Tras aquella exhibición, los cuatro regresamos al interior de la fortaleza del reino licántropo. Iba enganchada del brazo de mi hermano que no hacía más que preguntarme sobre mis habilidades en la lucha y parecía realmente interesado en el tema, por lo que supuse que tarde o temprano, él también querría aprender a luchar y Ray era la persona indicada para enseñarle. Ray y Adam iban detrás de nosotros, pero ambos iban hablando en voz baja y secretamente e imaginé su tema de conversación. La presencia de Fer había sido una sorpresa para todos, incluso para mí. Sin embargo, la presencia de mi hermano allí me hacía sentir inquietud ante la idea de que algún demonio había atravesado el portal al mundo humano y se había atrevido a hacer daño a un grupo de humanos, grupo entre el que estaba mi hermano y sinceramente, me parecía mucha casualidad; pero todos nuestros enemigos habían muerto y no me cuadraba ninguna de mis inquietantes sospechas. Al llegar a la fortaleza, Adam se adelantó y le ofreció a Fer mostrarle su hogar. Fer asintió, besó mi mejilla y se soltó de mi brazo para acompañar a Adam. Mi amigo licántropo me guiñó un ojo y agradecí que me dejase un momento a solas con Ray, del que parecía haberse hecho buen amigo, algo que también me inquietaba porque ellos nunca habían tenido una buena relación; de hecho, Ray siempre había odiado a los licántropos.
-Tenemos que hablar, demos un paseo –Ray rompió el silencio, con una expresión solemne-.
Asentí y Ray me cogió de la mano recorriendo aquel bosque en dirección a la cabaña que Adam nos había ofrecido para nuestra escapada romántica. Suspiré resignada al pensar que nuestras vacaciones iban a terminar porque la presencia de Fer en el reino demoniaco era una situación grave y no podíamos dejarla pasar. Ni siquiera quería imaginarme conviviendo bajo el mismo techo con Ray y Fer, estaba segura de que Fer no se sentiría cómodo con la intimidad que yo compartía con Ray y la verdad es que yo me sentiría avergonzada si él descubriese ciertos aspectos de la vida, ya que hasta donde yo sabía, él jamás había tenido ninguna relación formal debido a su carácter tímido con los desconocidos. Otro suspiro escapó de mis labios y sentí la intensa mirada de Ray sobre mí, sabiendo que había llamado su atención, pero él no pronunció una sola palabra. Ray me abrió la puerta de la cabaña y me permitió entrar delante de él. Ray cerró la puerta a su espalda y se acercó hasta la cocina, agarró dos copas y una botella de vino y se dirigió al sofá donde yo me senté nada más llegar, sentándose a mi lado. Agarré la copa entre mis manos, ya llena de líquido rojizo, y esperé:
-Jamás creí que conocería a mi familia política y menos, en estas circunstancias... Además, creo que tendremos que cambiar nuestros planes y cancelar las vacaciones –Ray me dedicó una sonrisa débil-.
-Debemos regresar a casa con Fer y explicarle a Jessica todo lo que ha sucedido –asentí-...
-Y ponerle una solución –me recordó-.
-Eso es lo que me preocupa... No quiero que vuelvas a ninguna de esas misiones, no quiero perderte –confesé-...
-No te preocupes por eso, mi amor –besó mi coronilla-.
-Está bien –cedí antes de dar un sorbo al vino que bebí casi de trago-.
-El vino está delicioso, pero tú estás aún mejor –me guiñó el ojo-.
Me sonrojé ante aquellas palabras de Ray, que por su parte, solo bebió de un trago su copa, dejó el vaso sobre la mesa y posicionó su cuerpo sobre el mío en el sofá de aquel salón. Mi rubor aumentó aún más ante la tensión de aquella situación. A pesar de que la inquietud y el temor no parecían querer abandonar mi cuerpo, él parecía haberse dado cuenta y solo quería relajarme. Mordí mi labio al pensar en lo que podía desembocar todo aquello y tal vez, no era mala idea dejarme llevar dado el evidente deseo que sentía hacia Ray, una sensación que a pesar de pasar los años, tampoco me abandonaba.
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Amor y monstruos
Ficción GeneralMi nombre es Silvia y soy una adolescente con una vida monótona y aburrida...y así fue hasta que conocí a Jessica, una adolescente con un toque oscuro, nada popular y que extrañamente, me caía bien. Jamás imaginé que mi vida cambiaría tanto al cruz...