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*Narra Bia*

Cuándo salió, abrí el cajón de la mesa de noche y saqué el trozo de cristal de la ventana que guardé.
Jugué un rato con él.
Limpié mis mejillas y llevé el cristal a las venas de mi mano izquierda.

─ no voy a vivir una maldita pesadilla.

Sin dudarlo, pasé con fuerza el trozo de cristal por mis venas.

*Narra Evan*

Me vestí, curé mi brazo y bajé.

Las chicas estaban limpiando la sangre que había dentro de la casa.
Me quedé mirándolas un momento, luego salí.
Cuando Alan terminó de lanzar uno de los cuerpos a la furgoneta, me acerqué.

─ ¿cuántos hombres hemos perdido? -pregunté.-

─ cuatro, y tres heridos, el doctor no tarda en venir.

─ de acuerdo.

─ ¿cómo está la señorita?

─ mal, porque a ella le hubiese encantado recibir un disparo -suspiré.- entraré a llamar para que mañana vengan a arreglar las ventanas rotas. Te dejo.

Entré y fuí a mi oficina.
Me serví un martini seco, lo bebí de un trago y me senté en mi silla.
Llamé a la empresa que se encarga de las ventanas y pedí que viniesen mañana al medio día.
Me recosté en mi silla y llamé a mamá.

¿hijo?

hola mamá.

─ hola mi amor. ¿Todo bien? te escuchas raro.

sólo quería escuchar tu voz.

Evan, cuándo quieres escuchar mi voz, es porque ha pasado algo. Te conozco cómo la palma de mi mano, te recuerdo que soy tu madre.

─ esta noche nos han atacado.

¿estás bien?

estoy bien mamá, perfectamente.

¿y tus hombres?

lastimosamente perdí cuatro hombres, y hay tres heridos. ¿Ves? por eso no me gusta que vengas aquí.

La escuché suspirar.

te amo hijo, cuídate.

─ yo también te amo mamá, hasta pronto.

Colgué.

Miré algunos emails del trabajo y luego salí.

─ Silvia -dejó de limpiar y me miró.- prepárame la cena y súbemela a la habitación de Bia.

─ enseguida señor.

Subí y abrí la puerta de Bia.

─ ¡Bia! -me acerqué a la cama y me subí. Acerqué mi oreja a su cara, aún estaba respirando.- ¡Alan! ¡que suba el doctor aquí!

Me bajé de la cama y salí. Justo ví al doctor.

─ rápido, se cortó las venas.

El doctor entró.

─ necesito toallas, rápido.

Entré al baño y cogí las toallas que habían.

─ por favor, sálvela -empecé a dar vueltas de un lado a otro.- mierda, mierda, mierda.

No puedo enamorarme de ti ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora