🦴 Capítulo 35.

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La semana fue transcurriendo con calma. La buena noticia es que, en los últimos días, mi horario se había restablecido casi por completo. Antes no solía valorar tanto el tener tiempo libre, ni me importaba demasiado pasar horas extra en la oficina. Pero, durante aquella semana, descubrí lo agónico que podía ser estar pendiente del reloj e ir pensado en las ganas que tenía de llegar a casa. Si bien era cierto que me tranquilizaba en gran medida saber que Mercury estaba bien acompañado en casa, eso no mermaba mis ansias por ir a ver a aquellos pequeños... Echaba de menos al Omni, con su presencia tranquila y silenciosa, pero también extrañaba bastante al Slate y al Treacle. En menos de una semana, aquel par de bitties se habían ganado mi cariño. Por ello, saber que pronto acabaría la crisis en el trabajo y se me permitía pasar mis correspondientes horas libres a mi gusto, fue algo que alegró bastante mi humor.

El viernes por la tarde, al salir de la oficina y regresar a mi hogar, me enteré de un pequeño percance que había sucedido durante mi ausencia. Al parecer, mientras trataba de alcanzar la parte alta de una estantería para librarse del polvo, el Treacle sintió como la cinta adhesiva que sostenía sus anteojos cedía. Sus gafas cayeron desde lo alto y los cristales se quebraron. Fue por ello que, al llegar yo, me encontré con un cachorro preocupado y deprimido. Su hermano y Mercury trataban de animar al pequeño, quién normalmente era el más alegre, pero no parecía surtir mucho efecto. Y, en el momento en el que me relataron lo sucedido, el Treacle no se atrevía realmente a mirarme, con una expresión de sincera culpabilidad adherida en su huesudo rostro.

Yo me agaché a su lado, observando la reacción cabizbaja que se encogía sobre sí misma. Adelanté mi mano hacia el bittie, a quien un temblor le hacía traquetear en su posición. Con el dorso del dedo indice, alcé su cabeza para que me mirase. Sus ojos lucían realmente pequeños sin las gafas, además de estar reducidos por la arrugada expresión doliente y asustada. Yo sonreí de medio lado, mientras deslizaba mi dactilar por su cráneo hasta llegar a la frente, bordeando con la caricia el pómulo blanco. Luego, al ver el desconcierto reflejado en su rostro, me levanté y di una palmada al aire. Me reí un poco al ver como daba un repullo.

—Será mejor que os preparéis, saldremos ahora mismo.

Sin comprender a qué me refería, el bittie de la bufanda se forzó a preguntar.

—¿DÓNDE VAMOS?

—A la tienda de Gen... —Un silencio se esparció por la habitación. Disfruté en secreto de la tensión que se acumuló en el ambiente. Sin embargo, decidí dejar de torturar a los pequeños con la incertidumbre. —No puedo dejar que estés a ciegas todo el día, por lo que iremos a por unas gafas nuevas.

En un principio ninguno pareció saber reaccionar, pero al final y ante mis gestos apremiantes para que se pusieran en marcha, los bitties no tardaron en subir a mis manos para salir. Situé a Mercury en el hombro, como de costumbre, mientras que dejaba que el Treacle se subiese al otro y el Slate se deslizaba al bolsillo de mi camisa. Cuando estábamos por salir, noté como el bitty más joven se acurrucaba contra mi cuello, aún algo emocional, y susurraba una disculpa en mi oído por causarme problemas. Yo me limité a darle un golpecito juguetón en la armadura y acallarlo con suavidad.

Durante el camino a la tienda de bitties, fui esquivando las grandes multitudes yendo por callejones o calles secundarias. Era un rodeo más largo, pero al menos me cruzaría con una menor cantidad de personas o monstruos. Había adquirido un buen ojo a base de práctica a la hora de evitar lugares concurridos. Así, además, aprovechaba para pasear y conversar con los pequeños sobre lo que habían estado haciendo durante el día. Realmente solo pude hablar con el Treacle y con Mercury, dado que el Slate no tardó demasiado en quedarse dormido con el balanceo de mis pasos en el bolsillo. Era un bulto cálido sobre mi pecho; cerca del corazón.

Órbita. (Bittybones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora