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*Narra Bia*

La señora Esme me acompañó a casa de mi madre.
La ayudamos a cocinar y comimos las tres juntas.
Pasamos una tarde maravillosa.
Antes de irnos, la señora Esme entró al baño.
Mamá me miró.

─ el último día que estuviste aquí, te pregunté si te estás enamorando de él, respóndeme.

─ mamá, te dije que yo me entiendo, sé perfectamente lo que hago.

─ padeces el síndrome de...-achiñó los ojos pensando.- ¿cómo se llama? cuándo la víctima se enamora del secuestrador...

─ se llama Síndrome de Estocolmo, y ya no me tiene secuestrada porque puedo salir cuándo quiera.

─ o sea, ¿qué sí estás enamorada? -preguntó sorprendida.-

─ ya estoy lista querida -dijo Esme acercándose.-

─ genial -dije yo.- mamá, te llamaré y vendré a verte cuándo regresemos.

─ está bien -me acerqué a ella.- ni creas que te has librado de mí, a la vuelta hablaremos -susurró esto en mi oído mientras me abrazaba.-

Esme se despidió y salimos.

─ ¿qué tal con mi hijo? he visto que ya puedes controlarlo un poco -dijo mientras nos acercábamos al coche. La miré sonriendo.-

─ sí, he seguido sus consejos. Si quiero salir de esa maldita casa, tengo que ganármelo al cien por cien.

Le susurré. Ella asintió sonriendo y nos montamos en el coche.

─ Matt, ¿mi hijo ya está en casa?

─ no, aún sigue en la empresa.

─ ¿podemos ir? me gustaría ver dónde trabaja -pedí.-

─ señorita -interrumpí a Matt.-

─ por favor, te prometo que cargaré con la culpa.

Él miró a Esme.

─ ¡ay hijo! no seas así, es la mujer de Evan, y se puede decir que eso es una orden.

Al final asintió resignado.

─ de acuerdo. Llévanos a la empresa -el conductor le hizo caso.-

Cuándo llegamos, bajamos del coche y miré el edificio entero. Todos son ventanales gigantescos de cristal, y puedo asegurar que al menos hay veinte plantas. Sobre la planta diez o así, hay un cartel que pone "Construcciones E.H"

─ ¿Evan es el único dueño? -miré a Esme.-

─ sí, es uno de los arquitectos más reconocidos aquí en California.

─ ya veo.

Al entrar, la chica de resección le sonrió a Esme, está claro que sabe que es la madre de su jefe.
Al entrar en el ascensor, los hombres de Evan se pusieron detrás de nosotras.
Esme le dió al número veintidós.
El ascensor no tardó nada.
Las puertas del ascensor se abrieron dejando ver otro lugar de resección, sólo que este estaba vacío.

─ que raro, aquí suele estar la secretaria de Evan -dijo Esme.-

La seguí. Al doblar, llegamos a una puerta que ponía "CEO E.H"
La puerta tenía a ambos lados cristales, así que podíamos ver hacia a adentro.
Había una chica que tenía las manos apoyadas en el escritorio, estaba por un lado, así que no me estaba tapando a Evan. Él estaba asientiendo con la cabeza mientras hacía algo en el ordenador. Ella empezó a columpiarse de una pierna a la otra. Llevaba una falda ajustada y su camisa se ceñía a su cuerpo.
De repente acercó su dedo al brazo de Evan y empezó a trazar líneas, parecía que él no le estaba prestando atención.

─ esa es Isabelle, lleva mucho tiempo enamorada de él -dijo Esme. Yo la miré, ella me sonrió.- ataca -me susurró. Sonreí. Luego, me centré y puse cara de enfadada.-

─ parece que te vas a reír -me susurró Esme.- imagínate cualquier cosa que no te guste y te aseguro que parecerás verdaderamente enfadada.

Le hice caso.

Lo que imaginé, verdaderamente me enojó. Toqué la puerta de Evan y luego la abrí.

─ ¡princesa! -dijo sorprendido mientras sonreía.- ¡qué sorpresa!

Miré a la tal Isabelle, ella me miró de arriba a abajo con el ceño fruncido.

─ no sabía que vendrías -lo miré.-

─ amor, era una sorpresa, tú lo haz dicho -hice énfasis en amor.-

Me acerqué al escritorio.

─ ¿esta es tu mujer? -preguntó la cínica mientras me señalaba con el dedo.-

─ Isabelle, cuidado con el tono que usas al referirte a ella. Y sí, es mi mujer y se llama Bia.

Dí la vuelta al escritorio y me senté en las piernas de Evan.

─ la próxima vez que te vea acariciando a Evan, te arrastraré por toda la empresa -abrió los ojos cómo platos.- que bueno que haz entendido -le sonreí.-

Se cruzó de brazos y me miró mal.

─ yo puedo hacer lo que -Evan la interrumpió.-

─ no, tu no puedes hacer lo que tú quieras -suspiró.- Isabelle, ya te he dejado claro varias veces que sólo puedo verte cómo amiga, entiéndelo.

Isabelle lo miró durante unos segundos, luego a mí, para luego salir enojada.

─ ¿me haz dicho amor?

Intentó acariciar mi mejilla pero aparté su mano y me puse de pié.

─ dejaste que te acariciara el brazo.

─ ni siquiera me di cuenta porque no causa ningún efecto en mí, es más, ni siquiera estaba escuchando lo que me decía.

─ ¿me crees estúpida?

Se puso de pié y se acercó a mí.

─ por supuesto que no, pero te estoy diciendo la verdad.

Nos quedamos mirándo. Resoplé y me giré para ir hacia la puerta.

─ ¡ah no señorita! estamos hablando.

Me tomó del brazo y me acercó a su escritorio. Me sentó en este y se puso en medio de mis piernas. Crucé mis brazos y aparté la mirada.

─ reina, te prometo que esa mujer no causa nada en mí, tú en cambio, con una sola caricia, me vuelves loco. Mírame -no le hice caso. Me tomó de la barbilla y me hizo mirarlo.- tú eres la única, mi mujer, la única que puede provocar algo en mí. ¿Cómo hago para que me creas?

Nos quedamos mirándo en silencio. Él suspiró y acarició mis muslos.

─ nena, no quiero que estés enojada -llevó una de las manos a mi barbilla y me acercó a él.- ¿sí linda? -susurró cómo niño cerca de mis labios. Me dió un beso pequeño y luego me miró.- por favor.

─ no quiero que vuelva a tocarte -me quejé. Sonrió.-

─ no volverá a pasar -nos quedamos mirándo un momento. Se acercó y me besó. Pasé los brazos por su cuello y lo acerqué más a mí. Con sus manos en mi cintura, tiró de mí y me pegó más a él.- así que estás celosita -dijo sonriendo cerca de mi boca.-

─ vengo a darte una sorpresa porque quería ver tu lugar de trabajo, y la encuentro a ella acariándote. ¿Cómo esperas que esté?

Mordió su labio y acarició mi mejilla.

─ no tienes que estar celosa de Isabelle, no me gusta y a ti no te llega ni a las puntas de los zapatos.

Acaricié su pelo por detrás.

─ ¿me lo prometes?

Se acercó nuevamente a mi boca.

─ te lo prometo, nena -susurró antes de besarme.-

No puedo enamorarme de ti ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora