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Y aquí estaba yo; sentada sobre tapa del retrete con tres test de embarazo caseros en las manos y esperando a que se tomaran su tiempo para darme un resultado, mientras qué bajo el umbral de la puerta, estaba la bestia mirándome con todo el odio que alguien pudiese reflejar con sólo mirar.

Me sentía como una adolescente haciéndose la prueba de embarazo frente a su enojado padre, quién pareciera estar esperando los resultados del test para decidir sí matar a su hija o dejarla vivir. No me había vuelto a dirigir la palabra, y no se había ido desde que lo descubrí escuchando mi conversación con Amelie.

Después de nuestra pequeña pelea, caminó a la puerta, pensé que se iría pero lo que hizo fué abrir y pararse bajo el umbral para llamar a gritos el nombre de una de las tres únicas empleadas. El hijo de puta gritó a todo pulmón por el pasillo, y ordenó a la chica que ni siquiera llegué a ver, qué fuera por pruebas de embarazo y llamara a no sé quién.

Después de eso estuvimos una hora encerrados en la misma habitación, en silencio, nadie le dirigió la palabra a nadie, y lo único que percibía eran sus miradas llenas de furia. Finalmente la puerta sonó y él abrió, la chica le entrego tres cajitas de distintas marcas y le dijo algo antes de que él cerrara la puerta en su cara, viniera a mí, me tomara del brazo y me trajera al baño casi a rastras.

Ni siquiera salió cuando tuve que hacerme las pruebas, se quedó ahí mismo mirando hasta de qué color era mi orina.

Suelto un suspiro de impaciencia y empiezo a mover mi pierna en vago intento de disipar la ansiedad que me provoca la espera. Deseo con todo mi ser que no sea cierto, no quiero otro hijo, no quiero tener un bebé, significa mucho, mucha presión, sí esto resulta ser cierto Tristán me presionará aún más, no me dará ni siquiera un segundo para respirar, por otro lado tendré muchísimos más problemas con Damián, se volverá loco y aunque no me voy a dejar amedrentar por él, sé que es capaz de mucho.

Levanto mi cara y pongo mis ojos en él, me sigue mirando con odio desde su lugar, y no se preocupa por hacerme ver lo contrario o por desviar la mirada cuando mis ojos caen sobre él. Es capaz de hacer lo que dijo hace un rato, está tan mal de la cabeza que prefiere que lo odié de verdad, prefiere vivir sabiendo qué lo odio más que a nada en el mundo, en lugar de verme tener un hijo de otro, un hijo que no sea de él.

Quito los ojos de él y los pongo en la pared blanca frente a mí.

¿Como pude enamorarme tan estúpidamente de un hombre como él? Yo era totalmente diferente a él ¡Maldición, que era un verdadero ángel delante de él!

Cierro los ojos con fuerza y vuelvo a bajar la cabeza, suelto aire cuidadosamente y abro los ojos con el corazón acelerado por la incertidumbre de saber finalmente sí hay o no un bebé de Tristán en mi vientre.

Mi corazón se detiene y por un momento creo que estoy viendo mal, por lo qué parpadeo un par de veces y acerco el test lo más que puedo a mis ojos.

Una rayita.

Sonrío, no estoy embarazada, o por lo menos eso dice la primera prueba. En un abrir y cerrar de ojos la mano del rubio arrebata de las mías el pequeño pedazo de plástico y desde mi lugar veo como fija sus ojos en test. No hace nada, su expresión sigue siendo la misma aún cuando mira que no hay nada en mi vientre.

-Las otras- señala con el índice de la mano que sostiene el test, las otras pruebas en mis manos.

Se queda parado frente a mí, ya no se va, así que después de rodar mis ojos con desdén en su dirección me fijo en la siguiente: una rayita, mi sonrisa vuelve al mismo tiempo qué de nuevo su mano arreba la prueba de la mía. Analiza la prueba con el ceño fruncido hasta que finalmente se asegura que es negativa y la une con la otra en su mano.

Mil pedazos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora