🦴 Capítulo 32.

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La tarde se fue sucediendo con bastante calma. Tras la comida los dos pequeños parecían algo más cómodos con su nuevo entorno. Sin embargo, hubo una escena que, realmente, llegó a asustarme mucho...

Había terminado de lavar los platos que habíamos ensuciado al mediodía cuando, al fin, pude ir al salón para relajarme. Previamente, me cercioré de soltar a mis canes para que ellos también pudieran almorzar, pero me había asegurado de que, los bitties, estuviesen en un lugar a salvo. Sin embargo, mientras me dedicaba a limpiar la vajilla, en cierto momento mis mascotas se habían escabullido al salón, tal y como solían hacer siempre para poder relajarse tras una buena comida. Por ello, y sabiendo que los nuevos monstruos estaban rondando a su aire por la casa, me asusté de que se produjera algún encuentro casual que acabase en desgracia. Preocupada, entré en la siguiente estancia, buscándolos. No hubo éxito. Cada vez más nerviosa, crucé el pasillo como una centella, guardándome de esquivar el pico de la mesilla en el último segundo. Miré rápidamente en mi habitación, trastabillando con el marco de la puerta. Nada. Casi al borde del ataque de nervios, acabé de llegar al salón, golpeando con una secuencia que no imaginaba que fuera posible... 

Sobre el sofá, con toda la confianza y la calma del universo, estaban Way, Snarl y el Slate; concretando que, el bittie, estaba acariciando con suavidad las orejas de la canida. Ella, por su parte, estaba echada tranquilamente. No cupe en mí de la impresión. Entré despacio, temerosa de romper aquella extraña calma. Me gané una mirada conjunta de aquellos tres, como si hubiesen sido camaradas de toda la vida. Boqueé como si fuese un pez fuera del agua, incapaz de creer lo que mis ojos me mostraban. Mercury y el Treacle se hallaban un poco al margen de la escena; el primero consternado y el segundo con el ceño fruncido, pues parecía que, antes de que yo irrumpiera, había estado riñendo a su hermano.

—¿Cómo...? —conseguí pronunciar a duras penas. El monstruo sonrió con aquella boca afilada. 

—son buenos... —pronunció el Slate con cierta dificultad.

Abrí mucho los ojos.

—Ellos no son... Nunca habían... Siempre... —Noté como estaba diciendo cosas inconexas, así que di una cabezada, sin creer aún lo que estaba sucediendo. —No entiendo cómo puede ser...

El bitty, como tratando de disipar mis dudas, pasó despreocupado una de sus minúsculas manos por el pelaje de la perra, quien aceptó la caricia sin problema. Yo pestañeé, atónita. Mercury, al verme en aquel estado se prestó a explicarme la situación.

—Los monstruos tenemos bastante facilidad para conectar con otros seres vivos, señorita. No es complicado si se tiene una buena intención. Y los animales suelen carecer de la malicia que a veces se da en los humanos. Al parecer, él tiene mucha mano con los animales —dijo, señalando al esqueleto más bajo con la cabeza.

Asombrada, escuché con atención la explicación dada. El aludido, en este caso, nos observó en silencio, mientras persistían las caricias a los dos perros. Incluso Snarl se frotaba contra el contacto del pequeño monstruo. Era increíble. El Treacle se frotó la cara, cansado de la aptitud tan despreocupada de su hermano. Dejé caer una carcajada.

—Sin duda, eres una auténtica caja de sorpresas.

Al parecer, aquel comentario le tomó algo desprevenido, pues pareció avergonzarse un poco. Sin embargo, la pequeña sonrisa que adornaba sus comisuras merecía la pena.

—NO DEBERÍAS SER TAN CONSIDERADA CON MI HERMANO, DEW —repuso el Treacle. —LE ADVERTÍ QUE NO LO HICIESE, PUES TÚ NOS INDICASTE QUE NO NOS ACERCÁSEMOS AÚN... PERO ÉL NUNCA ESCUCHA. MENOS AÚN SI SE TRATA DE ALGÚN TIPO DE ANIMAL.

Aquellas palabras me sorprendieron por varios motivos. Lo primero que noté fue como, el tratamiento que me acababa de dar el pequeño era más cercano al tutearme. Luego, también me fijé en que, el cachorro, parecía ser bastante severo y estricto. Bajo aquella fachada de ser encantador, yacía una personalidad disciplinada. Por supuesto, también noté como el tedio le tomaba un poco la voz, como si realmente estuviera harto de tener que lidiar siempre con situaciones similares. Me hizo sonreír.

Órbita. (Bittybones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora