Una sensación similar a la que me había embargado cuando hice la presentación de Jingle y el bitty era la que en aquel momento me ocupaba. Sin embargo, ahora estaba más tranquila. Pudiera deberse a que sabía de antemano que, en este caso, Way no era una criatura maquiavélica o imprevisible como lo fuera un felino. Confiaba en que, si mantenía mi autoridad, ella obedecería sin problemas. Así pues, nos dirigimos al salón, donde intuí y acerté al pensar que estaría allí tomándose su propia siesta. Respiré hondo y entré por la puerta, haciendo despertar a la perra. Levantó la cabeza con las orejas gachas y una expresión de tribulación. No lo tuve en cuenta y me acerqué con energía; pues debía emitir seguridad para tratar con mi mascota. El bitty, haciendo caso de mis indicaciones, se mostró tranquilo, aunque sabía que, bajo aquella ensayada calma, los nervios se le auscultaban con violencia y pavor en medio de lo silente.
Llegué al sofá, donde me dejé caer con el monstruo en el hombro. Way se lamió la punta de la nariz, en señal sumisa de que quería su espacio, mas lo ignoré. Acaricié su pelaje marrón e impedí que huyese. Cuando se calmó un poco, acerqué mi mano al hombro y dejé subir al bitty. Por supuesto, ella había captado el olor del monstruo desde que habíamos entrado en la habitación. Él dudó un momento, aún algo reticente a acercarse de buenas a primeras a aquella que quiso devorarlo, pero acabó por acceder. Agarrando a la can del collar a modo de precaución, dejé que el pequeño se quedase de pie en el sofá frente a ella. Way desvió la mirada, recordando que no debía acercarse o lastimar al bicho si no quería que la riñera. Apartaba la cara. Esperamos con paciencia a que se tranquilizase. Yo le daba pequeños masajes en el cuello para calmar su visible estrés. No pronunciaba palabra alguna. Hablarle a los perros en realidad es inútil... Por mucho que me gustaría, ellos no comprenden el lenguaje humano. Solamente podían relacionar algunas palabras cortas con acciones básicas u otra serie de nominaciones fundamentales, como el nombre por el que su dueño se le refiere y cosas del estilo. Lo más importante era trabajar el tono y el lenguaje corporal. Por ello, calmé a la perra antes de dejarle que se acercase a olfatear al bittie. Way debía entender que aquella criatura no era una amenaza para ninguno de nosotros, ni tampoco un juguete o un intruso al que se le podía atacar. Debía asimilarlo como un socio.
Con calma y a su ritmo, fui dejando que se aproximase al pequeño. Se notaba que tenía curiosidad, pues sus orejas estaban de punta y sus ojos eran redondos, pero aún estaba un poco intimidada por mi presencia y se acababa alejando al poco de acercarse, asustada. Si bien observaba al bitty con deseo de saber más sobre aquella extraña criatura de olor desconocido, me seguía echando miradas de culpabilidad. Pero no cedimos, solo dejamos que se calmase mientras la acariciaba de forma amable. En algunos momentos ella quería irse, cansada de todo aquello, pero no podíamos estar con la incertidumbre de que todo se sucediese otra vez si nos relajábamos, así que la mantenía en el sitio. Al final, parecía estar de lo más indiferente por la presencia del cachorro y estaba más interesada en librarse de mí e irse, por lo que pasamos al segundo paso. Recogí al bittie y lo situé en el lomo de la perra. Ella se quedó algo desconcertada y trató de sacudírselo, pero bastó un leve regaño para detenerla. El pequeño no parecía muy seguro, pero yo le sonreí, alentándole a dar el siguiente paso. Pareció armarse de valor cuando, con cuidado, pasó su diminuta mano por el pelo del animal. Way no le dio importancia. Eso era buena señal.
Entonces, pasé al último paso... Le di mi señal al bitty, quién asintió y se puso en ello. Parecía más confiado, aunque ambos sabíamos que era lo más arriesgado. El monstruo se bajó por sí mismo del lomo de la perra y, lentamente, se situó en el mismo punto donde había estado antes. Con una inspiración, alzó su manita hacia el hocico de Way. Ella le miraba y luego me lanzó una mirada a mí, como no entendiendo la situación. Yo, con la mano sobrante, le señalé al pequeño, quién seguía inmóvil. Después, entendiendo ligeramente, la can se acercó al bicho y lo olfateó de cerca un poco, dejando que él la acariciase muy leve. A continuación, la canida se alejó, mirándome de reojo. Yo la solté del collar y la felicité verbalmente; premiándola con caricias. Al final Way hizo un ruido con la garganta y se volvió a acercar al bitty, esta vez suelta. Le olisqueó un poco la capa y un brazo, curiosa. Como remate, simplemente se sacudió, dio un par de vueltas sobre sí misma y se tumbó enroscada. Nos miró un segundo hasta que se volvió a acoplar para dormir. Seguía con las orejas en punta, atenta a todo, pero nos hizo entender que no tendríamos muchos problemas en el futuro con su confianza por el bittie. Interpretamos aquello como bueno y nos retiramos. Ya en la habitación, pudimos celebrarlo un poco.
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Órbita. (Bittybones)
FanfictionLa cotidianidad de mi mundo solitario y silencioso es lo que conozco como vida... Nunca ha sido demasiado emocionante, pero trato de mantener mi existencia con la armonía que me procure suficiente emoción para no quebrarme demasiado pronto. Al menos...