La hora de la cena llega y algo atrasados los tres bajamos al recibidor. Había hablado con Hansel, le dije que Tristán se uniría a nuestra cena y que no era necesario que viniera por nosotras, pues, la idea en primer lugar era irnos los cinco en un solo auto.
—¿A dónde?—pregunta Tristán antes de arrancar el auto aún estacionado frente al edificio.
Echo un vistazo hacia la parte trasera del auto sólo para ver a Mía sentada en su sillita mientras jugaba algún juego en la tablet con funda de princesas.
—McDonald's— respondo simple y él gira para mirarme contrariado.
—¿McDonald's?— pregunta haciendo una mueca y asiento.—¿Vas a celebrar tu cumpleaños en McDonald's?— pregunta nuevamente como sí no pudiese creerlo.
Asiento por segunda vez.
—Los niños eligieron el lugar— sonrío— será divertido.— él ríe algo contrariado y arranca el auto.
En minutos nos vemos rodeados por las luces nocturnas de Seattle, autos que se mueven en direcciones contrarias y un ambiente agradable. Ninguno de los dos hablamos, ambos estamos sumidos en nuestros pensamientos y Mía en su juego.
Por un momento me permito pensar en Damián, en lo distinto que fuera todo si él estuviera con nosotras, si fuera él quien conduciera el auto en esté momento y no Tris.
Muchas cosas serían diferentes sí el siguiera aquí; quizás nunca hubiese entrado de nuevo a la universidad, quizás nunca me hubiera graduado como lo hice hace un par de meses, quizás seguiría encerrada en una mansión dedicándome únicamente a Mía y a ser feliz junto a mi familia.
Sin duda su muerte sería uno de los sucesos más dolorosos de mi vida, pero está más que claro que sí eso no hubiese sucedido yo no sería ni de asomó la mujer que soy hoy en día. Y no lo sé, quizás estoy loca, pero preferiría mil veces seguir siendo una idiota inservible si con eso consigo que viva, que esté conmigo y con mi hija.
—He estado pensando— la voz de Tristán me hace salir de mis pensamientos y girar para mirarlo.—Me gustaría que vinieras junto a Mía a mi casa esté fin de semana—frunzo el ceño—así los niños las conocen más, y ya sabes...
—¿Nosotras?- pregunto como si hubiera escuchado mal, él asiente.—No lo sé, Tris, no me parece una buena idea—conocía a los niños; Thomas y Adrien tenían siete y seis años, eran muy lindos y educados, los ví una o quizás dos veces—Hace mucho que no estás con ellos a solas, quizás lo menos que quieran sea tener que compartirte.
—Tienes razón—asiente entrando al aparcamiento del restaurante infantil.—Entonces por lo menos acepta una invitación a cenar con nosotros el viernes por la noche—propone galante y yo río.
—Por supuesto—acepto y él apaga el motor del vehículo.—Allí estaremos.
Sonríe complacido y abre su puerta, yo imito su acción, tomó mi bolso y lo cuelgo en mi hombro. Antes de que yo pueda hacerlo él abre la puerta de Mía y segundos después la saca del interior del auto y cierra la puerta trasera. Empezamos a caminar al interior del restaurante los tres juntos.
—Mamá—se estira en los brazos de Tristán con los brazos extendidos hacia a mí para que sea yo quien la cargue, y eso hago.
El interior del lugar está algo vacío, pues es lunes por la noche y es muy poco probable que los padres traigan a sus niños a McDonald's un día de semana. Sólo dos mesas están siendo ocupadas y de una de ellas Amelie se levanta y nos saluda para que los miremos. Sonrío y junto a Tristán avanzamos entre las mesas hasta llegar a la suya, que está frente a la pared de cristal con vista a los juegos para niños.

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Mil pedazos.
AléatoirePromesas sin cumplir. Un profundo vacío. Un amor obligado a terminar. Lágrimas de dolor. Una hija por quién seguir. Y el alma en mil pedazos. Eso fué lo qué Damián dejó a Ámbar en el momento exacto en que su corazón dejó de latir. Él llegó a ella pa...