Mayo, 02
—¡Despierta!— chillo con premura.— ¡Despierta Damián, es tarde! — vuelve a ignorarme y con un brazo cubre sus ojos para seguir haciéndolo. Suelto aire y busco por el piso algo para cubrir mi cuerpo desnudo; tomo el albornoz rosa pálido y con rapidez me lo pongo. En un acto rápido recojo una de las almohadas del piso y la lanzo con fuerza a la cara del rubio.—Levantate.— ordeno cuando se quita la almohada y el brazo de la cara para mirarme con las cejas hundidas. — Ahora.
Sin quitar la expresión enojada de su cara se incorpora con pereza hasta quedar sentado sobre el colchón y bostezar. Camino apresurada hasta la mesita de noche a un lado suyo y enciendo la pantalla de mi celular conectado al cargador para mirar la hora y comprobar que estamos muy retrasados.
—Ve a ducharte,— ordeno nuevamente y en respuesta recibo un gruñido de impaciencia.— tienes que verte con el abogado a las ochos y falta muy poco para las siete y media, así que tienes menos de treinta minutos.— bloqueó el celular y lo dejo nuevamente sobre la mesita para luego girar sobre mis talones y empezar a caminar a la salida.— Damián, rápido,— digo al ver que no se pone de pie, lo cual significa que sólo está esperando a que yo salga para volver a tumbarse en la cama.— no eres el único que está retrasado; Mía debe estar en el colegio antes de las ocho treinta y yo debo ir a la empresa antes de pasar a los juzgados, por favor no me retrases más.
Me mira con enojo, pero finalmente y de mala gana se pone de pie. Toma una almohada y la avienta sobre el colchón con molestia antes de empezar a caminar hasta adentrarse al baño y cerrar la puerta de un portazo. Suspiro y niego mientras me doy la vuelta y retomo el camino hacia la habitación de mi hija.
No sé qué carajos sucedió conmigo anoche, pero sin dudas todo lo que hice fué una estupidez. Me deje llevar totalmente por las emociones y me olvidé de todo lo que fuera de este lugar existía, me enfoqué sólo en las dos personas que me acompañaban y en el hecho de qué más que nunca estábamos compartiendo un momento en familia, uno de los muy pocos que hemos compartido.
Después de nuestro primer encuentro sexual, la hora de cenar llegó y en compañía de nuestra hija ambos preparamos la cena, o bueno, él sólo traía lo que le pedía. Cenamos los tres juntos, jugamos y vimos películas hasta que la pequeña se durmió y nosotros venimos a la habitación a seguir con lo que previo a la cena, habíamos empezado, luego de eso no hicimos más que quedarnos dormidos abrazados el uno al otro.
Y no es que me arrepienta, en lo absoluto, con Damián uno nunca se arrepiente, pero realmente me siento como una estúpida, pues, se suponía que quería tiempo, se suponía que mi ruptura con Tristán no era para regresar con él, y ahora ni siquiera he roto con Tris cuando ya estoy durmiendo y teniendo sexo con el hombre con el que debía darme un tiempo hasta curarnos las heridas que nos hemos hecho.
Yo misma me contradigo con mis acciones; digo que haré algo y segundos después estoy haciendo lo contrario y cuando me doy cuenta ya ha sido demasiado tarde.
Suelto aire y entro a la habitación infantil para despertar a mi hija, de allí en adelante los siguientes veinticinco minutos se fueron en el baño, el uniforme, peinados, la mochila y sumado a eso los berrinches de la pequeña rubia por usar o llevar cosas totalmente diferentes a las que yo elegía para ella, mi mañana del miércoles resultó un total caos, más aún cuando resaltaba el hecho de que sólo faltaban cinco minutos para las ocho de la mañana y yo seguía igual a como desperté.
Pero gracias a Amelie, Mía podría llegar a tiempo al colegio.
—¿Y mi desayuno?—me pregunta mientras salgo de su habitación con ella y su mochila en las manos.

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Mil pedazos.
RastgelePromesas sin cumplir. Un profundo vacío. Un amor obligado a terminar. Lágrimas de dolor. Una hija por quién seguir. Y el alma en mil pedazos. Eso fué lo qué Damián dejó a Ámbar en el momento exacto en que su corazón dejó de latir. Él llegó a ella pa...