La oscuridad de la noche penetraba cada rincón de aquel lugar nuevo e inexplorado para él. No había mucha iluminación, las paredes grises y pálidas, su mirada recorría el escenario que presenciaría su mala jugada lastimando de por vida a su hija. Pero no había marcha atrás.
Un trago amargo de saliva, el eco de unos pasos anunciaban que dejaría de estar solo dentro de poco, tomó aire y desvió la mirada hacia el ventanal, en busca de luz, no se sorprendió al encontrar nubes grises ocultando al manto estrellado y la luna, también se escondía de él.
Albus Dunne amaba a su familia, pero ¿Cómo pudo haberse enredado en las apuestas? Gracias a eso arrastró a la quiebra a su familia y ahora, él había apostado todo para salvarse el pellejo y darle lo mejor a su familia.
Todo está lleno de normas sociales y leyes absurdas. Vivimos en un mundo donde predomina una determinada moral y sino la cumples, eres excluido de la sociedad o, en algunos casos, incluso encarcelado. La tiranía financiera. Y digo financiera puesto que el dinero es la sustancia de cómo se maneja la vida hoy en día.
El objetivo de toda actuación que ejerce quien tenga el poder. Y por desgracia, el mismo poder es dinero en forma de corporaciones o señores rubios con cuernos de diablo. Y uno de ellos era Albus Dunne.
El hombre muerde la piel interna de su labio, sorbiendo de su nariz y esperando que el enrojecimiento natural de su nívea piel no lo delatara. Tenía miedo, ¿y cómo no? Estaba apostando todo y a merced del que decía ser su mejor amigo. Toma aire y camina sin bajar la cabeza a la mesa que sólo estaba iluminada por una vela. Depara en la maleta que a duras penas había logrado juntar y miró de perfil al hombre que dañaría a su hija de por vida.
Albus Dunne fue un importante empresario en Nueva York, los Dunne eran conocidos en la ciudad por ser la típica familia perfecta. Pero las malas amistades y la necesidad de poder del señor Dunne, habían arruinado su vida.
Lo que nunca nadie se preguntó, es de dónde habían sacado tanta riqueza y lujos. ¿Por qué los niños Dunne iban a las mejores escuelas? ¿Por qué Anastasia siempre estaba rodeada de gente? ¿Por qué Aidan tenía a todos tras de él? ¿Por qué los Dunne nunca sufrieron de carencias económicas? Albus Dunne era la respuesta, afortunadamente su trabajo le daba lo necesario para vivir realmente bien. Pero el hombre, necesitaba más.
-Bien Albus ¿Cuánto pones? -preguntó el hombre al otro lado de la mesa
Albus Dunne estaba convencido que lo ganaría, era el mejor en las apuestas, así que decidió meterlo todo. Seguro de sí mismo se acomodó en su asiento y deslizó el dinero al centro de mesa.
Los hombres al otro lado de la mesa se miraron sorprendidos y le dedicaron una sonrisa ladina a Albus Dunne. Ellos también apostaron todo. El señor Dunne realmente no tenía la necesidad de hacer esta actividad, pero estaba cegado, en ese momento lo único que quería era más.
George Cowell, un viejo de ojos azules que envidiaba la suerte de Albus era el que en ese momento le quitaría todo, o eso creía. Las piezas del tablero de ajedrez empezaron a moverse rápidamente, George Cowell era un hombre inteligente y no se la iba dejar tan fácil al señor Dunne. Porque... si debes eliminar a los que te rodean para obtener tus ganancias ¿Moverías bien las piezas?
Albus y George observaban con atención a su oponente, sus ojos iba de una pieza a otra y su mente era un remolino de ansiedad en esos momentos. Por lo menos Albus Dunne estaba dispuesto a ganar, él necesitaba más de lo que ya tenía y lo iba a conseguir.
Obtener a través de la experiencia de apostar, no sólo dinero, sino la promesa de una brillante e intensa emoción, la esperanza de que algo excitante ocurrirá, el estímulo de un posible éxito. Todo eso sentía Albus Dunne, todo ello de un modo inmediato, sin el largo y agotador recorrido del esfuerzo diario y continuado. Aunque para su "buena suerte" Albus Dunne sí tuvo que trabajar duro para darle lo mejor a su familia, pero estaba deseoso por conseguir más.
Sabía que estaba perdiendo, Albus Dunne veía sus torres destruidas, sus caballos cansados y hace tiempo ya que no tiene a la reina en el tablero. Pero eso no iba a limitarlo.
De pronto, una de sus manos fue directo a su bolsillo, una pieza extra, sonrió mentalmente a su próximo movimiento. Cuando nadie lo vea, pondrá la pieza sobre el tablero... será un juego sucio pero ¿Cuándo no lo ha sido?
Con delicadeza saco a la reina de su bolsillo, tumbó una de las piezas de George y colocó a su reina. George lo observó con sorpresa y Albus Dunne sonrió victorioso.
-Jáque Mate -Dijo Albus Dunne con una sonrisa llena de venganza
George Cowell observó sorprendido a su oponente, Albus Dunne se levantó mientras recogía el dinero de la mesa para guardarlo en un maletín. George lo analizaba con detalle.
-Fue un verdadero placer hacer negocios contigo Cowell -Dijo Albus mientras colocaba el maletín a un lado de su cuerpo- Buenas noches
Y mostrando sus blancos y perfectos dientes dio media vuelta saliendo del lugar. George Cowell no era un hombre que engañaban fácilmente y lo sabía, su mirada estaba analizando cada uno de los movimientos de Albus Dunne, sonrió con malicia cuando una de las piezas de ajedrez había caído del maletín de Albus.
Había jugado sucio.
Albus Dunne se detuvo sin mirar atrás, colocó su mano libre en la abertura de su saco mientras sostenía un arma. Escuchó la silla moverse, sabía que era George.
-Albus, Albus, Albus... -Dijo el rubio con sarcasmo- creí que éramos amigos
-Pero claro que lo somos -contestó Albus aún sin voltear- hasta la muerte...
Antes de Albus Dunne pudiera salir del lugar, George le habló.
-Estás jugando con fuego Dunne, y eso se paga con lo que más te duele... -Dijo en tono fuerte
Albus ni siquiera lo miró, no le daban miedo sus amenazas. Por más reales que llegaran a ser.
-Las amenazas no funcionan conmigo Cowell, ya he estado en el infierno...
Y con esas últimas palabras Albus Dunne salió del lugar, sin siquiera pensar que la que próximamente viviría un infierno por el resto de su vida, sería su hija, su pequeña Anastasia Dunne.
Albus Dunne jugó sucio, y George Cowell lo dejó ir. La venganza cuesta, y muy caro... y más cuando le acabas de quitar una cantidad fuerte de dinero a través de las trampas. La venganza es dulce, y la venganza es un plato que se sirve frío.
En los códigos más antiguos ya se hablaba de "ojo por ojo, diente por diente". Si los han pisoteado, él tiene derecho también de pisotear. Y no, en lugar de entrenarse en una venganza que lo igualaría a sus atacantes, es decir, que lo ubicaría en el mismo nivel que los agresores, lo que hace es ponerse por encima, elevarse, entrenarse más en actos sublimes que dejan en claro su altura inalcanzable.
Albus Dunne sí era un hombre inalcanzable, y George Cowell había sido pisoteado. Pero no iba dejarlo así, iba vengarse de los Dunne por haber jugado sucio y humillarlo.
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𝐀𝐍𝐀𝐒𝐓𝐀𝐒𝐈𝐀 - 𝒈𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕 𝒃𝒍𝒚𝒕𝒉𝒆
FanficAnastasia Dunne nunca le había hecho falta nada, siempre había sido una niña que destacaba por su belleza y su hermosa sonrisa. Lamentablemente no por tener buen apellido y una gran familia, significaba que no sufría: "El dinero no te libra de un da...