🦴 Capítulo 38.

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Ya reconocía la sensación incómoda de transportar a una criatura desconocida hasta las entrañas íntimas de mi hogar... La noche que traje a Mercury me acompañó un extra de tensión por tener que lidiar por vez primera con un monstruo de sus características; sin saber a ciencia cierta qué sucedería a continuación, únicamente movida por la certeza de saber que necesitaba prestar mi ayuda egoísta al bitty. La segunda vez que me aconteció este mismo escenario mi paso había sido un tanto más seguro, pues tenía una intención clara e inmediata sobre el futuro y objetivo que tenía para con los hermanos esqueleto. De esa manera, en esta ocasión, la situación no me parecía tan incómoda cómo podría haber imaginado el día anterior, aunque en cierta manera sí que era bastante violenta.

Aquel par de bitties pasaron todo el camino en silencio. Sin embargo, supe que estaban muy atentos a la conversación que nacía entre el intercambio de voces acaecidas por parte del Treacle y mi persona al estar debatiendo sobre qué era mejor preparar para la cena. Repasando algunas posibilidades, pronto llegamos a la conclusión de que no estaría de más ir a la tienda a por los ingredientes que faltaban en nuestro alijo. El Gasterbitty permanecía en un silencio tranquilo y apacible, oyendo de fondo nuestra conversación. El esqueleto del cráneo quebrado también se dejaba adormecer por el tono sosegado de nuestro parloteo.

Lo cierto era que, a pesar de mi nerviosismo habitual al rondar por el exterior, el Treacle siempre representaba una excelente distracción, por lo que, inconscientemente, me ayudaba a continuar con un paso más firme del que pudiera sobrellevar; más aún en esa situación en la que dos desconocidos se situaban en el amparo de mis manos enguantadas. Sin embargo, mi voz seguía descendiendo de manera considerable cada vez que la silueta de algún humano o monstruo se me acercaba demasiado y me obligaba a bajar la mirada. Una caricia en mi cuello por parte de una mano diminuta y agujereada me consolaba silenciosamente cada vez que se repetía el proceso; tratando de darme apoyo y confianza. Sutiles sonrisas me elevaban las comisuras durante un segundo al contacto para luego restablecer las conversaciones con el bitty del pañuelo rojo. De aquella manera, aún con la incomodidad de los nuevos cachorros, concluimos el paseo hasta el umbral de mi edificio de forma pacífica.

Aún sin ser demasiadas cosas, la bolsa en la que llevaba las cosas que habíamos adquirido en la tienda de bitties tiraban en pos de complacer a la gravedad y provocaban que, esas asas finas de plástico características, se me clavasen en la carne de los dedos de forma dolorosa. El que revistiese mis manos con guantes no era una práctica simplemente estética o una escusa para no tener que tocar de manera directa a ningún ser vivo ajeno; cosa que, en el fondo, agradecía infinitamente. Eran un accesorio que me ayudaba bastante a la hora de protección. Si bien perdía mucha sensibilidad al usarlos, me ayudaba a evadir el dolor o el malestar. Al ir a abrir la puerta, tuve que hacer un complejo y brusco movimiento con una mano para deslizar la bolsa hasta la muñeca. Luego hurgué en el bolsillo del pantalón para tomar las llaves y hundí la correspondiente en la cerradura. Les di la bienvenida a los nuevos monstruos.

Al dejar las cosas sobre la mesa habitual, dejé allí también a los bitties. Sin embargo, hubo alguien que, haciéndose notar con un potente sonido nacido desde el fondo de su garganta, se subió a la mesa de un salto. Para mayor inri, dos cabezas surgieron por el borde de la mesa para olfatear el nuevo olor que había traído y posado en la mesa. Al verlo, el Thisle y el Cider trastabillaron un poco al retroceder por la impresión. El del pañuelo morado me lanzó una mirada que oscilaba entre ser aterrada y molesta.

—¿por qué no nos avisaste de que tenías un gato y dos perros? —preguntó, hosco.

Fingí un gesto de desconcierto y disculpa.

—¿No os lo dije? Vaya... Lo siento —sonreí, difiriendo completamente con mis palabras al mostrar aquella sonrisa maliciosa. —Qué torpe soy...

Órbita. (Bittybones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora