CAPITULO 26

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Pasamos el resto de la mañana terminando de organizarlo todo para la fiesta de aquella noche y también algunos detalles de la futura boda de Jessica, evento que teníamos más que controlado. Jessica y Kya se mostraban muy amables con Yolanda y aunque yo también lo intentaba, me costaba mucho más al recordar el final de nuestra amistad por una traición y sus supuestos sentimientos en el pasado por Ray que me ponían de los nervios. No tenía ningún motivo para ponerme celosa, pero si alguna mujer se acercaba a Ray, no podría contenerme.

Me encontraba en el salón real, mirando el paisaje. El cielo comenzaba a nublarse y temí que comenzase a llover. Justo en el momento en el que las gotas de lluvia comenzaban a caer, no pude evitar sonreír al recordar la primera vez que a Ray y a mí nos pilló un chaparrón, cerca de su casa. Aquellos días estaba mucho más melancólica y todos mis pensamientos me llevaban a él, al hombre que amaba con locura.

-¿Va todo bien, Silvia? –Yolanda interrumpió mis pensamientos-.

-Sí, no te preocupes –no le presté mucha atención-.

-Nunca te han gustado los días lluviosos y ahora sonríes ante días así –me recordó-...

-Los días lluviosos tienen un nuevo significado para mí –me encogí de hombros-.

-Imagino que todo se reduce a una persona –murmuró-.

-¿Recuerdas cuando me decías que no existía el amor verdadero? Creo que ambas hemos descubierto todo lo contrario, ¿no? –le hice ver-.

-Jamás creí que llegaría a encontrar el verdadero amor... Y mucho menos, en Alfred... Siempre ha sido atractivo, pero nunca reparé en él –confesó-...

-La fama militar no le precedía, ¿no? –enarqué una ceja-.

-Ray siempre ha sido un hombre deseado, pero has conseguido que él solo tenga ojos para ti... Y no te ofendas por lo que te digo, pero eres una mujer afortunada... Además, parece que él es sincero y te ama con locura... Y me alegro mucho por vosotros... Eres una buena mujer y te mereces un hombre como él, alguien que te haga feliz casi sin esfuerzo –soltó-.

-¿Realmente ya no sientes nada por Ray? –insistí-.

-Creí que le amaba, pero ahora sé que solamente me dejé deslumbrar y quise justificar en su rechazo mi horrible forma de ser... Pero, igual que ahora disfrutas de días lluviosos cuando antes los odiabas; yo he conocido la felicidad y no deseo cambiarla por nada del mundo... Sé que debemos trabajar mucho para retomar nuestra amistad, pero me esforzaré para que vuelvas a quererme como antes –confesó-.

-No sabes cuánto me alegra escuchar eso y espero que tú también seas muy feliz con Alfred, es un buen hombre y se lo merece –le sonreí-.

-Sin duda –aceptó-.

En aquel momento, la puerta del salón real se abrió y entraron los chicos, por suerte, nada empapados. Cada uno se dirigió a su respectiva chica para saludarla. Cuando Alfred y Ray llegaron a mi lado, se sorprendieron al verme tan cercana a Yolanda de nuevo. Yolanda corrió hacia Alfred para saludarle y rápidamente salieron de la sala. Ray me sonrió con una sonrisa encantadora y el cuerpo me tembló al recordar lo que hacía un rato había pasado entre nosotros. Ray me abrazó y me hizo temblar con su cercanía:

-La idea de saber que no llevas ropa interior lleva volviéndome loco desde que regresé a entrenar y estoy deseando repetir –susurró-.

-Ray –le reñí, entre risas-...

-¿Qué le estás diciendo a mi amiga? ¡Mírala, está como un tomate! –rió Jessica, en la distancia-.

-Solo bromea –mentí-.

Amor y monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora