—¡¿Que mierda haces, Damián?!— escucho gritar a Hansel, pero su voz a mis oídos llegaba muy baja. Supe entonces que me estaba pasando.— ¡Te dije que te quedaras en la cocina!
—¡No me jodas, Hansel! ¡No iba a quedarme en la maldita cocina viendo como dejabas que se fuera del edificio!
Empiezan a discutir mientras que a mí poco a poco el aire se me va. No estaba preparada para verlo, para sentirlo cerca un a vez más, sabía que un encuentro con él después de lo sucedido me sacaría de mí, tenía muy claro que un encuentro con él cuando apenas ha pasado menos de una hora y media, me haría perder totalmente el control de mí misma, el mismo control que aprendí a manejar gracias a él.
Desde aquella noche de invierno en las bodegas, desde aquel fatídico incendio en que los policías y todos dimos a Damián por muerto, que no había pasado por otro de estos agobiantes momentos.
Ellos seguían discutiendo y no fué hasta que me dejé caer sobre el piso que voltearon a mirarme. Hansel de inmediato se acerca a mí y quita de mis brazos el bolso de viaje y mi cartera.
—¡Mierda, mierda!— dice el pelinegro sin saber exactamente qué hacer.
Yo por mi parte intento recuperar la respiración por mí misma, pero lo encuentro tarea imposible cuando los recuerdos del accidente pasan por mi cabeza velozmente, se me hace aún más difícil cuándo puedo ver como los policías sacan los cuerpos sin vida de mis padres y hermano. Cuando de la nada una escena que a duras penas puedo definir como recuerdo aparece ante mí y puedo verme salir del hospital junto a la señora del orfanato, puedo sentir al igual que ahora, las lágrimas salir de mis ojos y mojar mis mejillas, de la nada y por inercia levanté la mirada y de inmediato choqué con unos ojos azules y profundos.
Mi corazón da un vuelco y provoca una punzada de dolor en mi pecho cuando logró reconocer aquella mirada.
El recuerdo se desvanece pero los mismo ojos, la misma mirada sigue aquí. Damián está parado frente a mí, me mira con atención mientras Hansel grita cosas que no soy capaz de escuchar. El oxígeno se niega cada vez más a llenar mis pulmones y ya casi me siento desfallecer.
—¡Mira lo que hiciste, imbécil!— le grita Hansel a su amigo mientras agita su mano en mi cara.— ¡Ámbar!— grita ahora en mi cara, como qué sí en lugar del aire fuera el sentido de audición el que me estuviera fallando.— ¡Mírame! ¡¿Bien?! ¡Voy a ayudarte!— gritaba todo esto mientras sus manos se movían sobre mí sin saber que hacer y sin ni siquiera tocarme.— ¡Todo es tu culpa!— vuelve a gritar nuevamente hacia Damián.— ¡Te dije que iba a estar muy alterada y que podía pasar esto sí te veía! ¡Pero nunca me haces caso, maldita sea!
Esta enojado con Damián, está preocupado por lo que pueda sucederme y al mismo tiempo los nervios e impotencia no lo dejan fijarse totalmente en una sola cosa, es por ello que insulta a su amigo mientras agita su mano en mi rostro, creyendo quizás que de esta manera me está ayudando.
Pero no lo hace, en su lugar logra desesperarme aún más, y es por ello que a punto de perder el conocimiento y utilizando muchísimas más fuerzas de las que ahora tengo, logro tomar la mano que agita en mi cara con las dos mías. De inmediato su atención se vuelca a mí y al notar por fin que su mano no ayudaba, abre sus ojos y parece desesperarse.
—¡Mierda, Damián pide al servicio que envíen una enfermera y llamen a una ambulancia!— deseo hablar y decirles que lo único que necesito es que se vayan, que desaparezcan por un buen rato, o toda la vida.— ¡Apresúrate, imbécil! ¡¿No ves que no respira?!
Dejé de mirar al frente porqué en lugar de relajarme, que era lo que necesitaba, lo único que conseguía era ponerme aún más nerviosa.
Mientras miraba el techo del lugar solo fuí consciente del momento en que Hansel se quitó bruscamente de mi lado, para luego sentir como alguien me rodeaba con sus piernas, dejándome a mí en medio de ellas, y luego su rostro se interpuso entre el techo y yo.

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Mil pedazos.
De TodoPromesas sin cumplir. Un profundo vacío. Un amor obligado a terminar. Lágrimas de dolor. Una hija por quién seguir. Y el alma en mil pedazos. Eso fué lo qué Damián dejó a Ámbar en el momento exacto en que su corazón dejó de latir. Él llegó a ella pa...