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Damián Webster.


Tan pronto como me mira entrar se estira sobre los brazos de su mamá y yo la recibo gustoso en los míos, se abraza con fuerzas a mí mientras su cuerpecito se estremece en mis brazos por los pequeños sollozos que abandonan su garganta. La abrazo, acaricio su cabecita y la consuelo, no me gusta que llore, detesto verla llorar.

Ámbar me mira mal, con el ceño fruncido y profundas ganas de envolver sus manitas en mi cuello y ahorcarme. Está celosa, la presencia de Violet en casa no le ha agradado ni un poco, pero que se joda, no me interasa lo que le agrade, la traidora es ella.

—Ya, amor— susurro a la niña para que deje de llorar, ella se separa un poco para mirarme— todo está bien, ya estoy aquí — le sonrío y limpio con el pulgar una de sus sonrojadas y húmedas mejillas.— Vamos a jugar— propongo sonriente y hago ademán de irme con ella a otro lugar dónde no haya traidoras cerca.

Pero su voz llorosa me detiene.

—¡No!— dice y la miro con confusión.

Miro a Ámbar con enojo, la niña estaba bien, le encantaba estar conmigo y sí ahora no quiere venir es por su culpa, de seguro le ha estado hablando mal de mí ¡Hija de puta!

—¿Como qué no, amor?— pregunto volviendo a mirar a mi bebé— Vamos a ver la Cenicienta, y también probaremos los dulces que he traído para tí ¿Por qué no quieres venir conmigo?— mira a su mamá unos segundos y entonces confirmo lo que pensé, la hija de puta la ha puesto en mi contra, ahora sí voy a matarla.

—Es que mami está triste— susurra bajando la mirada. Frunzo el ceño y miro a Ámbar ¿Y dónde carajos tiene la tristeza está arpía?— ¿Verdad mamá?— voltea a mirarla y cuando la niña la ve, la muy hija de puta deja de mirarme con ira para hacer un puchero y asentir.— Está triste porqué cree que yo no quiero estar con ella— paciencia, es la madre de mi hija, no puedo hacerle daño...— así que vamos a quedarnos con ella.

—¿Con ella?— hago una disimulada mueca de desagrado en dirección a la maldita mujer. Mi hija asiente con efusividad y se mueve entre mis brazos para que la deje en el piso.

Cuando hago lo que quiere ella toma mi mano y luego la de su madre y nos encamina a la cama.

—Veremos Cenicienta aquí.— ríe y suelta mi mano para palmear el lado derecho de la cama—Esté es tu lugar, acuéstate— ordena mirándome desde abajo, sin rechistar a lo que pide me acuesto en la orilla de la cama, pego mi espalda alta al espaldar para no quedar del todo extendido y dejo caer una de mis piernas fuera del colchón. La veo rodear la cama con la mano de su madre entre la suya y cuando llega al otro lado le pide que haga lo mismo.

Ella al igual que yo se acuesta en el otro extremo, la cama es king size por lo qué quedamos alejados. A diferencia de mí, ella queda extendida sobre la cama con una almohada bajo la cabeza. Mi bebé nos sonríe a ambos antes de empezar a correr hacia el televisor de la habitación, se sienta frente a él y empieza a buscar la película qué quiere que veamos.

Un silencio algo incómodo se extiende entre nosotros dos, ella no se voltea a mirarme, tiene la vista fija en el techo mientras una de sus piernas está tendida sobre la cama y el pie de la otra está puesto sobre el colchón de manera que su rodilla apunta hacia el techo, al mismo tiempo que se mueve sin mucho afán de un lado a otro. Sus piernas están al descubierto, lleva puesto un shorts de pijama blanco que me deja ver perfectamente sus nalgas al inicio de sus muslos.

Sus gruesas y tonificadas piernas me encanta, quiero apretar sus muslos con tantas fuerzas hasta que mis dedos queden marcados en su blanquecina y delicada piel. Quiero pasar la palma de mi mano por la piel expuesta de su abdomen, no lleva brasier por lo que sus pezones se marcan con claridad a través de la delicada tela de su camisa, quiero meterlos a mi boca, morderlos, chuparlos...

Mil pedazos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora