CAPITULO 4

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El camino de la colina al pueblo era realmente largo. Durante gran parte del camino, observaba todos y cada uno de los detalles a nuestro paso. Aunque era de noche y en la oscuridad las cosas no se veían en toda su plenitud, tenían buen aspecto. Me prometí a mí misma dar un paseo por el pueblo cuando llegara el día. Aquello, me ayudó a distraerme gran parte del camino y no pensar en el hombre que me llevaba junto a él subida a aquel imponente caballo negro.

Ray era el máximo general de aquel ejército, el segundo al mando tras Jessica. Aunque nadie me hubiera dicho que era militar, se notaba en la perfección de su cuerpo, un cuerpo cálido y duro. Jamás había conocido a un hombre tan apuesto. Aunque siempre había amado a David y me había parecido guapo, se quedaba a la altura del betún al lado de Ray. Recordaba aquel sueño con ambos, donde los dos me besaban y donde el único que me levantaba mariposas en el estómago era aquel desconocido al que ya le había puesto nombre.

Un bache en el camino hizo que el caballo saltase con rotundidad y aquello me distrajo de mis pensamientos, haciendo que además me tambaleara del asiento y sintiendo como Ray me agarraba con fuerza y me pegaba a su cuerpo, agarrándome de la cintura. Le miré y me ruboricé, a lo que él me sonrió con una preciosa sonrisa torcida:

-¿Hace cuanto tiempo eres amiga de Jessica? –Ray rompió el silencio-.

-No hace mucho tiempo, solo tres meses –le expliqué-.

-Bueno, a veces las cosas breves son las más intensas –me guiñó el ojo-.

-Tal vez... ¿Y tú, desde cuando eres militar? –Quise saber-.

-La mayoría de los hombres aprendemos el arte de la lucha, pero no todos consiguen llegar al ejército. Afortunadamente para mí, siempre fui un buen estudiante y gracias a mis méritos, conseguí el puesto –me explicó-.

-¿Cuántos años tienes, entonces? –empecé a pensar que era mucho más mayor que yo-.

-¿Cuántos años crees que tengo? –Preguntó en cambio-.

-Más de veinte, seguro –tanteé-...

-Tengo 25 en edad humana, pero en edad demoníaca es otro número. Tienes que multiplicar tu edad por cien y tendrás tu edad demoníaca –me explicó-.

-Entonces, ¿25 en edad humana y 250 en edad demoníaca? –quise asegurarme-.

-Exacto... ¿Y tú? –Quiso saber-.

-No se le pregunta la edad a una chica –bromeé-.

-Tú también me has preguntado y ahora tengo curiosidad por conocer tu edad y si quieres, más adelante, conocer algo más de ti –sugirió-.

-En el mundo humano, tengo 17 años... Aquí, imagino que 170 –me reí-.

-Parecías más mayor –tanteó-.

-¿Me estás llamando vieja? –Puse mala cara-.

-Tú me llamaste pervertido –me guiñó el ojo-.

-Eso fue un malentendido –me sentí culpable, de nuevo-.

-Era una broma, tranquila –me revolvió el cabello-.

-Pues me gustaría saber por qué parezco más mayor –insistí-...

-Pareces más mujer que cualquier otra chica de tu edad –me miró de arriba abajo-.

-¿Eso es algo bueno o malo? –Dudé, ante su mirada-.

-Eso depende de cómo se mire, pero para mí, es algo bueno –me volvió a guiñar el ojo-.

-Chicos, ya hemos llegado.

No esperé volver a escuchar la voz de Jessica tan pronto, ahora que me había animado a hablar un poco más con Ray y darme cuenta de que no era tan cretino como su aspecto físico podía deducir. La mayoría de los chicos como él, eran realmente idiotas, sobre todo, si les ayudaba un buen físico.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora