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*Narra Bia*

Desperté muy sudada. Cuándo encontré el botón de la lámpara, la encendí y miré a Evan, que estaba abrazado a mí, lo separé cómo pude.

─ Evan -susurré y lo moví.-

─ ¿mmm?

─ bebé, tengo mucha sed.

─ ve a la cocina.

─ no quiero ir sola, todo estará muy oscuro.

─ claro que no, suelen dejar algunas luces encendidas -seguía hablando con los ojos cerrados.- vístete.

Me bajé de la cama y me acerqué a su camiseta. Me la puse, cubría justo hasta mi culo.
Salí de la habitación y caminé por los pasillos. Efectivamente, habían varias luces encendidas.
Entré a la cocina, llené un vaso de agua y lo tomé, llené otro y me giré para ir hacia la habitación. Por el susto, derramé casi toda el agua en la camiseta, haciendo que esta se pegara a mi cuerpo. Tenía a Alexander delante de mí, y estaba muy cerca. Sus ojos estaban muy rojos y me miraba de una forma rara.

─ eres muy preciosa, ¿sabes? -quise echar para atrás, pero no había forma, ya que mi columna estaba tocando la encimera.-

─ permiso, debo regresar a la habitación -iba a moverme pero él apoyó sus manos en la encimera, una a cada lado de mi cintura, dejándome acorralada. Mi respiración paró enseguida.
Tenía dos opciones; pegaba un grito para que me escuchasen todos, o me las arreglaba yo sola.
Desgraciadamente elegí la segunda opción.
Aparté uno de sus brazos e intenté alejarme rápidamente, pero lo que él hizo fué abrazarme por la cintura.

*Narra Evan*

Me bajé de la cama porque Bia estaba tardando mucho.
Salí de la habitación y fuí a la cocina.

─ que me sueltes asqueroso -se giró y le rompió el vaso en la cabeza de Alexander. Me acerqué rápido y me puse en medio recibiendo la bofetada que pretendía darle a Bia. Yo le dí un puñetazo en el ojo. Se tambaleó un momento y luego se acercó nuevamente.-

─ déjame probar a esta putita -iba a golpearlo nuevamente pero Bia me abrazó por detrás.-

─ déjalo, está borracho.

─ y drogado -continué yo.- vete a la habitación.

─ Evan -la interrumpí.-

─ a la habitación, Bia.

Me soltó y salió de la cocina.

─ maldito imbécil -dije enojado.- lo primero que te digo que no hagas y lo primero que haces -hice que se sentara en una silla y llamé a una de las del servicio.- cúrelo, mañana si Mirella le pregunta si sabe que pasó, usted diga que él vino así.

─ está bien señor.

Abrí la nevera y cogí una compresa fría para mis nudillos. Aún no estaban recuperados, así que al golpear a Alexander, me han dolido mucho.

Cuándo abrí la puerta de la habitación, Bia dejó de dar vueltas y me miró.

─ ¿estás bien? -preguntamos los dos a la vez. Suspiré y cerré la puerta. Me acerqué a ella y acaricié su mejilla.-

─ ¿tú estás bien? ¿no te tocó nada? -pregunté preocupado.-

─ estoy bien. Le rompí el vaso en la cabeza porque intentó meter la mano en la camiseta.

Me enojé aún más.

─ es un maldito idiota. Hiciste bien en romperle el vaso en la cabeza -lancé la compresa fría a la cama y cogí el borde de mi camiseta, que ella la tenía puesta. Levantó los brazos y se la quité. Lancé la camiseta a un sofá que había cerca de la cama.- no puedo dejarte sola estando aquí -la pegué a mí.- lo siento.

─ no ha sido tu culpa.

─ debí acompañarte.

─ olvidémoslo, ¿sí?

─ es que me da rabia que se haya pasado contigo, se lo -no me dejó acabar y me besó. Acarició mi pelo por detrás.-

─ ya está, amor -dijo mirándome. Me tomó de la mano y me guió hasta la cama, los dos nos subimos, se sentó y se acercó a mí.- a ver los nudillos.

Le enseñé la mano. Tomó la compresa fría y la puso en mis nudillos. La observé, estaba centrada con la compresa fría mientras mordía su labio inferior. Sonreí.

─ aquí hace mucho calor -comentó y me miró.- ¿por qué me miras así?

Sonreí más.

─ porque eres preciosa y un encanto de mujer.

Sonrió y volvió a mirar mis nudillos.

─ prometo que te cuidaré mejor. Ya van varias veces que fallo, y contigo no puedo permitirme eso. Te prometo que te cuidaré mejor, bebé.

─ lo sé, Evan -dijo sonriendo.- sé que me cuidarás.

─ deja esto -cogí la compresa fría, me giré un poco y la dejé en la mesa de noche.-

─ pero tienes los nudillos mal.

─ estoy bien princesa -me acerqué, la tomé de la barbilla y la acerqué más a mí. Apoyé mi frente en la suya, cerré los ojos y suspiré.-

─ pensé que te enojarías por romperle el vaso en la cabeza.

─ te estabas defendiendo, no puedo enojarme, al contrario, estoy orgullo de ti. A parte, si no lo hacías, te aseguro que yo iba a meterle la paliza de su vida.

─ gracias por cuidarme -susurró.-

─ no tienes que agradecerme nada, la que me cuidas eres tú a mí -rocé nuestras narices.-

Llevó la mano a mi cuello y la subió lentamente acariciando mi pelo. Inclinó un poco la cabeza y se acercó más, ahora nuestros labios estaban más cerca.

─ Bia yo...-susurré y solté otro suspiro. Sonrió y terminó de acercar su boca a la mía. Le seguí el beso y abrí la boca para dejarla meter su lengua. Bajé la mano a su cintura y la apreté pegándola un poco más a mí. Tiró de mi pelo sin hacerme daño. Bajé lentamente la mano hasta su culo, tenía una pequeña braga negra. Apreté un poco haciéndola gemir en medio del beso.
Nos separamos por falta de oxígeno. Mordí mi labio y agaché la mirada.-

─ ¿qué? -preguntó.- ¿no te ha gustado el beso?

─ todo lo contrario, me ha encantado.

─ ¿entonces?

Levanté la mirada y conecté mi mirada con la suya. Sus hermosos ojos azules mostraban confusión.

─ es que...¿qué me estás haciendo? -susurré. No dijo nada, pero no apartó la vista de la mía.- nunca me había sentido así con ninguna mujer -con esas palabras pareció entender a lo que me refería, porque ahora tenía una pequeña sonrisa en sus apetitosos labios.-

─ Evan -no la dejé hablar porque llevé mi dedo pulgar a su labio inferior y lo acaricié lentamente.-

─ vamos a dormir.

─ pero -volví a interrumpirla.-

─ estoy cansado, mañana seguimos hablando -besé su frente, apagué la lámpara de noche y me tumbé.-

─ idiota -dijo molesta. Se movió en la cama, entendí que se había alejado porque no la sentía cerca.-

No puedo enamorarme de ti ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora