CAPITULO 41

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Tras aclarar lo sucedido con Ray, vivimos una de las noches más apasionadas que habíamos tenido en mucho tiempo. A la mañana siguiente, sus caricias volvieron a despertarme. Y una vez despierta, Ray empezó a hacerme cosquillas haciéndome reír sin parar. Ambos volvimos a mirarnos y él volvió a posicionarse sobre mí con una sonrisa torcida, parecía insaciable. Sus labios atraparon los míos, con él sobre mi cuerpo, buscando cómo entrar en mi interior. Al hacerlo, gemí encantada al notarle completamente en mi interior y cuando llevó sus manos por encima de mi cabeza, empezó a moverse con dureza y creí que tocaría el cielo.

-¿Me amas, general? –le pregunté, sacándole de su ensoñación-.

-Con toda mi alma, preciosa... ¿Y tú a mí? –sus movimientos no hacían más que aumentar haciendo subir la temperatura-.

-Te amo con locura –sonreí-.

-Está siendo una buena celebración, ¿verdad? –empezó a moverse en círculos, aún dentro de mí-.

-Y eso que ya ha pasado tu cumpleaños –alcé las caderas-.

-Aún así, tengo que demostrarte mi amor siempre –aumentó sus embestidas con cada palabra-.

-Siempre lo haces.

Los gemidos y jadeos volvieron a inundar la habitación hasta que el clímax nos alcanzó. Después de eso, tras descansar un rato, fuimos a la ducha para asearnos, ya que al ver la hora y conociendo la impaciencia de los niños, debíamos reunirnos cuanto antes con ellos para intercambiar los regalos. Al llegar al salón, vimos que todos se encontraban allí y que las sábanas se nos habían vuelto a pegar. Ray me llevaba cogida de la mano y él ya me había asegurado previamente que no pensaba dejar que me alejase de él ni un milímetro. Vi que al vernos tan juntos, Adam nos miró con mala cara y odié aquella situación. Sin embargo, la única que no estaba por allí era Sarah. Cuando intercambiamos los regalos con los niños, disfrutando de su alegría, nos sentamos a desayunar y fue en ese momento en el que apareció Sarah, que se sentó junto a Ray, dejándole sentado entre ella y yo. Sarah nos saludó y comenzó a servirse el desayuno, que saboreó en silencio. Adam seguía mirándonos con atención y por supuesto, Ray se dio cuenta y estalló:

-¿Se puede saber qué estás mirando, licántropo?

-Me sorprende ver que habéis resuelto vuestras diferencias, sobre todo, porque anoche Silvia hubiera estado a punto de abandonarte –añadió Adam con crueldad-.

-¿Qué estás diciendo, Adam? ¡Eso no es cierto! –le rebatí-.

-¿No ves que lo único que sabe hacer es disfrutarte en su cama a pesar de que te hiere? –estalló Adam-.

-De lo que voy a disfrutar es de partirte la cara... ¡Vamos fuera! –le provocó Ray-.

-Ray, por favor –le pedí-...

-¡Me encantaría partirte la cara solo para resarcir a Silvia por todo el daño que le estás haciendo! –siguió Adam-.

-¡Siento que te mueras de envidia porque ella está conmigo! –le recordó Ray-

-Tal vez si no existieras, ella me habría elegido a mí y te aseguro que la haría muy feliz porque hacer lo que tú haces, sabemos todos –Adam se relamió al mirarme-.

-Salgamos de dudas... ¿Es cierto lo que dice el imbécil este? –me pregunto Ray-.

-¿Podéis dejar de discutir, por favor? –les pedí-.

-¡Contesta a su pregunta! –insistió Adam-.

-¿Desde cuándo tengo que responder algo tan obvio? ¿Con quién me he casado, con quién he formado mi familia? Adam, si no eres capaz de asumirlo, será mejor que dejemos de tratarnos –estallé-.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora