Anastasia Dunne nunca le había hecho falta nada, siempre había sido una niña que destacaba por su belleza y su hermosa sonrisa. Lamentablemente no por tener buen apellido y una gran familia, significaba que no sufría: "El dinero no te libra de un da...
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Anastasia estaba recostada a un lado de su hermano, no se había separado de él ni un segundo. El joven Dunne seguía dormido, su respiración era calmada y tenía una leve sonrisa en el rostro.
-Ania... -la chica giró hacia la puerta
Se sorprendió al verlos ahí
-William, Beverly... -dijo en voz baja- ¿Qué hacen aquí?
La rubia se levantó de la cama intentando no despertar a su hermano, se acercó a sus amigos y saludó a cada uno con un abrazo. Los jóvenes salieron de la habitación y caminaron hasta el gran jardín de la casa Dunne.
-Queríamos verte -Dijo Beverly- Diana y Anne nos contaron todo y Jo nos mandó
La rubia sonrió agradecida
-Gracias chicos -dijo Ania- qué bueno que están aquí...
Ania les hizo una seña a sus amigos para que tomaran asiento en una de las mesitas del jardín. La rubia se veía cansada, tenía ojeras y tampoco estaba comiendo bien.
-¿Te encuentras bien? -preguntó William
-Realmente no... estoy cansada -admitió la rubia
-¿Por qué no vamos a ver a Anne y Diana? -sugirió Beverly
Anastasia lo dudó. Ella quería estar con su hermano, iba contestar cuando su madre apareció.
-Ve Ania -dijo Andrómeda- necesitas distraerte
-Pero necesito estar con Aidan
-Él estará bien, ve con tus amigos -Dijo tranquilamente su madre
La rubia asintió insegura, entró corriendo a su hogar a tomar su abrigo y salió con William y Beverly en busca de sus amigas.
-Él estará bien -Dijo Beverly mientras tomaba la mano de Ania
