Damián Webster.
Nadie dice nada, Amelie no hace más que llorar y Hansel no se despega de ella un solo segundo. Me quedo en mi lugar, mirando con atención a la mujer con bata blanca que lucha para no hacer contacto visual conmigo, mientras en mi cabeza los sentidos permanecen aturdidos.
¿Prepararse para lo peor? ¡No! ¡Primero la mato a ella!
La mujer sin más y con los ojos fijos en el suelo susurra un débil «lo siento» antes de emprender marcha al tiempo que hago ademán de seguirla para exigirle que me lleve al lugar dónde la tienen. Pero sin verlo venir, termino con las palmas de las manos de Hansel en mi pecho, echándome hacia atrás con fuerza.
La mujer se escabulle sin darse cuenta de lo que pasa trás ella y se pierde por la misma puerta que restrigen el paso de los visitantes.
Las emociones colisionan fusionándose en una sola; ira. Una rabia inconmensurable que se centra en el maldito hijo de perra frente a mí.
Con rabia abofeteo sus brazos para quitar sus manos de mi pecho, y luego soy yo quien lo empuja.
—Déjate de estupideces y ve a la silla.— pide con los ojos llorosos y señalando la ilera de sillas metálicas detrás de mí.
Un empujón seguido de un puñetazo en la boca es la respuesta que recibe de mi parte. La rabia me ciega, el sinsabor que dejó la noticia de Carmen me amarga y necesito sacar la rabia que me arde el pecho.
Necesito sacar el dolor que me ahoga y volver a ser yo, volver a ser el maldito hijo de puta al que nada le afecta.
Siento mi rostro mojarse con lágrimas cargadas de irá mientras mis puños siguen buscando la forma de liberar la presión que amenaza con estallarme las venas, en el rostro de Hansel. Él no dura mucho en reaccionar y me devuelve el golpe haciendo que los jadeos de horror de las otras personas en la sala lleguen a mis oídos.
Dirige su puño una vez más a mi rostro, pero está vez soy más rápido e interpongo el ante brazo logrando frenar el suyo y con el puño izquierdo golpeo su abdomen con todas mis fuerzas, logrando sacarle el aire, provocando así que se encorve un poco mientras se aleja un par de pasos hacia atrás.
Me acerco para seguir descargando la ira en él, pero entonces su mujer se me cruza y la ira se acrecenta muchísimo más.
—¡Ya déjalo! ¡Basta!— solloza.— ¡Vete de aquí...!
—¡Es mi maldita mujer la que está allá dentro!— le grito furioso, haciendo que de unos pasos hacia atrás.— ¡Lárgate tú, maldita alcahueta...!
Un golpe seco me hace callar y perder el equilibrio por un segundo; Hansel vuelve a golpearme y con los ojos oscurecidos de furia me estrella contra la pared más cercana, presionando mi garganta con su antebrazo.
—Te mato la próxima vez que le grites o insultes a mi mujer.— sentencia en mi rostro con la mandíbula apretada.
—Tú también eres una maldita escoria,— refuto.— era mi hijo...— aprieto los labios tratando de no perder el control.— Era mi bebé. El bebé que se murió antes de que pudiera saber que existía.
Suelto aire sin poder contener las ganas de destruir todo a mi alrededor.
—Por tu culpa.— sentencia y congeló mi mirada sobre la suya.— Tú lo mataste.— me suelta y aprieto los puños mientras siento mi sangre pasearse con tanta rapidez que mis oídos zumban.— Esto— engloba el lugar con los brazos y la mirada cargada de rabia, tristeza y dolor.— es gracias al gran rey.
No me muevo de mi lugar, no dejo de mirarlo e interiormente lucho para no asesinarlo a golpes.
—La vida te está cobrando de apoco todo lo que debes,— prosigue.— Mataste a tu hijo, a tu sangre. Le quitaste a un bebé... A tu bebé la vida que ni siquiera pudo ver.— se limpia el rostro y mi respiración empieza a entrecortarse producto del millón de débiles y malas emociones.— A la mujer que se aferró a tí como sí fueses lo mejor que le pasó en la vida, la que dejó todo por tí. La mujer que cuidó de tí aún cuando no podía ni con ella misma, la que a pesar de desplantes, malos tratos, rechazos y peligros, no se fué, no te dejó, esa que más que cualquier otra se merecía toda tu atención y devoción, mira como terminó;— toma aire y niega.— Muerta gracias al hombre que crío desde que era un maldito recién nacido.

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Mil pedazos.
De TodoPromesas sin cumplir. Un profundo vacío. Un amor obligado a terminar. Lágrimas de dolor. Una hija por quién seguir. Y el alma en mil pedazos. Eso fué lo qué Damián dejó a Ámbar en el momento exacto en que su corazón dejó de latir. Él llegó a ella pa...