🦴 Capítulo 68.

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Miré la pantalla luminosa por enésima vez, en busca de una notificación que se hacía tardar. Nada. Mi ánimo se resquebrajaba. Aún sabiendo que era más probable que simplemente hubiese ocurrido algo que le mantuviera con la cabeza ocupada, me inquietaba no recibir respuesta a mi mensaje. La ansiedad me recorría al pensar qué quizá hubiera dicho algo inapropiado o que alguna de mis bromas hubiese perdido el tono de ironía en el medio escrito y le hiciera sentir incomodidad... No sería la primera vez que me sucedía. Mi parte coherente seguía repitiéndome que guardase la calma y esperase; que dejara de suponer e imaginar escenarios catastrofistas. Era imposible. Y perdía visión al mirar con fijeza la pantalla. Al final, me enfadé conmigo misma, llegando incluso a pensar en la posibilidad de eliminar el mensaje, en vista de que no era lo suficientemente importante como para recibir una respuesta, pero tan pronto como mi ira llegó se pasó, y acabé dejando el teléfono a un lado de la cama; resignada.

Estaba siendo irracional, yo misma era muy consciente de ello. Por ello, a pesar de que Mercury, Saturn y Venus me interrogaron con la mirada en más de una ocasión, les hice un gesto significativo y los ignoré, no queriendo compartir aquello que me estaba afligiendo... Sabía que le restarían importancia y se molestarían conmigo por preocuparme por tonterías. Puede que el Treacle no, pero sí lo harían los otros dos. No me apetecía lidiar con una discusión con ellos. Me giré sobre mí misma en la cama, abrazando mi peluche y mirando a la pared, absorta en mis pensamientos.

Era curiosa la manera en la que siempre me embargaba aquel tipo de ansiedad al hablar con mis conocidos por teléfono. No me gustaba en absoluto la sensación de estar siempre conectada a los contactos de mi agenda... Y, por otra parte, tampoco es como si fuera porque ellos se pasasen el día sin dejar de buscarme. En realidad solía ser lo contrario. Muchas veces me entristecía ver que no recibía noticias de nadie a menos que yo misma preguntara. Pero aquello era algo que me había buscado por mi cuenta. Siempre insistía a todo el mundo que estaba bien con mi soledad. Y era cierto. Pero a veces podía quemar un poco tanta frialdad, a pesar de contar con la constante compañía de los bitties. En esos momentos me percataba de la indiferencia que suponía mi existencia para los que apreciaba, o al menos así lo sentía. Solo era una compañía agradable y pasajera. Y ellos también lo eran para mí. Era natural... Pero me sentí muy sola.

Por todo aquello, no queriendo interferir y molestar a mis allegados, fueran amigos o familia, y también por esa pizca de mi orgullo que siempre tenía que acabar sacrificando ante la excusa más estúpida a la hora de dar el primer paso en iniciar una conversación con ellos, en vista de que nadie se atrevía a molestar lo suficiente para quebrar mi monotonía y tomar la iniciativa, al final acababa entrando en aquellas otras aplicaciones de escritura que solía frecuentar. Era un buen sustituto. Sin embargo, a la larga me acababa pasando también factura. A pesar de tratar de ser lo más precavida posible y no dar oportunidad a posibles confusiones, hablar sobre algo como la escritura me apasionaba. Y no podía dejar de hacer comentarios largos y detallados a aquellas personas que lograban impresionarme con sus habilidades, lo cual rara vez sucedía, en realidad. Pero, cuando encontrabas algo así era maravilloso. Y poder hablar sobre eso era algo que quedaba demostrado en mis largas peroratas... Sin embargo, había algo aún más gratificante, y era que te contestasen. Ahí yo no podía evitar emocionarme de verdad. Aquello era fatídico, pues acababa emocionándome y encariñándome de aquellas personas anónimas. Eso nunca salía bien. Lo sabía por experiencia... Pero no parecía aprender la lección, pues seguía cayendo siempre.

Pensé en Angel, de la cual no sabía nada desde mi pasado cumpleaños. Había pasado ya bastante tiempo. No solía tardar tanto en responder... Me preocupó al creer que le hubiera pasado algo. Ni siquiera subía ya contenido a alguna de sus obras escritas. La posibilidad estaba clara... Cuando dejabas de frecuentar una red de internet sin previo aviso significaba dos cosas: o habías muerto o que no tenías tiempo ni interés en mantener tu cuenta en activo para dedicarse a cosas más importantes en la vida; lo cual, en el fondo, venía a ser lo mismo que la primera opción. En ambos casos, no podía evitar preocuparme y entristecerme. Siempre era igual... Era indiferente el tiempo o el esfuerzo que le dedicases a una relación; todos te abandonaban o te olvidaban al final. Es triste. Y aquello me deprimía más cada vez que suponía en quienes se habían terminado yendo y yo aún les recordaba de vez en cuando... Por eso, cada ocasión que la vida me sonreía al ofrecer la posibilidad de forjar una nueva relación, aunque fuese superficial, la prudencia me advertía para no salir lastimada otra vez. También, la parte más empática de mi ser, me rogaba advertir a ese nuevo y burbujeante hallazgo, pues me movía siempre en comunidades pequeñas que nos dejaban conversar cómodamente en las secciones de comentarios, a la hora de aconsejarles siempre que continuasen creando con calma y que disfrutarán de ello, sin preocuparse por los consumidores o los números, pues era una sensación efímera que el tiempo acababa desgastando. Ellos siempre respondían confiados y agradecidos, pero acababan cayendo en la frustración por culpa de la presión, o se desencantaban, terminando por abandonar sus cuentas; tarde o temprano, siempre ocurría. Empero yo estaba allí para ser testigo y sufrirlo, sin importar el apoyo, aliento o consejos... Todo terminaba desvaneciéndose. Y, de nuevo, las notificaciones que pudieran llegar a mí se silenciaban, haciéndome sentir muchísimo más vacía.

Órbita. (Bittybones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora