52

9.7K 851 323
                                    





Damián Webster.

—¡Lo quiero muerto!— grito una vez más para ver sí de esta manera logra entender lo que tanto me ha estado impidiendo hacer.— ¡Ya! ¡No después, no mañana! ¡Ahora mismo quiero ver a ese infeliz arrodillado ante mí pidiendo piedad mientras le desgarro la piel!.

Niega. No se inmuta ni un poco ante mis gritos autoritarios, iracundos y demandantes. Está parado del otro lado del escritorio, camina de un lado a otro mientras niega con la cabeza, mientras intenta convencerme de que debo desistir de la idea.

¡Pero no más! Ya estoy cansado de esperar, de quedarme como un maldito idiota viendo como terminan de arrebatarme a mi familia. 

Desde que llegamos y nos aseguramos que los niños estuvieran entretenidos en el jardín con dos de las empleadas a su cuidado, hemos estado discutiendo este tema.

¡Y ya no había porqué retrasar lo que durante meses he estado conteniendome por hacer! ¡Pero él seguía tratando de convencerme para seguir retrasando todo!

—No.— dice tejante, plantandose frente a mí.— No podemos...

—¡Sí podemos, maldita sea...!

—¡Qué no!— me interrumpe igualando mi tono.— ¡¿Es que acaso Australia ha acabado con tu inteligencia y sentido común?!— pregunta, haciendo referencia a todas las veces que me ha dicho que no soy el mismo desde que me fuí de Seattle hace cuatro años.

Furioso salgo del encierro que me hace el escritorio y la pared a mis espaldas. No me acerco a él, no lo miro, y simplemente paso de largo hasta llegar al minibar y servirme un trago.

—Apenas hoy te han dado libertad de cualquier cargo en tu contra.— me recuerda volviendo a mostrarse calmado. Mientras yo bebo de mi vaso de alcohol y siento que cada gota del mismo aumenta la rabia.— Y ya enviaste a Reeves de nuevo al hospital, ¿Quién crees que será el primer acusado sí le pasa algo?

Cierro los ojos con fuerza para reprimir las ganas de girarme e irme contra él por haberse convertido en un maldito obstáculo.

—¿Desde hace cuánto te importa sí me acusan o no?— pregunto tratando de sonar lo más calmado posible.—¿Si recuerdas que le pagamos a Richards? ¿Qué acabamos de pagarle al jurado para que de una vez por todas me dejaran en paz y concluyeran el juicio?— no obtengo respuesta de su parte por lo que con el vaso de cristal en mi mano, me giro para encontrarme con su mirada neutra.— ¿Qué puede impedirnos volver a hacer eso en dado caso que quieran veni a joderme un vez más?

Con frustración se pasa la mano por el cabello, logrando así desordenarlo. Sus pies vuelven a moverse por el gran espacio despejado del estudio, mostrando en cada gesto la impotencia y frustración que siente.

—Sabes que eres un empresario a nivel mundial ¿No?— habla sin mirarme y detenerse, eso me confirma lo que recién empecé a sospechar: No quiere matarlo.— ¿Tienes una puta idea de lo mucho que un juicio por asesinatos y narcotráfico en tu contra afecta el negocio? ¿Tu imágen? ¿Reputación? ¡Vamos a perder mucho más de lo que de por sí hemos perdido, sí nuevamente y a tan poco tiempo te vinculan con delitos graves!

Le importa una mierda todo eso, le importa una maldita mierda, la imagen, la reputación, el maldito negocio. Perfectamente sabe que no necesitamos de nadie ni nada para seguir llenando nuestras cuentas bancarias.

Sólo son excusas. Puras malditas excusas para no decirme a la cara que no le agrada la idea de matar a los dos malditos gusanos que en pocos meses han hecho de mi vida una mierda.

Mil pedazos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora