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*Narra Evan*

Después de cenar, cogí la bandeja con la cena de Bia y me despedí de los chicos.
Subí, cuándo abrí la puerta me miró. Estaba sentada en el sofá con las piernas pegadas a su pecho.
Cerré la puerta y me acerqué a ella.
Dejé la bandeja en la mesa que estaba en frente suyo y me senté a su lado.

─ cena.

Bajó las piernas.
Cuándo cogió el tenedor, me fijé en su mano derecha. Sus nudillos estaban con hematomas.
Salí de habitación y bajé a la que está equipada cómo si fuera un hospital.
Después de buscar durante un rato, encontré la pomada para los hematomas, cogí unas vendas y salí.
Fuí a mi oficina y cogí la caja con el nuevo portátil.
Volví a la habitación y me senté a su lado. Dejé la pomada y las vendas encima de la mesita y abrí la caja con el ordenador.

─ que no se te vuelva a ocurrir hacerlo, el portátil es mi herramienta de trabajo cuándo estoy aquí. He tenido que mandar a comprar otro porque tengo mucho trabajo. No vuelvas a tocar mis cosas, ¿entendido?

─ sí.

Encendí el ordenador.

No se comió toda la cena.
Estuvo un rato sentada a mi lado y luego se puso de pié, cogió algunas cosas y entró al baño.
Mientras se duchaba, metí toda mi información en el ordenador.
Siempre me fastidiaba hacer estas cosas, llevaba su tiempo y a parte tenía que instalar los programas que usaba y los antivirus.
Salió mucho más tarde del baño con una toalla envuelta.

─ no tengo pijama, y ya he usado la poca ropa que me haz conseguido.

─ te compraré ropa cuándo te recuperes de la operación. Mañana mandaré a que te compren varios pijamas, porque estarás todo el tiempo de recuperación con pijamas y metida en la cama.

Me puse de pié y me acerqué a mi armario.
Cogí una camiseta blanca y se la extendí.

─ póntela, te quedará grande.

La cogió y entró otra vez al baño.
Al rato salió con ella puesta.

─ ven aquí.

Se acercó.
Dejé el portátil encima de la mesa y cogí la pomada.
Cuando se sentó a mi lado, tomé de la pomada y la puse con cuidado en sus nudillos.

─ esto te ayudará.

Cogí una de las vendas y empecé a ponérsela.

─ Bia, yo no quise pegarte y tampoco quiero tenerte aquí encerrada. Me gusta que estés de aquí para allá y salgas a visitar a tu madre, pero tienes que entender que te haya castigado. Necesito que entiendas que no puedes comportarte así. Yo siempre te daré todo lo que me pidas, pero sólo si te portas bien.

─ ¿cuándo podré salir y ver a mi madre?

─ primero dime, ¿entiendes que no puedes comportarte así?

─ sí, ya lo entendí. Entendí que no puedo hacer nada contra tus órdenes por más que yo quiera.

─ bien. Respecto a salir y ver a tu madre, sólo lo permitiré cuándo vea que has mejorado tu comportamiento.

─ vale.

─ listo.

Se puso de pié y se acercó a la cama, me quedé mirándola.
La camiseta la cubría justo hasta un poco más a abajo de su culo.
Levantó las sábanas y se tumbó.

─ ¿te importa que encienda la tele?

─ no.

Estuve mucho rato con el ordenador, hasta que me cansé.
Cuándo me puse de pié, me fijé en ella, estaba tumbada de lado viendo a Bob Esponja.
Sonreí y entré al baño.

Salí con una toalla en la cintura, ella seguía despierta.
Me puse unos boxers y desodorante.
Apagué la luz, cogí mi móvil y me tumbé a su lado.
Estuve un rato con el móvil, luego lo dejé en la mesa de noche y me tumbé de lado hacia ella.
Seguía de frente hacia mí, pero ahora estaba en forma de feto mientras seguía viendo la televisión. No podía ver que yo la estaba mirándo.

•••

Desperté por la alarma del móvil. La apagué enseguida y la miré, estaba de espaldas a mí.
Anoche se durmió y dejó la televisión encendida.
Me bajé de la cama y dí la vuelta. Tenía el mando entre sus manos.
Lo cogí con cuidado y apagué la televisión.
Entré al baño. Después de cepillar mis dientes entré a la ducha.

Cuándo salí, me detuve en seco.

─ Bia, no sabes lo que haces, baja el arma.

Estaba delante de mí apuntándome con mi pistola.
No sé cómo diablos se me ocurrió dejarla en la maldita mesa de noche.

─ claro que sé lo que hago, ¡tu mataste a mi padre!

Me fuí acercándo lentamente.

─ si me matas, mis hombres te matarán a ti.

─ me mataré después de matarte.

─ baja la puñetera pistola.

Quitó el seguro.

─ no debiste enseñarme.

Me lancé sobre ella haciendo que cayese sobre la cama.
Los dos empezamos a forcejear con la pistola.
Logré hacer que apuntase a otro lugar justo cuándo disparó.
Le quité la pistola y la tiré al piso.

─ olvídate Bia, olvídate de que te quite el castigo, nunca más saldrás de la habitación y no volverás a hablar con tu madre.

─ ¡señor!

Lo miré.

─ estoy bien Alan, disparó a la pared. Coge mi pistola.

Cogió la pistola y salió.
Me quité de encima de Bia, que estaba llorando y acomodé mi toalla.

─ pensé que anoche habíamos hablado claro, pero veo que no. Tú sola haz querido que te encierre. Entra a la ducha, el cirujano no tarda venir.

Me acerqué a mi armario y saqué ropa cómoda.
Me giré a hacia la cama.

─ ¡qué entres a la puta ducha!

Entró al baño y cerró la puerta.

No puedo enamorarme de ti ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora