🦴 Capítulo 31.

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Era cerca del mediodía cuando llegamos a la puerta de nuestra casa. Lo cierto era que tenía muchísimo calor, pues el sol había comenzado a brillar a media mañana, aun cuando el amanecer se había presentado nublado. Eso era algo que detestaba de la primavera; los cambios de temperatura. Por ello, avancé de forma presurosa hasta llegar. Durante el camino, Mercury y yo estuvimos conversando un poco acerca de lo que era mejor para cocinar cuando llegásemos. Por su parte, los dos bitties nuevos se mantuvieron en silencio. Aún parecían algo cohibidos por la situación y mi persona. No se movieron ni dijeron nada. Sin embargo, al llegar a la entrada de casa, antes de abrir la puerta, me detuve a hacerles la advertencia que le había hecho unos meses antes al Omni antes de ingresar en mi hogar.

—Esta es mi casa... Pero hay algo que debéis saber antes de nada. Hay otras tres criaturas que conviven con nosotros. Tenéis que tener cuidado, ¿entendido? —Ambos asintieron, algo curiosos por mis palabras.

En el momento en el que incrusté la llave en la cerradura, se oyó un ladrido amortiguado. Noté como el Slate se movía ligeramente al sonido. «Qué extraño.», pensé. Sin más, abrí la puerta.

Unas familiares patitas se me clavaron en los muslos, reconociendo al entusiasmo de Snarl. Le di un par de frases, para calmarle, antes de cerrar la puerta detrás de mí con el pie. Dejé la bolsa con los objetos monstruosos en la mesa y permití que los bitties se quedarán allí. Mercury se bajó también, para poder acompañar a los incómodos y desorientados cachorros.

Yo, por mi parte, me agaché para saludar a los perros. Cuando estuvieron a mi alcance y tras calmarlos un poco, los agarré a ambos del pecho y los puse sobre mis rodillas, en dirección a los bitties. Cuando Way los vio, no dudó en acercar su hocico a olfatearlos. El perro hizo lo propio, con las orejas de punta. Me sorprendió ver la expresión del Slate al ver a los canes. Por primera vez, su ojo de color rojo se expandió por casi toda la cuenca. La otra seguía negra por completo, sin poder reaccionar... Parecía muy atento a los animales, pero de forma distinta a cuando nos había observado a mí o a Mercury anteriormente. Inicié las presentaciones pertinentes...

—Estos de aquí son Way y Snarl —señalé a cada uno. —Puede que no sea fácil al principio, pero espero que os llevéis bien con ellos... —solté a los perros—. Falta que aún conozcáis a alguien, pero supongo que ya habrá tiempo después, por ahora vamos a hacer algo de comer... —Me detuve a medio camino. —No. Mejor os enseñaré la casa primero y luego hacemos la comida.

Les volví a tender las manos. Ellos subieron sin oponer resistencia. Por algún motivo, el Slate seguía mirando de reojo a los perros. Yo lo ignoré, pasando al pasillo. Me dirigí a la habitación de invitados, queriendo empezar por el punto más alejado del salón. Abriendo la puerta con el codo, entré en la estancia. Estaba todo un poco desordenado. Noté como el gesto del Treacle se arrugaba un poco al ver aquel caos. Luego salimos para continuar con el tour. Pasamos por la otra habitación, el baño, la cocina y acabamos en mi cuarto. Por suerte, por la mañana se me había ocurrido hacer la cama, algo que, sinceramente, no siempre hacía; menos aún durante los fines de semana. Pero aquel día sí la había hecho, quizá porque quería que la casa tuviese un aspecto presentable en caso de, como había sucedido al final, poder traer a los monstruos con nosotros. Sin embargo, un pequeño detalle gris y blanco rompía la estética del cuadro. Durmiendo a sus anchas en mi cama, estaba el gato. No tardé en quejarme de él, logrando que se despertase y me bostezase en la cara sin vergüenza alguna. Yo resoplé. Al verlo, oí una voz profunda que nunca había oído...

—¿cuál es...su nombre...?

Mis ojos se trasladaron del minino a mi mano derecha, donde estaba el Slate que había formulado aquella pregunta. Él pasó la atención de su iris rojo del animal a mi persona, queriendo saber aquel dato. Tan sorprendida estaba de haberle escuchado hablar que, en ese momento, no me fue posible responderle. Suerte que Mercury estaba allí para echarme una mano.

Órbita. (Bittybones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora