🦴 Capítulo 34.

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La semana fue pasando lentamente... Cuando llegó el miércoles por la tarde tuve la oportunidad de salir más pronto del curro. Apenas difería de mi horario habitual. Eso era un gran avance. Las cosas en el trabajo parecían estar volviendo poco a poco a la normalidad, sin tener que seguir esos turnos infernales. Lo único que me motivaba a quedarme hasta tan tarde aquellos días era repetir como un mantra que, aquel mes, mi cuenta bancaria chillaría complacida al ser bien alimentada por un mayor estipendio al usual. Eso, de alguna manera, me ayudaba a no desfallecer. Pero la sensación de poder ser libre durante una tarde entera fue, sin duda, algo casi catártico.

Me dirigí a casa de buen humor y, al abrir la puerta tan pronto, me recibieron las voces sorprendidas de los bitties. El primero en darse cuenta de mi presencia fue el Slate, quién sonrió con cierta pereza al ver como se abría la puerta. Aquel bicho parecía estar siempre atento y vigilante a todo, aún con aquel aspecto casual.

—heya, chica... —saludó. Los otros dos se percataron de mi presencia al instante.

—¡DEW! ¡QUÉ PRONTO LLEGAS HOY! —gritó el Treacle desde la otra punta de la sala.

—Bienvenida a casa, señorita... —remató el Omni con calma. Yo me quité los guantes y el pañuelo para dejarlos en el mueble de la entrada.

—Hey, chicos... Hoy he sido liberada antes. Al parecer, las cosas están un poquito mejor y mi jefe ha llegado a la conclusión de que la esclavitud es un concepto algo anticuado.

—¿ESCLAVITUD? —repitió el Treacle. Yo asentí.

—Vivo encadenada a mi mesa durante más de ocho horas al día bajo las órdenes de un tirano...

—suena apetecible... solo necesita unos latigazos... para ser una buena tortura —sonrió el Slate. Yo me reí.

—¿Te imaginas? Un trabajo duro y bien hecho; literalmente a base de sudor y sangre —sonreí—. Aunque no sé si sería un buen incentivo saber que, para motivarnos, hicieran algo que acabará matando a mi jefe por estresarse al verlo todo lleno de sangre...

Way se acercó a saludar, echándome las patitas. Yo la tomé en brazos y me dediqué a darle besos y caricias en la frente.

—A la larga no sería efectivo... —opinó el Omni. —Se quedaría sin personal y la gente se acabaría enterando de las malogradas condiciones laborales por el trato de su jefe.

El Treacle, viendo cómo la broma seguía degenerando ante el oscuro humor que compartíamos el Slate y yo y la impasibilidad de Mercury, decidió darle fin por su cuenta. Fijándose en como había dejado las cosas por medio, me llamó la atención.

—SERÍA MEJOR QUE RECOGIESES LA ROPA Y LA GUARDASES... LUEGO SIEMPRE TE LA VAS DEJANDO POR AHÍ TIRADA... —Di un suspiro.

—Luego la recojo... —Su cara se endureció.

—DEW... CADA VEZ QUE DICES ESO ACABAS OLVIDÁNDOLO. SI LO HACES AHORA SERÁ MÁS SENCILLO MANTENERLO TODO EN ORDEN.

Eché un vistazo a mi alrededor. Lo cierto es que, desde que habían llegado aquel par de monstruos, la casa en general parecía más ordenada y limpia que nunca como cortesía del Treacle, quién tenía por entretenimiento darse a las tareas del hogar en el momento en el que se veía muy aburrido. Aquello, en los primeros días, me traía un poco preocupada, dado que no quería que sintiese que me estaba aprovechando de su amabilidad para que hiciese mis tareas domésticas, pero él se aseguró de dejarme en claro que no le importaba siempre que todos colaborásemos. Sin embargo, pronto me di cuenta de que, el pequeño, era más bien quisquilloso con aquel tema particular. Si bien, tanto él como su hermano me iban demostrando que no eran remilgados para la comida y, en realidad, aparte de algún que otro malentendido, eran de trato bastante sencillo, pronto quedó en claro cuáles eran las cosas en las que se destacaban y, en este caso, esta era una de las particularidades que conformaban al de la bufanda de color rojo.

Órbita. (Bittybones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora