Damián Webster.
Nos miraba horrorizada, sus ojos iban de mi rostro al de nuestra hija con el pasmo más grande que estaba seguro que nunca antes había experimentado. Quise reír, pero sólo me quedé allí con una sonrisa mirando su rostro mojado por lágrimas hasta que segundos después se desmayo por la impresión.
Antes de que caiga al piso vuelvo a sujetar su cintura y la pego a mi cuerpo. Miro a Hansel que con la mano en la parte de atrás de su cabeza empieza a reírse con burla.
—¿Mami? — llama mi bebé, pero su madre no responde y me mira a mí con el ceño fruncido.
—Está cansada— le respondo antes de que pregunte.
Asiente efusivamente.
—Es que corrió mucho en parque— dice y Hansel ríe más.
—Está bien— asiento y beso su mejilla, me siento jodidamente feliz de tenerla en mis brazos una vez más.— la voy a llevar a la cama, pero tu debes ir a almorzar, así que ve y busca a Joey— digo y ella asiente, ya sabe quién es Joey y también conoce la casa.
Hansel se acerca y la toma en sus brazos para dejarla en el piso, ella sin más sale corriendo mientras sus risas llenan cada rincón de la antes silenciosa casa.
—Me golpeó con fuerza, la condenada— dice sobándose la cabeza.
—¿Qué le hiciste?— pregunto cargando a Ámbar para volver a dejarla en la cama.— Te dije que esperaras a que despertara para que le explicaras antes de que yo apareciera, no que la asustaras.
Se ríe con fuerza y yo dejo a la divina rubia sobre el colchón para luego levantarme e ir al baño por alcohol.
—Yo sólo estaba divirtiéndome— se ríe tan fuerte que puedo escucharlo desde aquí— llevo más de dos horas sentado en ese sillón, ya necesitaba diversión— salgo del baño y lo miro mal— además, quien la asustó fuiste tú— acusa apuntandome con el dedo— y es que no todos los días los muertos se aparecen.
Se ríe.
—Jodete, hansel.— murmuro humedeciendo un trozo de algodón con alcohol.
—No puedo creer que me haya creído— dice con una risa burlona— hubieras visto su cara— más risa y luego una mueca de dolor.— Carajo, estoy sangrando— dice mirándose los dos dedos cubiertos de sangre, es mi turno de reír.— iré a que las empleadas me curen.
Y sale de la habitación sin dejar de reír.
—Vamos, maldita traidora, abre los ojos— susurro mientras paso el algodón por su nariz.— Así es— digo cuando hace una mueca por el fuerte olor.— eso, muy bien.
Sus coquetos ojos vuelven a abrirse y vuelvo a dibujar una sonrisa en mis labios, me levanto de la cama y camino al pie de la misma, para mirarla desde ahí. Está más rica que nunca la hija de puta, relamo mis labios y dejo de mirar su cuerpo para volver a sus ojos.
Está desorientada, mira todo a su alrededor buscando algo; buscándome a mí, y cuando por fin me encuentra, se queda paralizada, no dice nada, no hace nada, no hace más que mirarme con los ojos bien grandes, mira nuevamente a su alrededor para darse cuenta que estamos solos, como tantas veces en el pasado.
Cree que su cabeza le está jugando una mala pasada, cree que no soy real, sus ojos se humedecen y su labio inferior tiembla, cierra los ojos con fuerza y pone de medio lado en posición fetal, con un brazo se tapa aún más el rostro y empieza a balbucear cosas que no soy capaz de oír.

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Mil pedazos.
RandomPromesas sin cumplir. Un profundo vacío. Un amor obligado a terminar. Lágrimas de dolor. Una hija por quién seguir. Y el alma en mil pedazos. Eso fué lo qué Damián dejó a Ámbar en el momento exacto en que su corazón dejó de latir. Él llegó a ella pa...