CAPITULO 51

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Cuando me tranquilicé y dejé de llorar desconsoladamente entre los brazos de mi amiga, ella rellenó los documentos necesarios para darme el alta, documentos que requerían mi firma. Después de eso, ella me cedió unos vaqueros oscuros, una camiseta blanca y una chaqueta vaquera oscura para cambiarme el pijama del hospital por ropa normal y dejarme salir de allí. Aún no podía caminar muy allá, por lo que Jessica permitió que me agarrase a su brazo.

Al salir de la enfermería, vimos que todos mis amigos, las personas que amaba y habían estado preocupadas por mí, estaban allí. Kya y Yolanda se soltaron de los brazos de Will y Alfred para abalanzarse sobre mí y abrazarme entre llantos, lágrimas a las que me uní con alegría de volver a verlas, de recordarlas. Cuando ellas me dejaron espacio, me acerqué a Will y Alfred para abrazarles con fuerza. Dante y Judith también estaban allí, aunque ellos no se acercaban a pesar de mirarme con la preocupación pintada en sus rostros. Me acerqué a ellos, también para abrazarles y Dante sonrió porque se dio cuenta, aunque no habíamos dicho nada aún, que yo les recordaba. Me sorprendió no ver a Adam allí, aunque imaginé que no habría podido abandonar su hogar pero también sabía que él habría estado pendiente de todo. Jake solo inclinó su cabeza a modo de saludo, pero negué con la cabeza y me lancé a sus brazos para abrazarle. Fer y Ray también estaban allí y miraban mis muestras de cariño con cautela, sin comprender. Vi como Jessica se acercaba a Fer y le decía algo en su oído, haciendo que mi hermano asintiera mirándome con una sonrisa.

-Será mejor que nos marchemos y dejemos regresar a Silvia a su hogar, necesita descansar –propuso Jessica-.

Todos asintieron y se marcharon de allí. Jessica besó mi mejilla y me ayudó a sentarme en una silla que se encontraba en la sala de espera. Una vez solos, Ray se acuclilló frente a mí, llevando su mano a mi rostro que acarició con veneración.

-¿Va todo bien? –quiso saber-.

-Sí, pero me muero por volver a casa –confesé-.

-Vamos, te ayudaré –me ayudó a levantarme-.

-¿Podrías cargarme, por favor? -le pedí, de pie frente a él-.

-Por supuesto –asintió-.

Ray asintió y acercó su mano a mi cintura. Yo coloqué mis brazos alrededor de su cuello y él me cargó sin dificultad, encaminándonos hacia el exterior del castillo y posteriormente a nuestra hermosa casa, situada tan cerca de la playa y el castillo, un lugar estratégico para vivir. Me moría de ganas por decirle a Ray que lo había recordado todo, pero quería darle una sorpresa. Fue por eso que le pedí a Jessica que no dijese nada de mi recuperación de memoria frente a él, motivo por el cual, todos se habían sorprendido al recibir mis besos y abrazos. Aunque, Ray no era estúpido y él ya debía suponer lo que ocurría.

Al llegar a casa, Ray dudó qué dirección tomar, aún conmigo entre sus brazos. Pensar en la habitación aún me daba terror al recordar a David y además, no deseaba volver a tumbarme. Lo que necesitaba hacer era caminar un poco y prefería quedarme en el salón, la verdad. Ray, ajeno a mis propios pensamientos, comenzó a subir las escaleras en dirección a la habitación.

-Espera –le frené-.

-¿Qué ocurre? –nuestras miradas se encontraron-.

-No quiero volver a encerrarme en una habitación, necesito caminar y despejarme un poco –le pedí-.

-De acuerdo, te ayudaré –asintió-.

Ray volvió a dirigirse al salón y allí me sentó sobre el sofá. Nuestros rostros se quedaron muy cerca. Ray se relamió y se notaban sus ganas de besarme, pero cuadró la mandíbula y se apartó. O al menos, lo intentó porque yo no estaba dispuesta a que él se alejase ni un milímetro de mí, mucho menos, ahora que le recordaba de nuevo. Llevé mis manos a su cuello para acercarle a mí y besarle profundamente. Ray solo gimió, presa de la sorpresa al asaltar así sus labios, pero se dejó besar.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora