CAPITULO 38

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Los meses pasaron con velocidad y había llegado la Navidad. Nuestro pequeño Alexander estaba más que encantado con aquellas fechas tan señaladas que le encantaban. Me encontraba decorando la casa con adornos navideños con mi pequeñín, que estaba encantado decorando el árbol de navidad, cantando villancicos que había aprendido en la guardería y riendo sin parar. Desde que me liberé de las garras de Maru, la felicidad de mi pequeñín era una de mis prioridades, al igual que la de Ray, al que quería hacer feliz siempre, sobre todo en la intimidad de nuestra habitación, que ya se había vuelto más habitual.

Escuchamos que la puerta de casa se abría y Alex dejó lo que estaba haciendo para salir a recibir a Ray, que aquella tarde había tenido que ir al gremio a resolver un par de asuntos. Alex le echó los brazos a Ray que le cogió entre sus brazos con una sonrisa encantadora mientras besaba su mejilla. Alex le contó todo lo que estábamos haciendo en casa y tras pedirle que lo dejara de nuevo en el suelo, el niño fue a por una pandereta y empezó a cantar todos los villancicos que sabía. Ray le aplaudió y rió todas las gracias, uniéndose a nosotros para terminar de decorar la casa.

Después de eso, me retiré a hacer la cena mientras mis dos amores se habían quedado en el salón, viendo la televisión y riendo. Se me escapó una sonrisa tonta al darme cuenta de que estábamos en uno de nuestros mejores momentos como familia, una felicidad que no parecía acabar. Y es que, en aquellos meses, la vida en el reino demoníaco era más pacífica que nunca, ya que no había ningún enemigo a la vista, lo cual me aliviaba porque si Ray o yo misma estábamos en peligro podíamos solventarlo, pero no deseábamos que Alex sufriera ningún daño. Estaba tan concentrada en mis pensamientos, que cuando unos brazos rodearon mi cintura por detrás, salté como un resorte de donde estaba y me di la vuelta para encontrarme con Ray, que dejó mi cuerpo entre los fogones y su cuerpo. Miré tras él y vi que Alex estaba viendo una serie de dibujos animados y parecía muy concentrado. Volví a mirar a Ray, al que tenía delante con una sonrisa torcida, esa sonrisa que conseguía hacerme temblar de deseo.

-¿Puedo ayudarte en algo, mi vida? –se interesó-.

-No, ya está todo listo –me sonrojé-.

-Tengo una sorpresa para ti esta noche, preciosa –susurró en mi oído, antes de mordisquear mi oreja-.

Reí ante aquella actitud tan tímida por mi parte. Cuando Ray se separó un poco de mí para ayudarme, vi que Alexander nos observaba con atención desde el sofá.

-¿Por qué os queréis tanto? –nos pregunto-.

-Siempre nos hemos querido mucho, campeón –le explicó Ray mientras se acercaba a la mesa y colocaba los platos vacíos sobre ésta-.

-Me refería a... ¿Cómo os enamorasteis? –insistió él-.

-Acompañé a Jessica al reino demoníaco para ayudarla en una guerra entre demonios y papá me entrenó –resumí, sirviendo la comida sobre los platos-.

-Papá me ha hablado de esa guerra, dice que eres una gran guerrera –él se sentía orgulloso-.

-Eso dicen –le dediqué una sonrisa encantadora-.

-Mamá y yo pasábamos mucho tiempo juntos y al final, nos hicimos amigos pero... Con el tiempo, empecé a verla con otros ojos... Como sabes, mamá es muy guapa y tenía muchos pretendientes, así que me declaré sin saber si ella también me quería, pero me amaba –le contó Ray-.

-¿Y por qué le elegiste a él, mamá? –insistió Alex-.

-Porque papá siempre ha sido un hombre valiente, inteligente, divertido, cariñoso y muy guapo... así como tú –le revolví el pelo a Alex-.

-¡Sí, yo quiero ser como papá...!

Los tres reímos y empezamos a cenar entre risas. Después, me encargué de ayudar a dormir a Alexander y cuando durmió, salí con sigilo de su habitación para dirigirme a la mía. Al llegar a la habitación y cerrar la puerta, apoyé mi espalda sobre la puerta con los ojos cerrados, agotada tras el día que se había hecho largo y eterno. Abrí los ojos al sentir un delicioso aroma a fresas y lavanda. La habitación estaba llena de velas aromáticas y Ray me esperaba sentado en la cama, con su espalda apoyada sobre el cabecero y solo vistiendo su bóxer.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora