CAPITULO 46

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Tras una apasionada noche de sexo incontenible, el sueño me había vencido y a pesar de que el sol entraba en nuestra habitación, fui incapaz de moverme. Mis ojos se abrieron, recibiendo un nuevo día. Pero, en aquella ocasión, no estaba dispuesta a salir de la cama. A fin de cuentas, estaba de vacaciones y no tenía nada más que hacer, solo descansar y disfrutar de la compañía de Ray. Como siempre, mis brazos se habían agarrado a su cintura y él dormía plácidamente a mi lado. Aparté mis brazos de su cuerpo para estirarme y destensar los huesos, como hacía cada mañana al despertar. Y fue en mitad de ese movimiento que noté cómo Ray abría los ojos poco a poco y enfocaba su mirada en mí, dedicándome una sonrisa torcida. Correspondí su saludo con una sonrisa y una idea malévola pasó por mi mente. Odiaba dejarme llevar por el deseo que él despertaba en mí con esa facilidad, pero me apetecía repetir lo de la noche anterior o incluso, mejorarlo. Así que, me deslicé por la cama hasta llegar a su excitadísimo miembro, tal como lo encontraba cada mañana y jugué con mis labios y mi lengua, provocándole unos adorables gemidos masculinos mientras él colocaba sus brazos tras la cabeza y disfrutaba la experiencia. Cuando sentí su miembro duro y más palpitante que nunca, mis labios abandonaron su miembro y me senté a horcajadas sobre él para hacerle el amor con sensualidad mientras sus manos me agarraban con firmeza de las caderas.

-Me encanta despertar así por las mañanas –confesó él entre gemidos-.

-Me alegra escucharlo –empecé a moverme en círculos sin dejar que su miembro saliera de mi interior-.

-Te quiero, fierecilla –llevó una de sus manos a mi rostro para acariciarlo-.

-Yo también te quiero –empecé a moverme con ganas hasta que ambos llegamos al clímax-.

-No sé lo que has hecho conmigo, pero llevo casi seis años siendo un adicto a tu cuerpo y a tu amor –Ray me pegó a su cuerpo, ya tumbados en la cama de nuevo-.

-¿Es verdad que llevas deseándome desde que nos vimos en la colina la primera vez? –besé su cuello-.

-La verdad es que ese día, cuando te registré, hubiera deseado no soltarte nunca, pero ya sabes que siempre he sido un hombre correcto –se colocó sobre mí-.

-No siempre –bromeé-.

-¿No siempre? –enarcó una ceja mientras jugaba con su lengua en mis pechos-.

-Cuando me rescataste de las garras de David en mitad de la batalla no fuiste muy correcto e intentaste hacerme tuya sin ser tu pareja –le recordé-.

-Y si no hubiera sido por la interrupción, te habría hecho mía –reconoció mientras apretaba mis pechos con firmeza-.

-¿Hubieras incumplido las normas? ¡Tú, el hombre respetuoso de la ley! –le tomé el pelo-.

-¿Qué no hubiese hecho por ti, mi deseable guerrera? –sus dedos buscaban mi interior para enloquecerme-.

No pude contenerme ante sus palabras y ante el placer que estaba sintiendo con sus caricias. Gemí encantada y Ray gruñó antes de entrar en mi interior con su miembro más que excitado para comenzar a moverse con seguridad y firmeza, sin delicadeza y con toda la pasión de la que fue capaz. Llevé mis manos a sus hombros, alzando las caderas para buscar acercarme más a él y sentir más placer. Ray gimió con voz ronca, excitándome aún más, mientras sus embestidas aumentaban de ritmo e intensidad. Cerré mis piernas en torno a su cuerpo, atrapando su miembro en mi interior y no estaba dispuesta a dejarle escapar, aunque él tampoco parecía dispuesto a salir, de hecho, volvió a gemir y empezó a hacerme suya con más fuerza y posesión. Los demonios eran muy territoriales, eso ya lo había aprendido a la fuerza; además de pasionales y amores para toda la vida. Y entonces, ocurrió algo que jamás había ocurrido entre nosotros. Junto a su miembro, sentí que entraba algo más, con una textura diferente. Llevé mi mirada hacia el lugar donde nuestros cuerpos se unían, pensando que habría unido sus dedos a su miembro, pero me di cuenta de que él estaba completamente pegado a mí, lo que me hizo darme cuenta de que no solo su miembro había entrado en mi interior. Él salía y entraba con toda la fuerza de su virilidad, sorprendiéndome ante el hecho de que en aquella ocasión, también sus testículos entrasen en aquel juego. Mordí mi labio, intentando no gemir como una loca. Sin embargo, Ray alzó la mirada para encontrarse con la mía y sus labios atraparon los míos con pasión. Y en sus labios, no pude evitar gemir con ganas mientras él me besaba, excitándole aún más mientras todo él entraba en mi interior, volviéndome loca de placer.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora