🦴 Capítulo 15.

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Llegamos a casa a salvo. En aquel momento estaba ya lo suficiente agotada como para tener que salir de nuevo para el paseo nocturno con Way y Snarl, por lo que simplemente les dejé la puerta abierta para que pudiesen ir y venir al patio. Luego me ocuparía de limpiar. Por el momento, me tocaba una tarea muy tediosa; ordenar la compra. Era una de las cosas que más detestaba. Si bien me gustaba tener las cosas organizadas dentro de mi habitual desorden, ponerse a ordenar los alimentos de forma inmediata para evitar que la cadena del frío se rompiese era un auténtico quebradero de cabeza. Aun así, ahí me teníais, con la cabeza metida en el congelador para hacer sitio a la comida.

Al rato, cuando acabé de organizar las cosas, eché un ojo a mi alrededor. Jingle estaba esperando desde hacía un rato a que le echase pienso nuevo. El señorito no quería el que tenía porque se veía el fondo del cuenco. Entre quejas, complací al gato como buen humano domesticado. Luego, extrañada de no ver al bitty por ningún lado, fui mirando en las habitaciones. No estaba. Un sentimiento de urgencia y alarma me recorrió. Preocupada, pensé en llamarle, pero no tenía un nombre que gritar, y no podía ponerme a exclamarle a la nada, por lo que me puse más nerviosa aún. Salí al patio, buscando allí como último recurso, y lo vi.

Estaba sentado en el alféizar de la ventana de mi habitación, mirando al cielo despejado.

—Menos mal... Me había asustado.

Me miró al oírme decir aquello, confundido. Tras un par de segundos, pareció comprender.

—Lamento haberme ido sin decir nada. Es que hace una noche muy bonita. Las estrellas se ven bien...

Siguiendo la estela de su oración y mirada, me fijé en la bóveda celeste. Si bien no tenía la mejor nitidez, al menos su visión era aceptable, teniendo en cuenta la existente contaminación lumínica del lugar. Un grupo de estrellas se iban salpicando por la nocturnidad. Sabía que no eran muchas, pero seguían refulgiendo encantadoramente. Me senté en el escalón de la puerta. Pronto Snarl vino en busca de mimos. En cuanto mi mano tocó su lomo, unos gruñidos alegres surgieron de su garganta. Way descansaba en un rincón, cerca de la verja, venteando el ambiente.

—Es bonito... Aunque es una lástima que no apaguen las farolas. Se verían mejor...

El bitty dio una pequeña señal de asentimiento.

—Aun así sigue siendo mejor que imaginar cómo son sin poder verlo por estar en el subterráneo... Es fascinante verlo en vivo.

Su oración me caló un poco. Sabía que no conocía mucho sobre la comunidad monstruosa, pero aun así había escuchado por parte de compañeros monstruos del trabajo que la vida en el subsuelo había sido desesperante. Y, aunque los primeros años en la superficie estuvieron plagados de desgracias, había sido como si muchos de ellos hubiesen vuelto a nacer. Un alumbramiento en un mundo hostil lleno de miedo, desconfianza y racismo que, tras mucho esfuerzo, poco a poco había ido siendo normalizado. Aunque seguían habiendo remanentes muy pronunciados de ese tipo de abominables sentimientos por parte de la humanidad hacia la otra raza, al menos ahora la situación era lo bastante pacífica para que pudieran convivir con nuestra blasfema especie. Compadezco a toda criatura que deba tratar con nosotros, de verdad. Aun así, no me quedaba más remedio que perdonar a mis congéneres, pues se demostró que, a pesar de mi discurso misántropo, existían buenas personas en este mundo. Aquellas que reunieron las virtudes pertinentes para tener su mano a quienes estuvieron atrapados bajo tierra en aquel famoso monte. Era admirable.

Mi curiosidad se acabó filtrando en mi voz.

—¿Recuerdas algo sobre el subterráneo?

Él negó con la cabeza.

—Ya le dije que no tengo muchos recuerdos sobre mi vida antes de estar en la tienda de bitties... Pasé mucho tiempo allí antes de que me adoptasen.

Órbita. (Bittybones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora