CAPITULO 48

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Al regresar al interior del castillo, guié a Fer hasta la habitación que compartiríamos junto a Alex hasta que Ray y los demás regresasen de la misión. Fer tenía muchas dudas y nada más entrar en la habitación, nos sentamos sobre la cama y él empezó a lanzar preguntas al aire que respondí pacientemente. Me preguntó cosas sobre la diferencia entre ser híbrido o humano, sobre el reino, sobre el ejército, sobre mis amigos y sobre mi familia. Sorprendentemente, Fer se lo tomó todo muy bien, incluso el hecho de que Nick era hijo de Ray y que hacía poco tiempo que lo descubrimos.

Fer siempre había sido una persona tolerante, pero me estaba demostrando que era valiente y tenía más fuerza interior de la que pensaba. Ya me lo estaba imaginando como un miembro más del ejército demoniaco después de sus entrenamientos, con un cuerpo bien entrenado y vistiendo de armadura, pero por otro lado y como hermana mayor que era, me preocupaba que pudiera sufrir algún daño, casi tanto como me preocupaba que Ray pudiese resultar herido de alguna de esas misiones. Fer estaba sorprendido ante la vida tan interesante que le narraba desde mi llegada y temía que él decidiese quedarse viviendo aventuras porque si teníamos algún nuevo enemigo, no era conveniente que él se quedase cerca.

Tras un buen rato de charla, alguien llamó a la puerta de mi habitación. Judith traía en brazos a Alex, dormido. Le di las gracias y acosté a Alex en la cama, que nada más tumbarse en la cama, se abrazó a la almohada. Fer le observaba casi con adoración y me di cuenta de que Fer quería muchísimo a su sobrino, lo que me alegraba enormemente. Y supe que aquel era un buen momento para salir de la habitación y buscar algo de ropa para Fer, a la vez que intentaba averiguar si había alguna novedad. Al salir de la habitación hice un hechizo de protección en la habitación, solo por si acaso. Avise a Jess de que iría a casa a buscar algo de ropa para Fer, además de preguntarle si había alguna novedad, pero no se sabía nada. Ella envió a uno de sus hombres a acompañarme, solo para cubrirse las espaldas por si ocurría algo, aunque iba más que preparada para evitar un ataque.

Al llegar a casa, subí a mi habitación y abrí el vestidor, comprobando que algunas de las prendas de Ray llevaban mucho tiempo sin usarse y supuse que no le importaría que le cediese algo a Fer, que aunque no le estuviera bien, necesitaba ropa. Saqué una bolsa con ropa, tanto de Ray como mía y de Alex. Llevaba una gran bolsa cargada de ropa y entonces, se escuchó un estruendo ensordecedor y me temí lo peor.

Me asomé a la ventana, pero no vi nada. Sin embargo, tenía una extraña sensación. Abandoné la seguridad de la habitación para bajar al salón, donde vi cómo el soldado que me había acompañado estaba fuera de juego, ya que le habían golpeado la cabeza y estaba tirado en el suelo, por suerte, sin ninguna herida preocupante. Me agaché a su lado e intenté despertarle, pero era en vano. Miré a mi alrededor, sabiendo que aquel fuerte estruendo no lo había provocado un hombre al desmayarse, ya que los guerreros solo caían de esa forma tan tremenda al suelo cuando alguien les dejaba fuera de combate. Me levanté del suelo y entonces, me pareció ver un fantasma. David, el hombre al que alguna vez había creído amar, se encontraba en mi casa, delante de mí. Puse mala cara al verle, ya que por lo que sabía, Ray se había encargado de él en la gran guerra.

-David...

-¿Te alegras de verme, preciosa? –me dedicó una sonrisa cruel-.

-Deberías estar muerto –dudé-...

-Es verdad, de hecho, lo estaba –dio un par de pasos, acercándose a mí-.

-No lo entiendo –me aparté de él un par de pasos-...

-Por desgracia para ti, tengo una familia numerosa y estamos muy unidos. Entre mis familiares, hay una bruja. Mi prima Lilian formaba parte de mi séquito y tenía la orden de traerme de vuelta al mundo de los vivos si algo salía mal, por eso estoy aquí –me explicó-.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora