. Mordaz, le pregunté a las claras la razón por la que tenía esa sonrisa burlona.

—Solo pensaba que es preciosa...

Me tensé ante aquella oración.

—¿Se puede saber a qué viene eso?

—No necesita comprobar a cada paso cómo le queda un accesorio o una prenda.

—Tsk... Ya lo sé... —refunfuñé—. Solo estaba admirando mi propio reflejo.

Alzó una de sus inexistentes cejas.

—¿En serio? ¿Y no ha visto la mancha que lleva en la falda?

—¿Qué? ¿Dónde? —En el momento en el que fui a comprobar lo que había dicho, escuché su risa. —Ja, ja, ja... —ironicé—. Divertidísimo.

—Deje de preocuparse tanto, en serio... Va perfecta. No necesita ser tan insegura.

Recogí el poco orgullo que me quedaba y traté de ignorar la vergüenza que sentía por sus burlas y sus halagos. Me lo puso difícil, pues la manera en la que acariciaba mi cuello con cariño me ablandaba.

Órbita. (Bittybones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora