Anastasia Dunne nunca le había hecho falta nada, siempre había sido una niña que destacaba por su belleza y su hermosa sonrisa. Lamentablemente no por tener buen apellido y una gran familia, significaba que no sufría: "El dinero no te libra de un da...
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Brooklyn; New York, 1890
Aidan Dunne estaba sentado fuera de la habitación de su hermana, hace tan solo dos días Anastasia había sido abusada. El joven lloraba todo el tiempo, arrepintiéndose de no haber podido ayudar a su hermanita.
Se veía más delgado, tenía ojeras, sus manos se volvieron frías, su rubio cabello ya no brillaba como antes, ni tampoco sonreía y sus ojos... sus preciosos ojos azules estaban apagados.
El joven aguantaba los sollozos para no despertar a la pequeña Anastasia, abrazaba sus piernas y ponía su cabeza entre ellas para retener su dolor.
Él sabía que tenía que ser fuerte para su hermana, aunque ahora la pobre chica no quería ver a nadie. Aidan la escuchaba llorar por las noches pero no se atrevía abrir la puerta para consolarla, tenía miedo del miedo.
Miedo del terror que Anastasia pudiera sentir cuando lo viera. Que horrible es ese sentimiento, saber que alguien de tu familia está rota, que tú no pudiste hacer nada para protegerla.
Aidan no tiene la más mínima idea de cómo decirle a Anastasia tantas cosas, no sabe cómo empezar, después de tan desagradable situación no se le hace difícil compartir momentos a lado de su hermana.
El joven se levantó de un salto y caminó fuera de su casa, su respiración se agitó así que mientras avanzaba se soltaba poco a poco la corbata de su cuello. Se removió el cabello y sus manos se volvieron puños...
Cayó al suelo rompiéndose. Estaba tan cansado, por más que intentaba estar fuerte para su familia y la pequeña Anastasia el joven se sentía culpable. Todo era un caos.
El cielo se le apagó, ya no es azul, no brilla, se extinguió, ahora es gris, su pequeño pedacito de cielo de nombre Anastasia se había oscurecido.
Los trazos sobre el papel se volvieron oscuros, porque no hay nadie alrededor de Aidan que pueda proporcionarle luz. Los Dunne eran una familia, pero todos caminaban solos... sin rumbo, llorando entre las sombras, acariciando tenuemente su tristeza.
Aidan Dunne se encuentra perdido, agotado de la realidad, exhausto de no encontrar el rumbo de la felicidad. Aidan Dunne no se encuentra, no es él, no se siente él.
No ha dejado de contener llantos, los calma cuando Anastasia está cerca, pero mientras... su alma se sigue quebrando, él llora, al saber que todas las noches de insomnio están llenas de dolor y culpa.
Aidan Dunne era como un huracán que había pasado por su corazón, estaba roto, absolutamente roto. A él lo podían hacer mierda todos los que quisieran, él estaba preparado para cierto tipo de críticas... pero su pequeña hermana no.
Trataba de ser fuerte, de ignorar el dolor que sentía porque sabía que él de Anastasia era peor. Pero simplemente no podía, en ese momento se centró tanto en su dolor que hasta olvidó cómo respirar en un ambiente de felicidad.
Aidan aún no entiende por qué la vida le había puesto esa prueba tan difícil a su familia, el dolor aún no le enseñaba nada, pero el joven iba esperar pacientemente la lección de vida que les llegaría. Aidan Dunne iba dar todo de él por mantener sana y buena la relación con su familia, con Anastasia, porque ahí entendió que gran parte de lo que lo hace feliz es ver a su hermanita sonriendo y el joven iba hacer todo por sacarla adelante.
A sus espaldas se encontraba Anastasia, su cabello estaba despeinado, sus ojos rojos y su rostro cansado. Ella también escuchaba los llantos de su hermano cuando estaba fuera de su habitación, la chica notó como Aidan se derrumbó y se acercó a él.
Aidan notó la presencia de su hermana, ambos se miraron a los ojos y se abrazaron rápidamente. Anastasia también empezó a llorar, pero no por lo que había vivido... sino por todo el dolor que expresaba su hermano a través de las lágrimas.
-Perdóname pequeña -el joven sollozaba en su hombro- por favor perdóname...
Anastasia cerró los ojos con fuerza mientras que con sus pequeñas manos despeinaba el cabello de Aidan.
-No fue tu culpa, Aidan -dijo la pequeña con la voz entrecortada
Anastasia se separó un poco para mirar a su hermano, lo tomó de las mejillas y dejó un rastro de besos en ellas. Se miraron a los ojos, ambos hermanos ya tenían los ojos hinchados y no se podían ver con claridad.
-Seremos fuertes -Dijo Anastasia
-Juntos -Completó Aidan
Ambos sabían que donde quiera que estuvieran; sea el cielo, las estrellas o en los árboles, estaban seguros de que su amor nunca iba a desaparecer.
No importaba el tiempo, ni todas las fuertes pruebas que venían para ambos, ellos siempre iban a amarse por el resto de su vida.
-Aidan... -llamó Anastasia
Su hermano la miró esperando que la pequeña siguiera
-¿Qué es el amor? -el joven sonrió con ternura mientras sostenía más fuerte a su hermana
-El amor... -Aidan lo pensó, después miró a Anastasia- El amor es cuando cada día entras a mi habitación a robarme mis chocolates -la pequeña rio- y yo, aún así los sigo dejando siempre en el mismo sitio para ti todos los días...
Los hermanos volvieron a abrazarse, el chico sonrió. Aidan Dunne se sentía el joven más afortunado del mundo por tener en su vida a su pequeña luz, su pequeña Anastasia Dunne.