CAPITULO 30

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Apoyé mi frente sobre la puerta de la habitación, aún dándole la espalda a Ray. Estaba furiosa por la encerrona que Jessica había planeado, pero debía reconocer que ahora que Ray sabía la verdad, estaba deseando echarle en cara todo lo que había ocurrido, sobre todo, las cosas tan crueles que había sido capaz de decirme, cosas que quizá no pensaba, pero que me habían hecho sentir la peor de la mujeres, que me había dañado en lo más profundo de mi corazón y me había causado una herida de la que no sé si sería capaz de reponerme solo por tener una conversación con él. Le amaba, pero no se lo iba a poner tan fácil. Él había sido cruel conmigo hacia tan solo unas horas y él iba a recibir el mismo trato porque de alguna forma tenía que desfogarme.

Me di la vuelta, enfrentándole con la mirada. Él vestía su uniforme militar y observé que tenía algunas marcas rojizas y amoratadas en el rostro, un rostro que parecía compungido por la tristeza. Recordé lo que Jessica me había dicho hacia un momento sobre que Jake y él habían discutido, haciéndome creer que había sido una discusión verbal, pero al parecer, también se habían golpeado. Su hermoso y sedoso cabello se había pegado a su frente, dejando ver que había hecho una buena carrera para llegar al reino licántropo, un lugar que él debía odiar con toda su alma debido a lo que él sentía por los licántropos. Y el resto de su cuerpo era perfección en estado puro, una perfección que a pesar de mi cabreo, me hacía temblar. Odiaba que mi cuerpo reaccionase así al verle, al no tener capacidad de autocontrol al verle.

-Hola –su voz inundó la estancia con fuerza-.

-¿De qué quieres hablar, general? –le pregunte con dureza, una dureza fingida pero que parecía real a causa de mi voz ronca por el llanto-.

-Nunca me ha gustado que me digas así, ¿crees que podrías llamarme Ray, como siempre? –me pidió-.

-¿Qué quieres? ¿No has tenido bastante con todo el daño que me has hecho? ¿O te ha faltado algo por decir? –insistí-.

-No quiero discutir –me advirtió-.

-¡Pues a mí me apetece discutir! –le reté-.

-¡Pues discutiremos lo que haga falta hasta que me escuches! –asintió-.

Abandoné la seguridad de la puerta para acercarme a la ventana, ignorándole al pasar por su lado. Le di la espalda, fingiendo ver el paisaje. En realidad, estaba pensando cómo continuar esta fachada de mujer cruel cuando en el fondo me moría de ganas de lanzarme a sus brazos. Ray se posicionó a mi lado, mirando en la dirección de mi visualización y se le escapó una sonrisa débil.

-El paisaje exterior no es tan interesante como la belleza que está a mi lado, una belleza que espero que pueda escucharme y disculparme por ser tan idiota.

Le miré y vi que sus ojos me buscaban. Ray había visto el video de seguridad de la biblioteca, de eso estaba segura. Y ahora, él sabía que yo siempre había sido sincera y debía sentirse fatal al descubrir el engaño de Ken que él se había empeñado en creer. Pero yo también me sentía mal al recordar todas sus dudas y todas las cosas que había dicho, cosas que realmente no sabía si él pensaba. Dejé de mirarle y me di la vuelta para sentarme en la cama. Desde la ventana, Ray me miraba, pero no se acercó y su voz volvió a inundar la habitación con fuerza:

-Lo siento mucho, Silvia –se disculpó-.

-¿Por qué te estás disculpando exactamente? –le enfrenté-.

-Por haber dudado de ti, por haberte dicho que me pareces una mujer interesada y manipuladora, por haberte dicho que te odiaba, por culparte de mis despistes y por haberte hecho daño... Porque no pienso nada de eso –me resumió-.

-¿Y qué piensas de mí realmente? –tanteé-.

-Pienso que eres la mujer más bonita y especial que he conocido, la mujer de mi vida, la única mujer a la que yo podría amar por culpa de esa sonrisa tan maravillosa, esos hermosos ojos azules, ese precioso cabello, esa piel tan sedosa y suave y esa pasión que se esconde y bulle en tu interior... Eso es lo que pienso de ti y lo pensaré siempre, igual que mi amor por ti, que será eterno –confesó-.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora