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*Narra Evan*

Le costó dormirse. Estaba aferrada a mí sujetando mi camiseta cómo para asegurarse de que no me movería.
Yo seguía poniéndole la compresa fría, pero la apartaba durante unos minutos para no hacerle más daño.
Estuve el resto de la noche sin dormir, poniéndole la compresa. A parte, si despertaba, quería que me viese despierto.
No me dejó moverme ni un poco, y cuándo lo intenté, cogió con más fuerza mi camiseta.
Empezaba a salir el sol cuando Estela abrió la puerta y se acercó lentamente. Me señaló el suelo, asentí. Se agachó y limpió la sangre de ese maldito.
Cuándo terminó, le hice señas para que se acercara.

─ dile al doctor que suba, deja la puerta abierta -le susurré.-

Asintió y salió.

El doctor subió al rato. Intenté separarme de Bia con cuidado, pero no me dejó.

─ no -se quejó.-

─ mi vida -le susurré y besé su pelo.- sólo será un momento.

Abrió los ojos y me miró.

─ anoche dijiste lo mismo, y mira lo que pasó -susurró. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, lo que me llevó a que pensó en ese maldito momento.-

─ lo sé, perdóname bebé, te prometo que no volveré a dejarte sola en una situación cómo esa.

─ ¿me lo prometes?

Le sonreí y acaricié su pelo.

─ te lo prometo. Yo tampoco quiero separarme de ti, pero es que el doctor está aquí para ver mis nudillos y ver si te da algo para la cara, ¿me permites un momento, sí?

─ déjame ver tus nudillos.

─ estoy bien -cogió mi mano que estaba acariciando su pelo y miró mis nudillos, luego me miró a mí nuevamente.- no pongas esa carita, te prometo que estoy bien.

Dejó que me levantase. Me senté en el borde de la cama. El doctor se acercó. La sentí bajarse de la cama, me giré un poco a verla, había entrado al baño.
El doctor limpió mis nudillos de la sangre seca, me puso una pomada y vendó mis manos.
Cuándo Bia salió del baño, los dos la miramos.

─ ¿ve? tiene la mejilla roja e hinchada -le dije.-

Él buscó entre su bolso y luego me extendió una pomada.

─ a parte de bajarle la hinchazón, le calmará la piel porque es refrescante -me explicó.-

─ gracias -dije.-

Cuándo salió, me subí a la cama, ella se había tapado otra vez.
Tomó mi mano vendada y me miró.

─ ¿te duele?

─ no. Lo que me duele es el daño que ese cerdo te hizo.

Apartó la mirada, me abrazó por la cintura y escondió la cara en mi pecho.

─ creía que no vendrías -habló con la voz quebrada.- sabía que no me escucharías por los disparos. Pensé que ese era mi fin al ver que por más que gritaba tu nombre no aparecías.

Me separé un poco de ella y me tumbé a su lado. Pegué mi frente a la suya.

─ lo sé. Fué mi culpa, debí bajarte a la habitación del pánico y no dejarte aquí desprotegida. Cuándo entendí que nos distrajo para subir aquí, entré en pánico al pensar en lo que te haría. No...no te tocó en tu parte íntima, ¿verdad?

No puedo enamorarme de ti ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora