CAPITULO 36

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Después de aquel incidente con Maru, Dante tiró de mí hacia la habitación de la que minutos antes había salido y me encerró por fuera, impidiéndome salir, sin saber que pasaría muchísimos meses encerrada en aquella habitación a la que Dante solo entraría cada día con una bandeja de comida para mí...

Como cada día, la rabia creció en mi interior al darme cuenta de que mi estancia en aquel lugar sería más larga de lo que imaginé. Me acerqué al baño para lavar mi cara, necesitaba sentir el frescor del agua en mi rostro. Al salir del baño, volví a observar la habitación, buscando un resquicio por el que escapar, pero la habitación estaba en la planta superior y aunque saltase por la ventana, era posible que cayera en la zanja y lo pasara mal, además de que no recordaba nada de mi vida anterior y no sabía donde tendría que ir. Sin embargo, Judith sí me conocía de antes y sabía todo lo que yo desconocía; aunque no creía que Maru la dejase acercarse a mí de nuevo y yo esperaba que ella pudiese escapar para avisar a mi verdadera familia, que seguramente, estaban preocupados.

Volví a la cama y me tumbé mirando al techo, recopilando la información que había obtenido de Maru. Él aseguraba que yo era la mujer de su enemigo y por lo que comentó Judith, tenía también un hijo. Lamenté no recordar nada y me rebané los sesos pensando en cómo sería mi vida anterior y si ellos me rescatarían pronto, porque no estaba dispuesta a sacrificarme el resto de mi vida por culpa de un hombre que me repugnaba tanto como Maru.

Me pasé las manos por los ojos, pero me di cuenta de que en uno de mis dedos llevaba dos anillos. Me senté sobre la cama y retiré el anillo de su lugar en busca de alguna inscripción que confirmase alguna cosa de mi vida anterior. Y efectivamente, encontré mi nombre unido al de Ray, el nombre que le había escuchado decir a Maru anteriormente, el nombre de su enemigo y el que se supone que era mi marido. Me pregunté porque estaban enemistados y si él era una buena persona porque debía haberle elegido por alguna razón.

Suspiré resignada porque odiaba sentirme tan perdida, ya que me gustaba tenerlo todo bajo control y por culpa de un par de locos, me encontraba en esa situación. Volví a colocar el anillo sobre mi dedo y me tumbé en la cama, rezando porque no demorasen en encontrarme y pudieran ayudarme a recuperarme...

Sin embargo, lo que no tardó en suceder fue que la puerta de la habitación volvió a abrirse. Me levanté de la cama como un resorte, enfrentando a la persona que acababa de entrar, que era Maru y me miraba con furia mal contenida. Me enfrentaba con la mirada y respiraba con dificultad. Ante su silencio, me di la vuelta; pero él se abalanzó sobre mí y caí en la cama con su cuerpo sobre el mío, donde su miembro erecto rozaba mi trasero. Intenté retorcerme y escapar de allí, pero solo conseguí que él me diese la vuelta, quedando sobre mí y demasiado cerca de mi rostro, para mi gusto...

-¿Qué estás haciendo? –me revolví-.

-Dijiste que te sacrificarías por tu querida amiga Judith –me recordó-.

-Ya conseguiste un beso y no tendrás nada más –me indigné-.

-He pensado que deseo algo más de ti –se relamió-.

-¡Esto sí que no...! –me revolví, sin poder escapar-.

-No me mosquees, rubita –llevó sus labios a mi cuello-.

-¡Quiero ver a Judith, quiero asegurarme que está bien...! –le frené-.

-Tendrás tiempo de sobra cuando seas mía –llevó sus manos a mis pechos que apretó con fuerza-.

-¡Me estás haciendo daño...suéltame! –la desesperación hablaba por mí-.

Estaba desesperada y asqueada ante ese contacto y aunque intentaba escapar, me era imposible. Así que, con todo el dolor de mi corazón, cerré los ojos y estaba a punto de rendirme, cuando dejé de sentir el peso de Maru sobre mi cuerpo. Abrí los ojos y vi que Dante acababa de enfrentar a su amigo. No lo entendí, ya que si yo estaba en aquella situación tan sacrificada con Maru era por culpa de Dante.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora