CAPITULO 35

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Cuando mis ojos volvieron a abrirse, sabía que me encontraba tumbada sobre una cómoda y mullida superficie que reconocí como una cama. Me incorporé poco a poco hasta quedar sentada sobre el respaldo de la cama y me estiré para destensar los huesos. La cama en la que me encontraba era una cama con doseles, sábanas de seda y linos blancos entre doseles. Puse mala cara al no reconocer el lugar. Decidí levantarme de la cama y recorrer la habitación para intentar ubicarme. A los pies de la cama, se encontraba un amplio ventanal cubierto por unas cortinas oscuras. Llevé mi mano a las cortinas -dándome cuenta de que en mi mano lucían orgullosamente dos anillos- y las abrí, observando la amplitud de un bosque a mis pies. Y en ese momento, la puerta de la habitación se abrió. Al girarme, me encontré a un hombre con buen cuerpo, piel bronceada, cabello y ojos oscuros. Él se quedó apoyado sobre el marco de la puerta y me miraba con atención, pero no le reconocí.

-Buenos días, preciosa –me saludó-.

-Hola –respondí su saludo, jugueteando con el filo del vestido que llevaba-.

-¿Cómo te encuentras? –se interesó-.

-No lo sé... Estoy desorientada –llevé mi mano a la cabeza, que me dolía muchísimo-...

-No te preocupes, es normal que te sientas así... Es uno de los efectos secundarios de tu medicación –asintió-.

-¿Medicación? –fruncí el ceño-.

-Has estado gravemente enferma, mi amor –dio un par de pasos hacia mí-.

-¿Enferma? ¿Mi amor? –dudé-.

-Hace unos meses, ibas a darme un hijo porque eres mi esposa y estamos enamorados... Pero, se coló un traidor en nuestro hogar y te envenenó, haciéndote perder al bebé... El veneno no desaparecía de tu cuerpo y te hizo estar muy enferma... Estaba desesperado ante la idea de perderte a ti también, pero finalmente, encontramos un medicamento que te ayudó a resistir el veneno que no abandonaba tu cuerpo; y de hecho, tendrás que tomar esos medicamentos de por vida, pero uno de los efectos secundarios es la pérdida de memoria temporal, algo que no debe preocuparte porque te ayudaré a recordar nuestra vida, poco a poco –me explicó-.

Miré a aquel hombre de arriba abajo. Era un hombre muy atractivo, pero había algo en él... Algo oscuro, algo que no me gustaba y me hacía querer salir huyendo de allí. Él aseguraba que era mi esposo, el hombre al que yo debía amar con locura si había unido mi vida a la suya, pero no le recordaba. Es más, ni siquiera recordaba que había estado enferma y que debía estar tomando medicamentos de por vida porque yo siempre había sido una persona fuerte. Intenté hacer memoria y cerré los ojos. Solo me vino a la cabeza la imagen de mis padres, mi hermano y mi perro jugando en la playa en el mundo humano. Y solo me vino a la cabeza que yo no era solamente una humana, sino que también tenía parte de demonio en mi naturaleza, era una híbrida... y no sabía que estaba haciendo allí. Al abrir los ojos, vi que ese hombre había avanzado todos los pasos que le separaban de mí y se había colocado frente a mí.

-No recuerdo nada de lo que me estás diciendo... ¡Ni siquiera sé cómo te llamas y se supone que eres mi marido...! –dudé-.

-No te preocupes por nada, de verdad... Superaremos esto y seremos tan felices como antes, Silvia –colocó sus manos sobre mis hombros, haciéndome temblar y no de placer precisamente-.

-¿Cómo te llamas? –quise saber-.

-Maru –inclinó la cabeza-...

-¿Y cómo he acabado aquí? Solo recuerdo que soy una híbrida que vivía en el mundo humano –le conté-...

-Hasta que llegó la gran guerra entre demonios y se reclamó tu presencia en el reino demoníaco... Acudiste rauda a la llamada y te convertiste en un elemento fundamental, siendo una gran guerrera –me explicó-.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora