Abril, 06
La hora rodea las tres y treinta de la tarde, es sábado y necesito salir por aire fresco aunque sea un par de horas, es por ello que justo ahora estaba saliendo del baño para ir al armario y vestirme con ropa deportiva. Iría con Mía al parque que estaba a un par de cuadras cerca del edificio, yo a ejercitarme un poco, correr por dos horas me ayudaría a relajarme para volver a casa y terminar el trabajo que aún tengo pendiente. Mía me acompañaría porqué Carmen se iría en una hora al aeropuerto dónde estaría uno de los jets que la dejaría en la ciudad dónde ahora vive su amiga de toda la vida.
Había llamado a Amelie para qué nos acompañase junto a Noah, pero ella me dijo que su madre le marcó muy temprano y le pidió que la acompañara a visitar a una vieja amiga que vivía del otro lado de la ciudad, Lie no pudo negarse y tan pronto amaneció se fué con su bebé a casa de Amy.
—Hey, ¿qué haces aquí?— pregunto mirando a Mía de rodillas sobre el banco acolchonado de mi tocador.
—Estoy esperándote.— responde simple mientras coloca los labiales y perfumes en una fila por orden de tamaño.
Me quito el albornoz y la toalla en mi cabello, y mientras la veo sentarse en el mismo banco dónde estaba parada de rodillas me coloco la ropa interior.
—¿Y la abuelita?— pregunto creyendo que quizás se escapó de Carmen para venir aquí, pues conociendo a la sobreprotectora mujer, no la hubiera dejado venir sabiendo que yo aún estaba en el baño.
—Está abajo— responde sin mirarme, yo le doy la espalda y empiezo a buscar entre los closets un chándal deportivo y cómodo.— Su teléfono sonó con la canción de baby shark— dice con una pequeña risa, yo también río recordando el día que Mía le puso la canción como tono de llamada al teléfono de su abuelita, a Carmen no le gustaba mucho la canción pero la dejó sólo por complacer a la niña.— y dijo: ve a ver si mami ya está lista, pequeña— dice tratando de imitar la voz de Carmen.— y luego: ¿Estás bien, Helen?— tomé un chándal negro y me lo puse junto a un top deportivo del mismo color.— Yo no sé quién es Helen.
—Helen es...— me gire en su dirección y mis ojos enseguida recayeron en el pequeño cofrecito perleado sobre sus piernas. Mi corazón dió un vuelvo y reanudó su marcha velozmente.—¿Que haces?— pregunto sin ser brusca— No debes revisar mis cosas, te lo he dicho muchas veces— digo llegando hasta ella.
Pero de seguro ni siquiera me escuchó, pues no levantó su rostro para verme en ningún momento, su mirada estaba fija en lo que había dentro del pequeño cofre que debía estar dentro de una de las gavetas de mi tocador.
—¿Que son?— pregunta tomando con una manita dos de las cartas de cumpleaños.
Quería quitarle todo y volver a guardar las cosas en su lugar, pero lo único que soy capaz de hacer es pararme sobre mis rodillas frente a ella y mirar las cosas con la misma atención, como sí fuera la primera vez que las viera.
—Son tarjetas de cumpleaños— susurro con tranquilidad, sabiendo de antemano que ignora lo que en ellas esta escrito.
—¿De quién?— vuelve a preguntar.
—De Lie— respondo enseguida y ella asiente.
Deja nuevamente las tarjetas junto a las otras dentro del cofré, su dedito índice acaricia con cuidado la sortija de oro masculina y que junto a su dedo se ve enorme. Su ceño se frunce y abre sus mojados labios para preguntarme por ella pero de la nada los cierra cuando otra cosa llama la atención de sus ojos. Deja de tocar el anillo de matrimonio que perteneció a su padre y con el pulgar y el índice toma el dijen de la delicada cadenita masculina.

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Mil pedazos.
RandomPromesas sin cumplir. Un profundo vacío. Un amor obligado a terminar. Lágrimas de dolor. Una hija por quién seguir. Y el alma en mil pedazos. Eso fué lo qué Damián dejó a Ámbar en el momento exacto en que su corazón dejó de latir. Él llegó a ella pa...