🦴 Capítulo 58.

49 3 0
                                    

Miré al suelo y vi mis botas negras; sucias y llenas de barro... Estaba asqueada. Por un momento me hubiera gustado suspirar, pero no fui capaz de hacerlo. Alcancé el calzado y me lo coloqué sin pensar demasiado. Era lo último que me faltaba para estar completamente lista. Después de aquello, tomé el bolso donde solía guardar las llaves, la cartera y el teléfono, pasé por la cocina para dejar ir un murmullo de despedida a los presentes y tomé el camino hasta el trabajo para comenzar la mañana de un día que, si bien aún no lo sabía, terminaría siendo de los estresantes para mí.

Yendo por la calle como estaba, al llevar los cascos con música, el trayecto hasta la oficina siempre se hacía llevadero. No era como si realmente estuviese muy pendiente de las canciones que se reproducían, menos aún de la letra... Eran las mismas piezas de siempre, por lo que las conocía bien. Simplemente me guiaba por la melodía y si esta armonizaba con el estado de ánimo. Realmente lo que más importaba era que el ritmo estuviera a tono con la emoción... Por lo menos durante el tiempo que pasase hasta llegar al curro. Más aún en aquellos días, los cuales no estaban siendo precisamente sencillos, a decir verdad.

Estábamos a jueves ya, en la mitad de semana... Pero por la forma en la que se había transcurrido la misma apenas podía creer que llevase tan poco y es que, como es sabido por todos, los problemas nunca venían solos. En el trabajo nos había asaltado una pequeña crisis y varios de mis compañeros habían terminado tomando bajas por enfermedad debido a una inoportuna epidemia, lo cual había repercutido de forma directa en los demás, pues debíamos hacer frente a la situación y abarcar todo el trabajo para así mantener el ritmo normal. De esa manera, no solo teníamos la presión de hacer lo nuestro, sino que había que hacer bastantes horas extra. En los tres últimos días había llegado a casa durante la noche; cosa que, obviamente, había llegado a preocupar en exceso a los monstruos que vivían conmigo y eso, aunque pueda parecer contradictorio, no era precisamente lo más agradable del mundo.

El llegar cansada a casa tras el trabajo era una cosa, pero el tener que atender a la preocupación de los pequeños era agotador. Si bien Mercury y Saturn fueron capaces de comprender la situación y, en vez de darme la lata, se limitaban a tratar de mantener un cierto orden para que no tuviera que preocuparme de que los demás estuviesen bien en mi ausencia y, luego, tanto Neptune como Pluto, aunque algo pegajosos, se mantenían tranquilos en el momento en el que al fin volvía y se contentaban con poder acurrucarse a mi lado para compensar las horas que había pasado fuera y se iban asegurando, indirectamente, de que yo descansara, no era todo un remanso de paz... Y es que el tener que lidiar con las quejas y preocupación que mostraba Venus acababa siendo un verdadero quebradero de cabeza. Tanto que, aunque no estuviera realmente molesta, interactuar con él me malhumoraba... Mas eso no fue algo solamente puntual y concreto por mi cansancio acumulado, sino que gran parte de la culpa surgía también a raíz del propio bittie y la irritabilidad que este arrastraba.

Desde que habíamos vuelto de la visita a casa de mi hermana y el dentista, el Treacle había estado mucho más sensible de lo usual. Su carácter vivaz y afable se oscureció en los siguientes días hasta tornarse atrabiliario... No pudiendo comer adecuadamente todavía por estar acostumbrándose a la presión molesta del aparato metálico, el pequeño monstruo se distraía principalmente en realizar diversas tareas de forma casi obsesiva. Y, por supuesto, al notar que en los últimos días yo estaba más desconectada a la hora de mantener una serie de cuidados personales adecuados por culpa del trabajo, no tardó en expresar su disgusto... Pero la cosa no solo quedó ahí, pues el desabrimiento que sentía el bittie acabó también extrapolando a otros parámetros en los que, normalmente, él se mostraba siempre tranquilo y comprensivo, hasta el punto de que se dejaba cegar por pequeñeces y actuaba con bastante menos tacto del que solía mostrar. Eso acabó formando un ambiente enrarecido en el que, aquellos dos que solíamos ser los más dados a tratar de conciliar al grupo, acabamos por chocar con aspereza.

Órbita. (Bittybones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora