CAPITULO 13

27 0 0
                                    

Cuando desperté, me di cuenta de que mi cuerpo se había abrazado a Ray entre sueños. Él aún dormía y agarraba con fuerza mis brazos en torno a su cintura. Me sentí en las nubes, pero todo momento dulce tenía su amargo final. Ray se incorporó de repente, respirando agitadamente; con lo cual, nuestros cuerpos se separaron. Ray comenzó a mirar a su alrededor con desesperación, hasta que me encontró echa un ovillo en la cama a su lado, observándole. Ray se relajó un poco y apoyó su espalda sobre el cabecero de la cama.

-¿Va todo bien, Ray? –me incorporé hasta quedar sentada a su lado-.

-Sí, es solo que tuve un mal sueño –se defendió, mesándose el cabello-.

-Creí tener un sueño maravilloso pero cuando abrí los ojos, me di cuenta de que no fue un sueño... No sabes cuánto me alegra que estés aquí –me estiré con una sonrisa-.

Ray solo me miró, sin decir nada, hasta que sonrió y se levantó de la cama. Supe que si quería que él me viera como mujer, tenía que arriesgarme a seducirle. Me levanté tras él, que fue a la ventana a mirar el paisaje. Me mordí el labio, armándome de valor y le abracé por detrás. Se quedó muy quieto, casi sin respirar.

-No deberías hacer eso –habló finalmente-.

-¿Por qué? –acaricié sus abdominales-.

-Porque no soy de piedra –su voz era más ronca de lo habitual-.

-Yo tampoco –susurré-.

Ray se dio la vuelta. Seguía tan rígido, con una expresión inescrutable, que creí que le había molestado. No podía venirme abajo con el plan, a no ser que él me frenase. Ambos sabíamos que, a pesar de que aún había muchas cosas en el aire, como que la victoria aún no era de ningún bando o esa dichosa ley que impedía que los militares tuvieran una relación estable, había una conexión especial. Sinceramente, no me importaba nada de eso porque lo que yo sentía por él no iba a cambiar. Sabía que seis meses era mucho tiempo, quizá no el suficiente para enamorarse, pero tenía claro que lo que sentía por él era auténtico y sobre todo, sincero. Era mi primer amor y sabía reconocer que estos sentimientos eran nuevos.

Sin embargo, después de estar tan quieto y silencioso, me agarró de la cintura con uno de sus fuertes brazos y me dejó pegada a él; mientras que con su otro brazo, acariciaba mi cabello y mi rostro para finalmente acercarme a su rostro con la mano en la nuca y besarme. ¡Ray me estaba besando y no era cualquier beso, era mi primer beso! ¡El plan funcionaba! Fue un beso suave e inexperto, pero que se tornó apasionado y sensual. Solo fueron unos segundos que se hicieron eternos hasta que nos faltó el aire y tuvimos que separar nuestros labios, pero Ray no dejó de sujetarme de la cintura y tenerme pegada a su cuerpo.

No aguanté más su intensa mirada, me puse de puntillas, me agarré a sus hombros y en aquella ocasión, fui yo la que tomó la iniciativa y le besé con todas las ganas del mundo, a lo que él no dudo ni un momento en corresponder. Me sentía en las nubes y me gustó mucho más cuando él gimió sin despegar sus labios de los míos y abrió un poco sus labios para entrelazar nuestras lenguas en una danza exótica de la que yo no quería escapar. Mientras nos besábamos con esas ganas, sus manos bajaron de mi cintura a mi trasero, que apretó con ganas, pegándome aún más a su cuerpo y haciéndome gemir. Sin finalizar ese beso, llevé mis manos a su torso desnudo, analizando todos y cada uno de los detalles de su bien formado y trabajado cuerpo, sus hombros, sus pectorales, sus abdominales, su espalda... Era perfección en estado puro. Estar con él era mucho mejor de lo que me imaginaba, aunque no fuésemos expertos en el amor.

Me sentí hasta culpable de no estar en el campo de batalla ayudando a los demás y estar encerrada en mi habitación con Ray. Cuando la falta de aire nos obligo a separar nuestros labios, estuve a punto de decirle lo que me rondaba la mente, pero él volvió a acercarse a mis labios con una pasión desenfrenada. Llevé mis manos a su sedoso cabello oscuro y él me agarró del trasero para cogerme en brazos y poder cargarme, pegando mi cuerpo a la pared de la habitación y encerrándome entre la pared y su cuerpo, sin dejar de besarme. Llevé mis manos a sus hombros de nuevo e intenté seguir aquel ritmo de deseo desenfrenado que empezaba a hacer que un calor horrible circulase por mi sistema nervioso, calor que aumentó cuando se cansó de besar mis labios y empezó a besar mi cuello.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora