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Releo el mensaje en mi celular una vez más y suelto aire con pesadez antes de volver a levantar la mirada y mirarme atentamente en el espejo del lavado. Aunque el fallo del juez no había sido del todo malo, la verdad es que los cinco salimos de sala de juicios, tensos y aún con los nervios de puntas.

Y trás eso Hansel propuso ir por algo de beber y así fué como junto al abogado, estuvimos en un restaurante hablando de lo siguiente que harían para que el fallo final y definitivo del juez, fuera a nuestro favor. Al salir de allí el abogado se despidió alegando que se encargaría personalmente de la auditoría para comprobar que las empresas no eran una lavadora de dinero sucio. Hansel y Lie también se marcharon a su casa y Damián y yo nos vinimos al apartamento.

Al llegar aquí no volvimos a tocar el tema, claramente estaba el hecho de que habíamos tenido suficiente de charlas legales, presión y frustración por hoy.

Al llegar a casa, no hicimos más qué compartir el tiempo con nuestra hija, hasta que la hora de la cena llegó, y mientras yo preparaba la comida, él se encargaba de duchar y preparar a Mía para que después de cenar se fuera directo a la cama. Todo seguía bien, dentro de lo que cabe, cenamos en un ambiente relajado y entre risas gracias a las ocurrentes palabras de la pequeña rubia.

Al terminar la cena le encargué lavar los platos sucios, aunque era muy probable que los dejará igual o peor. Él no hizo más que una mueca y al final terminó asintiendo en compañía de nuestra hija que enseguida se ofreció a ayudarlo. Yo por mi parte decidí dejarlos solos y ducharme.

Pensé qué finalmente este estresante día se acabaría, qué ya después del baño sólo tenía que ir y tumbarme sobre la cama hasta el día siguiente. Pero sería mucha suerte la mía sí el día hubiese acabado así de perfecto.

El mensaje de texto que se vislumbra en la pantalla del celular puesto sobre el lavado, lo afirmaba. Salí de la ducha sumergida en el tonto pensamiento descansar del todo el drama y la tensión, pero sólo tuve que mirar el maldito celular para darme cuenta de que no sería así.

Estoy frente al edificio, te ví llegar con tu esposo. Sólo quiero hablarte, por favor escúchame, no quiero causarte problemas, lo juro.

Desconocido.

Ya me sabía el número de memoria e indudablemente era Tristán. No quiero hacer esto, pero quizás es la única manera que me deje en paz y pueda alejarse antes de que Damián pueda enterarse de que ha sido él quien ha orquestado todo para que vaya a la cárcel.

Llevaba unos muy largos minutos parada frente al lavado, pensando en que era lo que debía hacer. Mi primer pensamiento coherente había sido llamar a Kenny y pedirle que prohibiera la entrada de Tristán al edificio, pero eso sería causar revuelo y en poco Damián estaría enterado, seguido a eso sabría perfectamente lo que estaba sucediendo y entonces no habría nada que pudiera hacer para salvar a Tris. También había pensado en bloquear el ascensor y asegurar la salida de emergencias, pero conocía a Tristán y quizás eso no pararía su insistencia para que hablase con él.

No tenía otra opción más que aceptar verlo, y aprovechar la ocasión para dejarle claro que debía alejarse de mí y de todo lo que estaba a mi alrededor.

Sin más que pensar tomo el celular en mis manos y tecleo rápidamente una respuesta:

Ahora no puedo, espera un par de horas.

Ámbar.

Trás recibir una inmediata afirmativa, borro los mensajes del celular y salgo del baño para vestirme con un short y una delgada camisa de tirantes. Dejo mi cabello suelto y decido bajar para intentar persuadir a Damián y Mía de ir a dormir, y así poder bajar y acabar con esto lo más pronto posible.

Mil pedazos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora