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*Narra Evan*

Estuve todo el día metido en la habitación.
Me enteré de que vinieron a arreglar las ventanas porque Alan me subió los papeles para firmar.

Esa noche volví a dormir en el sofá.

Al día siguiente, desperté con una contractura de muerte, me dolía el cuello, la espalda y tenía el culo acalambrado.

Miré a Bia unos segundos y luego entré a la ducha.

Cuando salí, me vestí.

Cómo todavía no tenía hambre, me senté con el ordenador a ver los informes que me había mandado Helen.

─ joder -la escuché susurrar. Me paré enseguida y me acerqué. Cuándo sus ojos chocaron con los míos, los cerró.- dios mío, por favor que yo esté muerta, te lo pido dios todo poderoso.

Abrió los ojos y volvió a mirarme.

─ ¿estoy viva?

Sonreí.

─ sí.

Apartó la mirada.

─ mierda, mierda, mierda, parece que todo me tiene que salir mal en esta vida -resopló.-

─ ¿cómo te sientes?

Me miró mal.

─ esperaba estar en el cielo, no aquí. ¿Por qué diablos no me dejaste morir? ¿no ves que quiero morirme? acabaste conmigo al matar a mis padres.

─ eres muy joven para morir, no iba a permitirlo. Además, tú no me viste dispararle a tu madre, ¿o sí?

─ ¿por qué juegas conmigo de esta forma? -preguntó con los ojos llenos de lágrimas.- no está bien que te burles así en mi cara.

Suspiré.

─ llamaré al doctor -fuí hacia la puerta.-

─ ¡maldito! ¡maldito cobarde!

Apreté los ojos y salí.

Bajé y busqué al doctor.
Cuándo subimos, nos acercamos rápido a ella porque se estaba quitando los vendajes.

─ ¡sújetele los brazos!

Le hice caso.

─ ¡te odio maldito asesino! ¡déjame morir!

─ ¡tranquilízate!

El doctor inyectó algo en la vía.

─ ¡te voy a matar hijo de perra!

Estuvo insultándome hasta que de repente empezó a tranquilizarse.

─ es un calmante -me aclaró el doctor.-

La solté.
Me miró con los ojos llenos de lágrimas.

─ no quiero verte, por favor -pidió susurrando.-

La miré unos segundos y asentí.

Cogí el ordenador y le pedí al doctor que esperase ahí hasta que subiera Estela.

Bajé y busqué a Estela.

─ Estela, quiero que te encargues de Bia, para que se recupere es necesario que yo no esté presente. Te quedas con ella día y noche, ¿entendido?

─ sí señor.

─ sube.

Fuí a mi oficina y cogí el maletín.

No puedo enamorarme de ti ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora