🦴 Capítulo 13.

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Di un sobresalto cuando el despertador tronó en mi oído por la mañana. Ni siquiera había empezado a clarear el día cuando me arrancaron de mi dulce sueño. No pude más que gruñir, arrebujándome más en la manta a modo de protesta silenciosa tras cancelar la repetición de la alarma. Pero, aun así, me conocía... Sabía bien qué, si no me levantaba ya perdería mucho tiempo y era muy probable que me durmiese. Por lo tanto, me fui a levantar. Aún estaba espesa. Era como si mis movimientos estuviesen ralentizados respecto al pensamiento. Veía lo que debía hacer antes de llegar a hacerlo realmente. Por ese motivo me quedé como unos dos minutos quieta, sentada en la cama, mientras miraba al infinito sin hacer nada. Solo un sonido muy leve me despertó un poco. Me giré para ver el pequeño rostro somnoliento del Omni, quién se había despertado por el infernal piar de pájaros de mi alarma natural y odiosa. Nunca le había visto agotado desde que lo recogí de la calle. Me pareció divertido y curioso, pero aún estaba demasiado inactiva como para mencionar algo al respecto. Únicamente le sonreí.

—Buenos días... Lamento haberle despertado. —Él negó con la cabeza mientras respondía a mi saludo. —Puede seguir durmiendo, aún es muy pronto.

—No te preocupes, estoy bien. —Me sorprendí mucho al ver que me tuteaba. No pareció darse ni cuenta de ello. —¿Qué hora es?

—Son las seis.

Pareció quedarse de piedra al oír aquello.

—¿Entra tan temprano a trabajar? —Negué con la cabeza mientras al fin me ponía en pie y estiraba mis miembros. —Entonces, ¿por qué madruga tanto?

—Tengo que pasear a Snarl y a Way antes de irme. No me gusta que solo puedan salir al patio un rato por la mañana porque yo esté trabajando... No es su culpa. Así que me despierto un poco antes para poder hacerlo.

Asintió, comprensivo.

Después de eso salí de la habitación para ir un momento al baño. Luego, al volver, me cambié a mi ritmo con una ropa apropiada para un día laboral. No es como si tuviese un uniforme o reglas de vestuario que seguir, pero me gustaba ir un poco más formal y sobria a la oficina. Mi estilo habitual era demasiado llamativo y decadente. Creo que los entendidos lo llaman grunge o algo así... No era muy adecuado para mi trabajo.

Una vez vestida, me dirigí a la cocina. Como el bitty había decidido no dormirse y estaba esperando a que estuviese lista, le tendí mi mano cuando pasé por al lado de la estantería, en dirección a la puerta. Lo deposité sobre el hombro e hicimos el corto trayecto hasta la siguiente sala. Allí le dejé sobre la mesa, mientras yo me dedicaba a ir preparando mi habitual chocolate y un café para él. Sé que algunos lo considerarán infantil y opinarán que el chocolate no es una buena elección para despertarse, pues la cafeína es esencial para muchas personas, pero no puedo soportar el sabor de esa bebida ni de ninguna infusión, por mucha azúcar que utilice para matar al amargor. Y ya me despertaba yo de suficiente mal humor como para privarme de mi pueril dulzura mañanera hecha líquido.

En todo aquel rato no pronunciamos palabras alguna. Y lo agradecí mucho. La pequeña charla al despertar ya había sido excesiva para mí, pero supe que era algo de necesidad explicarle las cosas para que no andase perdido. Por ello reuní toda la paciencia de mi alma y la focalicé en ser amable aun cuando lo único que deseaba era un silencio inexpugnable. Mas el bittie me demostró una vez más lo perceptivo y educado que era al no molestar con ruido o preguntas innecesarias. Era muy pacífico estar con él. Una delicia que mejoró mucho mi humor. Y tomamos cada uno de nuestra taza en un cómodo silencio.

Al terminar, le pregunté si quería acompañarnos al paseo. Aceptó. Luego le indiqué que, a lo largo de la mañana, podía tomar cuánto quisiera de la nevera o de la alacena, y que podía calentar el café que restaba de la cafetera en el microondas. Sin embargo, caí en la cuenta de algo importante.

Órbita. (Bittybones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora