🦴 Capítulo 29.

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Aquellos días fueron una auténtica locura. Al final, el viernes había acabado volviendo a casa mucho más tarde de lo habitual. Tuve que llamar por teléfono a casa para decirle a Mercury que no llegaría hasta la cena. No habían sido imaginaciones mías, sino que realmente teníamos una cantidad de trabajo demencial y mi jefe me pidió que me quedase, junto con otros compañeros, a hacer algunas horas extra. El bitty, cuando le llamé por teléfono, ciertamente se sorprendió, pero me tranquilizó al afirmar que no había ningún problema. Pasé todo el día frente a la pantalla del ordenador y con la oreja en el teléfono, tratando de solucionar la crisis. No podíamos posponerlo dado que, en los días siguientes, no habría nadie en la oficina dado que era fin de semana. Eran casi las nueve de la noche cuando pude volver a casa, pero no habíamos podido acabar; ni mucho menos. Al contrario, pues nuestro jefe nos advirtió sobre que era muy posible que, la semana próxima, tuviésemos que quedarnos algún otro día. Fue una jornada muy estresante.

En el momento en el que llegué a casa estaba extenuada. Apenas abrí la puerta me llegó el saludo del pequeño monstruo, mas no fui capaz de responder con entusiasmo. Únicamente me dejé caer en el sillón y me quité las botas con cansancio. Ni siquiera pensé en cambiarme. Mercury se acercó a mí, pero no le eché mucha cuenta. Solo permanecí allí, con los ojos cerrados. No me apetecía para nada hablar, pero pronto noté como el Omni estaba algo ansioso por tener algo de conversación tras pasarse todo el día solo. Escuché un poco lo que había estado haciendo y lo mucho que se había sorprendido al oír el teléfono sonar. Luego, trató de hacerme hablar y que le compartiera mi día, pero no logró de mí nada más que respuestas vagas. Al final, en vista de que no lograría que le hablase más, me ofreció prestarse a hacer la cena, pero no quería comer. Solamente quería tomar una ducha y acostarme. Aun así, me obligué a levantarme, aún llendo descalza, e ir a la cocina a preparar algo para que el monstruo comiese. Por mi parte, cumplí mi deseo y me metí en el baño para ducharme. Después, me acosté, no queriendo saber nada más del mundo.

[.....]

A la mañana siguiente me desperté de golpe y porrazo. Había dormido como un tronco. Aún era muy temprano. En realidad, era aún de madrugada. Pero supe que no podría volver a dormirme. Por ello, me levanté con cuidado de no despertar a los perros y al bitty. En ese momento recordé lo desagradable que había sido con el pequeño al ignorarle de aquel modo el día anterior tras el trabajo. Sabía que él sería considerado y no me reprocharía lo ocurrido, excusándome por estar cansada. Pero, aun así, seguía siendo algo deprimente pensar en lo solo que se debería haber sentido y, cuando al fin llegué, solo le ignoré. Encima, como guinda del pastel, era más que consciente que era un escenario con altas posibilidades de repetirse... Aquello era malo.

En las últimas semanas, Mercury había tenido bastante entretenimiento cuidando de la casa en mi ausencia y tratando con mis mascotas, aun cuando era evidente que tampoco era algo que le apasionase especialmente. No era como si tuviera algún problema con ellas, pero era más acertado afirmar que, simplemente, se ignoraban mutuamente. Y aunque se la solía pasar entretenido con la lectura, no podía seguir engañándome por toda la eternidad... El bitty necesitaba contacto con otras criaturas. El Omni era muy tranquilo, pero también le encantaba poder comunicarse con otros. Y llegaba un punto que, por mucho que pudiéramos querernos, sabía que le vendría bien tener a alguien más con quién hablar. Yo siempre podía hablar con mi hermana o mis amigos... Sin ir más lejos, hacía unas cuantas tardes había estado en una videollamada con Ash, una vieja amiga de la infancia. O también hablaba con un montón de personas y monstruos en el trabajo, aún siendo algo que era mi obligación y no disfrutase de ello. Pero el bittie no tenía a nadie más que a mí. Y eso me hizo pensar.

Fui a la cocina, haciendo un chocolate para mí y dejando que la cafetera fuese preparando aquel líquido amargo para cuando el cachorro despertase. Me senté en la mesa de la cocina, reflexiva. Mi mente viajó a la conversación que había tenido con Gen hacía unos días... Se me ocurrió una idea absurda. Pero era factible. Di un sorbo a mi taza, dejando que el aroma me endulzase el humor. Apreté mis dedos en la porcelana, notando como el calor se trasladaba a mis falanges. Me encantaba aquel período de tiempo. El conticinio era lo más maravilloso de los hábitos nocturnos... Realmente lo extrañaba. Ahora, por el trabajo, apenas podía disfrutarlo más que en algunos fines de semana donde me permitía trasnochar. De aquella manera, disfruté del silencio de la madrugada mientras me tomaba mi bebida.

Órbita. (Bittybones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora