—Ayúdame con esto.— le digo pasándole mi bolso. Mira la cartera y luego vuelve a mis ojos con el ceño fruncido y una mirada de reproche.— Por favor.— hago énfasis.
—Estoy cargado.— me dice, le echo una mirada rápida y si, está cargado, no sólo lleva a Mía en sus brazos, síno también su bolso de viaje y el mío, pero igual tiene espacio para un bolso más pequeño.—No llevas nada, ¿Por qué quieres qué lo lleve?
—Iré por un café, será rápido.— finalmente hace una mueca y asiento estirando su mano para tomar mi bolso.— espérame en la puerta, Cam dijo qué estaría afuera.
Sin más empiezo a caminar hasta la máquina de café no muy lejos de nuestro lugar.
—¡No tardes!— levanta la voz a mis espaldas y le dirijo una mirada rápida por encima del hombro.
Esbozo una débil sonrisa y sigo mi camino mirando al frente. Después de nuestra conversación en el avión pareció que entre nosotros la gran muralla que nos separaba se fué rompiendo poco a poco, pero aún así las cosas respecto a nuestra relación no habían cambiado. Hacía falta más qué sólo disculpas, quizás un poco más de tiempo para que las heridas aún abiertas terminarán de cerrarse, hacía falta primero aclararle las cosas a la persona que había estado conmigo en los últimos años.
Terminaría mi relación con Tristán a mi regreso.
Pero eso no significa mi regreso con Damián, sí voy a acabar lo que tengo con Tristán, es sólo y únicamente porqué se me hace una muy mala jugada de mi parte seguir manteniéndolo en medio de algo a lo que no pertenece. Es feo admitirlo, pero es la verdad; al regreso de Damián, me aferré a Tris sólo con el fin de no caer de nuevo ante el rubio, lo usé como un escudo para protegerme del amor que aún sé que siento por Damián.
Soy una egoísta, y lo acepto, pero que haya pensado sólo en mí, no significa qué no lo quiera. Tristán en definitiva ha sabido ganarse mi cariño, y lo quiero tanto como querrías a una persona que ha estado contigo siempre, como querrías a un buen amigo. Por ello es qué me siento como una mierda al recordar lo hija de puta que he sido con él.
Pero... Todos alguna vez hemos hechos cosas malas ¿No? La mayoría de las personas pensamos primero en nosotros mismos antes que en otros ¿No es así? Es una realidad, y nadie puede decir lo contrario.
Llego a la máquina de café, tomo el mío y vuelvo sobre mis pies. Doy un sorbo a mi bebida y desde mi lugar observo a Damián parado junto a la puerta.
Suelto un suspiro.
Después de sus explicaciones quería que le dijera qué regresaría a la mansión con él, qué olvidará todo y fuéramos de nuevo una familia unida, pero ante mi respuesta se enojó tanto que me hizo la ley del hielo hasta unos pocos minutos antes de aterrizar. Cree que las cosas son así de fáciles, que con sólo pedir disculpas ya todo está solucionado, y aunque viniendo de él las disculpas eran un gran paso, yo seguía pensando que hacía falta mucho más que sólo eso. En cambio él pensaba que era más que suficiente, y enojado me dijo que ya no iba a rogarme nada más, y qué por mi culpa nuestra familia se iría a la mierda.
En ese instante comprobé qué; de Damián lindo y gentil nunca habría más de diez minutos, en cambio del hostil, arrogante e imbécil, habría más que años.
—Tardaste mucho.— se queja junto a un gruñido cuando cruzo las puertas automáticas del aeropuerto repleto de personas.
—Sólo fuí, tomé el café y regresé.— digo con calma buscando por todo el aparcamiento el rostro de mi amigo, pero la multitud de personas caminando de un lado a otro es tan espesa que no me permite lograr mi objetivo.
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Mil pedazos.
AléatoirePromesas sin cumplir. Un profundo vacío. Un amor obligado a terminar. Lágrimas de dolor. Una hija por quién seguir. Y el alma en mil pedazos. Eso fué lo qué Damián dejó a Ámbar en el momento exacto en que su corazón dejó de latir. Él llegó a ella pa...