CAPITULO 5

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A la mañana siguiente, los rayos de sol entraron por la ventana, haciendo que me moviera en la cama un par de veces antes de abrir los ojos. Parpadee un par de veces, viendo el techo color crema que no reconocí. Puse mala cara y me incorporé hasta quedar sentada en la cama. Miré a ambos lados de la cama y me encontré un reloj sobre una mesilla de noche. Eran las 8:55. Me eché las manos a la cabeza, recordándolo todo y que debía estar a las 9 en el salón real, que solo me quedaban cinco minutos y que llegaría tarde para comenzar con el entrenamiento como híbrida para poder ser una ayuda útil en la guerra que se avecinaba en el mundo demoniaco.

Me levanté a toda prisa de la cama, fui al baño para asearme y peinarme y salí de nuevo al vestidor para colocarme la armadura. Intenté ponerme la ropa interior debajo, pero vi que la armadura se pegaba demasiado al cuerpo y se llevaba por delante la ropa interior. Casi toda la lencería de ese armario era de encaje y la ropa era casi toda preciosa y de marca. Por suerte, todo era de mi talla y pensé que debía haber sido obra de Jessica, pero me sorprendió que acertase con mi estilo que era tan diferente al suyo. Aunque, en el mundo humano, yo no estaba acostumbrada ni a la lencería de encaje ni a la ropa de marca...

No quise perder más tiempo y salí de la habitación a toda prisa, recordando el camino que había hecho la noche anterior con Jessica con total claridad. Cuando llegué al último tramo de escaleras, vi que Ray me esperaba de pie y vestido con su uniforme militar. Ya le había visto la noche anterior con su uniforme, pero de día, bajo la luz del sol, parecía sentarle mucho mejor; al igual que la luz sobre su figura que no me dio la sensación de que tuviera delante a un fiero guerrero...

Me puse extrañamente nerviosa al verle y mi torpeza se acabo reflejando porque tropecé e iba directa al suelo, otra vez, como desde que había llegado al reino. Últimamente estaba siendo muy torpe y no hacía más que caerme o intentarlo. Por suerte, mi cuerpo cayó sobre una superficie cálida y dura que empecé a reconocer como el cuerpo de Ray. Ni siquiera era capaz de levantar la mirada porque estaba sonrojada a más no poder. De nuevo, me había caído y de nuevo, él lo había evitado. Me moría de vergüenza al pensar que por culpa de estas caídas, todos pensarían que era la mujer más torpe sobre el universo, cosa que yo también estaba empezando a pensar, ya que nunca había sido tan torpe como ahora...

-Me agrada que seas puntual, pero no es necesario que arriesgues tu vida –él bromeó-.

-Lo siento muchísimo, Ray... Es que me levanté tarde y no quería hacerte esperar –me disculpé mientras me levantaba-...

-No te preocupes por eso –se levantó tras de mí-.

-Bueno, vamos a entrenar –di un par de pasos, pero Ray me detuvo agarrándome del brazo con suavidad-.

-Tienes que desayunar –me pidió-.

-No, no quiero hacerte esperar –insistí-.

-Por ser el primer día, haremos una excepción y empezaremos un poco más tarde... Ve a desayunar –me señaló la puerta del salón real-.

-Lo haré solo si me acompañas –respondí en cambio-.

-Yo no puedo entrar ahí, solo si tengo que tratar algún tema de importancia con la reina –me frenó-.

-Estoy segura de que a Jessica no le importará que desayunes con nosotras, ya verás –le guiñé el ojo-.

Me adelanté al salón real sin dar tiempo a Ray a decir nada más. Llamé a la puerta y entré sin recibir respuesta. Vi que Jessica se encontraba desayunando en la cabecera de la mesa y que se encontraba sola. Al verme, Jessica me sonrió y me hizo un gesto para que la acompañara a desayunar, pero no avance. Jessica enarcó una ceja y se levantó hasta acercarse a mí.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora