CAPITULO 25

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Los días comenzaron a pasar y así se nos echó la semana encima. Yo me encontraba algo mejor aunque había querido aprovechar la semana para pasarla con Ray y disfrutar con él antes de que le dieran el alta definitiva y volviera a la rutina, pero nada de intimidad, tal y como nos indicaban las instrucciones médicas.

Aquella mañana en la que todo volvía a la normalidad, unos besos en mi cuello me despertaron. Al abrir los ojos, vi que Ray me abrazaba por detrás y besaba mi cuello con cariño. Me encogí, muerta de risa, ya que su incipiente barba rozaba mi piel y me hacía cosquillas. Desde que había vuelto de su mala experiencia, capturado por Josh, se había quitado la barba, pero siempre había algún resto. La barba le sentaba bien, pero también le hacía verse más mayor y no le apetecía sentirse tan viejo a mi lado, eso me decía siempre. Ray me dio la vuelta y se colocó sobre mí mientras seguía besando mi cuello y jugaba a hacerme cosquillas en el costado.

En ese momento, llamaron a la puerta. Ray detuvo sus juegos y frunció el ceño antes de levantarse y dirigirse a la puerta de la habitación, de la que salió unos minutos antes de volver a entrar. Le vi aún vestido con sus pantalones de chándal oscuros y una camiseta blanca de manga corta. No podría entender cómo podía dormir tan ligero de ropa con el frío que hacía en pleno mes de febrero.

-¿Vuelta a la rutina? –le miré con picardía, aún tumbada en la cama-.

-Me temo que sí –volvió a tumbarse a mi lado-.

-No pareces contento –observé-.

-No me apetece volver a la rutina –resopló-.

-¿Por qué? –reí-.

-Porque preferiría quedarme contigo el resto del día –se tumbó sobre mí, antes de besarme con pasión-.

-Sería un plan perfecto, pero hay que volver a la normalidad –le recordé-.

-¿Qué harás el resto del día? –besó mi nariz y se levantó para cambiarse de ropa-.

-Ayudaré a Jessica con los preparativos de su boda, solo quedan cuatro meses y debe estar desesperada –reí-.

-Habrá una boda por aquí, qué sorpresa –se encogió de hombros-.

-¿No me digas que no te lo esperabas? –dudé-.

-Podría haber más de un evento así, ¿no crees? –me sonrió con dulzura-.

-No estoy segura –me encogí de hombros-.

-¿Me acompañas a desayunar antes de volver a la rutina? –me pidió-.

-Sí, voy a cambiarme –me estiré en la cama antes de levantarme-.

Me aseé y me cambié de ropa. Ray y yo bajamos al salón real cogidos de la mano y tras saludar a nuestros amigos Jessica, Jake, Will y Kya, desayunamos. Cuando pusieron la comida frente a mí, algo me bloqueó. Hacía una semana que me había acostumbrado a comer en la habitación tras el incidente con Susan, solo comidas que me preparaba Ray. Él, al darse cuenta de mis temores, me apretó la mano con un gesto cariñoso y probó un bocado de mi comida. Me guiñó el ojo antes de acercarse a mi oído y susurrar:

-Todo está en orden; pero si no comes, tendré que comerte a ti –susurró con voz ronca-.

Asentí ruborizada y comencé a probar la comida de mi plato. Ray se relajó a mi lado y desayunó inmerso en sus pensamientos. Y en ese momento, Alfred apareció en la sala con Yolanda. Todos dirigimos nuestra mirada a la puerta, sorprendidos con aquella aparición. Yolanda miró al suelo, sin saber qué decir.

-Buenos días, espero que no os incomode nuestra presencia –estalló Alfred-.

-No, en absoluto –Jessica les invito a entrar-.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora