Abril, 23
Damián Webster.
Vuelvo a mirar el reloj en mi muñeca; ocho y cuarenta de la mañana. Suelto un suspiro silencioso, dejo descansar mi codo de la superficie del escritorio y con mis dedos presiono el puente de mi nariz.
—Si. Si, Hansel, no me importa.— digo de mala manera al auricular del teléfono pegado a mi oreja.
—¡Te estás volviendo loco!-exclama enojado, del otro lado de la línea.—¡Te dije que no fueras! ¿Te has dado cuenta que acabas de empeorar las cosas?
—¡Es mi problema, Hansel, maldición!—gruño y él también lo hace.— Además recuerdo haberte escuchado jurar que no volverías a tocar el tema.
Suelta un suspiro y yo pongo los ojos en blanco.
—Cierto, eso dije.— habla con algo de enojo.— Pero... ¿Amigo, en serio estás dispuesto a enfrentarte al sistema legal...?
—Si, ya te lo he dejado claro.— no lo entiendo, se comporta como sí verdaderamente fuera un problema, como sí no supiera lo fácil que es pagarle a todos esos malditos para que al final salga ganando yo, y los malditos periodistas dejen de dañar mi imagen pública.—Así que por favor ya basta.
—Es tu decisión, sí no te preocupas tú por lo que puedes perder... ¿Por qué he de hacerlo yo?— frunzo el ceño algo confundido ¿De que carajos habla? ¿Qué es lo que puedo perder? ¿Un par de millones para sobornar?
Cansado del tema y de su negatividad, suelto un suspiro y giro en la silla que hace años no usaba, para mirar la enorme ciudad a través de las paredes de cristal.
—Bien.— corto el tema sin ganas de darle más vueltas, e indago en uno que me interesa más:— ¿Ya me dirás dónde vive?— lo escucho soltar un suspiro de hastío.
—Te lo dije en el colegio de los niños,—dice y aprieto los labios con enojo. A ambos nos correspondió llevar a nuestros hijos al colegio, estando allí nos encontramos, le pedí algo y lo único que hizo fué cuestionarme, subirse a su auto e irse enojado y advirtiéndome de no venir a la empresa.—y te lo diré ahora: No voy a darte la dirección de Reeves.— Suelto una maldición.
—Vaya...—digo con calma pero mostrando en mi voz todo el rencor que su negativa me produce.—Te has vuelto un traidor también.— se ríe amargamente.- Te recuerdo, hijo de puta, que yo soy tu amigo, que crecimos como hermanos, y que ese desgraciado ni siquiera te agrada.
—No ha hecho nada malo, imbécil.—responde en su defensa y no puedo evitar abrir levemente los labios en un claro gesto sorpresa y enojo.—Y sé qué tan pronto te diga dónde vive, no vas a esperar un solo segundo en ir a asesinarlo...
—¿No ha hecho nada malo, cabron de mierda?— pregunto ofendido y disgustado.— ¿Te parece "Nada malo" que se quiera quedar con MI mujer?— lo escucho soltar un suspiro de impaciencia, y antes de que vuelva a hablar, continúo.—¿Sabes qué, amigo?— hago énfasis en la última palabra.- Ya no quiero de tu ayuda, yo solo voy a conseguir la dirección, yo solo iré a matarlo y te enviaré una foto para que veas que no necesito de tu ayuda para asesinarlo...
—¿Qué carajos pasa contigo, hijo de puta?— gruño por sus palabras y vuelvo a moverme en la silla giratoria hasta quedar nuevamente frente al escritorio.—Te acabas de presentar ante los malditos periodistas, los cuales están segurísimos que eres un mafioso,—hago una mueca de hastío y fijo mis ojos en la computadora que aún está apagada.—ahora dime tú ¿Qué sucederá cuando después de la "resurrección" de Damián Webster, casualmente aparece el cadáver del hombre que ha estado con su esposa?—Maldito hijo de puta. Gruño con rabia y aprieto mi mandíbula con fuerza.— Amigo, en este momento estás en el ojo público, las personas que no se comieron el cuento de lo sucedido en la bodega no van a descansar hasta que seas juzgado, y sí Tristán Reeves muere, no habrá nadie en el mundo que pueda salvarte el culo.
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Mil pedazos.
AléatoirePromesas sin cumplir. Un profundo vacío. Un amor obligado a terminar. Lágrimas de dolor. Una hija por quién seguir. Y el alma en mil pedazos. Eso fué lo qué Damián dejó a Ámbar en el momento exacto en que su corazón dejó de latir. Él llegó a ella pa...