Abril, 15
Despierto sobresaltada por un pequeño y lejano ruido, Damián está sobre mí y a penas se mueve por el movimiento brusco que hice al despertar. Con el ceño fruncido miro la habitación en la que nos encontramos y luego a él con la cara hundida en mis pechos. Hace mucho que no lo sentía así, ya hasta había olvidado como se sentía dormir con su cuerpo encima del mío.
Extrañaba tanto estó, pese a que dormir con él era un verdadero tormento, extrañaba sentirlo subirse y bajarse de mí, extrañaba sus patadas, sus abrazos y su inquietud a la hora de dormir. Por inercia y costumbre una de mis manos va direccto a su cabeza y empieza a acariciar, mientras mis ojos buscan el pequeño reloj digital en la mesita de noche de la habitación de invitados.
Las dos de la mañana, sólo una hora he dormido. Suelto un suspiro al mismo tiempo qué otro ruido llega a mis oídos, frunzo el ceño y automáticamente los movimientos de mi mano en la cabeza del rubio cesan, me pongo alerta y por unos segundos dejo de respirar tratando así de poner la suficiente atención a lo que mis oídos escuchan.
Pasan unos largos segundos y cuando estoy a punto de rendirme y volver a intentar dormir, un ruido más fuerte hace que mi corazón se acelere. Con mis ojos fijos en la puerta, doy golpecitos en el hombro de Damián para que despierte, pero el hijo de puta ni se mueve.
—Damián— susurro e intento bajarlo de mí, pero aún adormilado me impide poder seguir moviendome.— Damián, despierta— uso mis manos para que despierte y él sólo frunce el ceño, entierro mis uñas en su hombro y empieza a removerse— Joder, Damián, despierta.
—Dejame en paz,— balbucea ronco.— estoy dormido.— en otro momento me hubieran dado risa sus estúpidas palabras, pero opto mejor por aprovechar que va a moverse, y usando todas mis fuerzas lo tiró a la cama.
Cae boca arriba y frunce el ceño con enojo, pero no abre los ojos.
—Vamos, imbécil, despierta.— intenta subirse nuevamente sobre mí, pero ya me he incorporado hasta quedar sentada, por lo qué se ve obligado a dejar su cabeza sobre mis piernas.— Damián, hay ruidos, levántate.
—Son los guardias, acuéstate.— y pone su palma abierta en mi pecho e intenta empujarme hacia atrás.
Entonces y antes de que pueda lograr su objetivo el sonido de un cristal haciéndose añicos en el suelo, nos alerta. Quita su mano de mi pecho y levanta la cabeza de mis piernas, para luego fijar su vista en la puerta cerrada. Mis ojos se han abierto con terror y mi corazón empezó a latir con más velocidad.
Siento que el tiempo que nos quedamos paralizados se hace eterno, hasta que él reacciona y se baja de inmediato.
—Vistete— ordena en mi dirección y me bajo de la cama, mi pantys está roto a un lado de la misma y gracias a la oscuridad no puedo ver dónde está mi albornoz.— apúrate, joder.— se exaspera.
—No me digas que hacer, maldito.— le digo mientras lo veo ponerse el bóxer.—No... no sé dónde está...
Camina con rapidez hacia la puerta y luego siento que me lanza algo en la cara, a duras penas distingo que es mi albornoz, así que de inmediato y sin fijarme sí está al revés o no, me lo pongo. Él por otro lado busca el suyo y se lo pone.

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Mil pedazos.
RandomPromesas sin cumplir. Un profundo vacío. Un amor obligado a terminar. Lágrimas de dolor. Una hija por quién seguir. Y el alma en mil pedazos. Eso fué lo qué Damián dejó a Ámbar en el momento exacto en que su corazón dejó de latir. Él llegó a ella pa...