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*Narra Evan*

Desperté por unos disparos. Me bajé rápido de la cama. Me acerqué al armario y cogí una camiseta. Fuí hasta la mesa de noche y cogí la pistola.
Cuándo mis ojos se cruzaron con los de Bia, me quedé quieto durante unos segundos. Estaba sentada en la cama mirándome. Estaba asustada.
Sólo entonces me dí cuenta de que ya nada es cómo antes, dónde yo estaba solo y no tenía a ninguna mujer a mi lado.
Ahora está ella. Está Bia. La mujer que tengo que proteger porque me estoy enamorando de ella.
Ahora no puedo hacer cómo hacía antes. Salir sin más y sin mirar hacia atrás. No, ahora no puedo porque la tengo a ella.
Rodeé la cama hasta llegar a su lado y me senté en el borde de la cama.
Acaricié su mejilla para tranquilizarla.

─ todo estará bien princesa, tú no salgas de aquí, ¿vale?

─ Evan, no me dejes sola -susurró.-

─ tengo que salir Bia, te prometo que volveré lo antes posible. No salgas, ¿entendido?

Asintió. Besé su frente y salí de la habitación.
Al bajar, Matt se acercó corriendo y me extendió un chaleco antibalas.
Me lo puse y corrimos hacia afuera.

─ ¿quiénes son? -pregunté.-

─ al parecer Maximiliano, Alan ha reconocido a uno de sus hombres.

─ hijo de puta.

Salimos de la casa. Habían dos de mis hombres en la entrada mientras disparaban hacia los otros.
Corrí agachado hasta llegar a un coche y usarlo cómo escudo.
Alan nos hizo unas señas a Matt y a mí indicándonos cómo movernos. Desde su puesto, tenía mejor vista.
Al parecer, el maldito de Maximiliano, había traído a un maldito ejército.
Le grité a Alan preguntándole por Maximiliano, me señaló uno de los coches.
Si ese maldito está ahí metido, espero que esté viendo cómo se acerca su fin.
Alan, Matt y yo estuvimos moviéndonos por toda la entrada de la finca usando cómo escudos varios coches. Tristemente ví a varios de mis hombres caer.
Cuándo al fin habíamos acabado con esos malditos, me acerqué al coche que me había indicado Alan. Al abrir la puerta, me encontré con un imbécil, al cuál disparé de inmediato.

─ ¡¿no me habías dicho que ese infeliz estaba aquí?!

─ le juro que estaba ahí, yo mismo lo ví gritar unas cosas y luego meterse ahí.

Me quedé quieto unos segundos.

─ Bia -dije asustado.-

*Narra Bia*

Estaba sentada en un rincón de la habitación con los oídos tapados mientras me mecía.
Me puse de pié cuándo abrieron la puerta. Entré en pánico al ver al cerdo de Maximiliano, el cuál sonrió con una mirada triunfadora.
Corrí hacia el baño. No me dió tiempo a llegar porque se lanzó sobre mí tumbándome en el suelo.

─ ¡no! ¡suéltame!

─ ahora le voy a demostrar al imbécil de Evan quién manda. Y que si yo quiero tocar un culo, lo tocaré, sea de quien sea.

─ ¡Evan! -grité.-

Él se rió.

─ puedes gritar todo lo que quieras, ¿no oyes los disparos? imposible que te escuche.

Intenté golpearlo, pero cogió mis muñecas con fuerza.

─ ¡Evan¡ ¡Evan! ¡Evan! -grité una y otra vez mientras me retorcía y forcejeaba para que me soltase.-

─ ¡cállate maldita puta! -me abofeteó muy fuerte.-

Cuándo rompió la camiseta de mi pijama, grité aún más desesperada mientras lloraba.
Mordió su labio y apretó mis pechos con fuerza. Golpeé su pecho con los puños, pero parecía que no le hacía nada. Pasó su asquerosa lengua por todo mi abdomen.
Se movió más para a abajo e intentó bajar mi pantalón. Cogí la goma elástica de éste con fuerza, tanto, que creía que mis dedos habían traspasado la tela.
Volvió a abofeterame en la misma mejilla. Sólo que esta vez, sentí que me mareaba de lo fuerte que había sido. Bajó mi pantalón a pesar de que intenté detenerlo nuevamente. Apretó mis muslos con sus manos y me mordisqueó estos, cerca de mi zona íntima.
Me levanté rápido, justo cuándo me eché a correr, tiró de mi pié haciéndome caer nuevamente. Cuándo me dió una nalgada, apreté los ojos con fuerza.

─ así era cómo te quería tener -volvió a darme una nalgada.-

─ ¡Evan! -grité casi sin fuerzas. Apreté los ojos para esperar la siguiente, pero nunca llegó. Me giré cuándo escuché unos golpes. Evan estaba encima de Maximiliano golpeándolo. Yo estaba en shock. Reaccioné cuándo Matt me dió unas prendas y me ayudó a levantarme. Corrí hacia el baño y entré. Me metí en la ducha, cogí la esponja con gel y froté duro dónde el asqueroso ese había mordisqueado y lamido mi cuerpo.
Por más que me frotaba, sentía que aún había rastro de su asquerosa saliva en mí.
Salí de la ducha cuándo sentí que iba a quedarme sin piel y me vestí rápidamente con lo que me Matt me dió.

*Narra Evan*

Seguí a Alan y a Matt, que llevaban al cerdo de Maximiliano hacia fuera.
Al salir, lo arrodillaron frente a mí. Me miró sonriendo mientras bajaba un hijo de sangre por su barbilla.

─ me quedaré con que apreté sus pechos, mordisqueé sus muslos y le dí un par de nalgadas.

─ maldito infeliz -volví a lanzarme sobre él. Ya tenía mis nudillos magullados por todos los golpes que le dí en la habitación. Pero ni siquiera sentía ese dolor, sólo pensaba en Bia, en lo que él le había hecho y le pegué con más fuerza.
Ya estaba inconsciente, pero eso no me detuvo. Seguí golpeando su maldito rostro hasta que ellos me separaron de él. Matt se agachó y comprobó su pulso.-

─ está muerto -dijo. Aún así, vacié el cargador de mi pistola en su cuerpo.-

─ púdrete en el infierno maldito.

Entré a la casa y subí corriendo. Cuándo abrí la puerta del baño, me preocupé al verla. Estaba sentada en el suelo, apoyada en uno de los muebles mientras lloraba.
Me acerqué y me agaché a su lado. Al tocarla se asustó y me gritó con los ojos cerrados mientras apretaba sus piernas hacia su pecho.

─ ¡no me toques!

─ shhh...soy yo -cuándo me miró, empezó a golpearme en el pecho.-

─ ¡me dejaste sola! ¡esto ha pasado por tu maldita culpa!

─ no debí dejarte sola, lo siento -dejé que se desahogase golpeándome en el pecho hasta que se cansó. Tomé su cara con mis manos y la giré un poco hacia un lado para ver mejor su mejilla. Mi ira creció. Tenía la mejilla muy hinchada y roja. Si pudiese, reviviría a ese cerdo y lo mataría una y otra vez.
La cogí en brazos y salí del baño. La tumbé en la cama y me subí quedando de frente hacia ella. Aparté unos mechones de pelo de su mejilla golpeada y acaricié ésta con cuidado. Cuándo se quejó, aparté la mano. Iba a bajarme de la cama cuándo me cogió de la mano.

─ no me dejes otra vez -susurró.-

─ sólo me pararé en la puerta, te prometo que no volveré a dejarte sola.

Soltó mi mano.

Me acerqué a la puerta, la abrí y grité que me subiesen una compresa fría.
Volví a la cama. Me quité el chaleco y lo dejé en el suelo. Me tumbé de frente hacia ella. Me sentí muy culpable. Sus ojos seguían llenos de lágrimas.

─ aquí tiene señor -cogí la compresa que me extendió Matt. La cogí y la puse en la mejilla de Bia. Se quejó y apartó la cara.-

─ sé que te duele y que te arde, pero si no ponemos la compresa, no bajará la hinchazón -le susurré.- la pondré un rato y luego la quitaré, ¿vale?

Asintió.

No puedo enamorarme de ti ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora