Tras hablar con Yolanda, la pareja de Alfred, una relación que nos sorprendió sobremanera a todos y quedarme a solas tras todo el lío que se formó, el relajante que me inyectó Jessica comenzó a hacer efecto. Lo último que recuerdo de aquel horroroso día era que Ray estaba a mi lado, a pesar de que habíamos perdido nuestro bebé. Estaba segura de que pronto aparecería el culpable y podría respirar tranquila. Cerré los ojos y la oscuridad me arrastró.
Cuando volví a abrir los ojos, reconocí el techo de color crema de mi habitación. Tal vez, al quedarme dormida en la enfermería, Jessica decidió darme el alta y permitir volver a la habitación, donde Ray me traería. Miré a ambos lados de la cama, pero no le encontré a pesar de que la luz de aquella mañana de febrero entraba con ganas en la habitación. Me incorporé con cuidado, apoyando la espalda en el cabecero de la cama, y miré a mí alrededor. Ray se encontraba sentado en el sofá y tenía una bandeja repleta de comida y variedad de bebidas delante de él, además de que había un jarrón en el centro de la mesa con un hermoso ramo de flores que él se encontraba mimando al detalle. Sonreí al recordar lo detallista que podía llegar a ser, incluso olvidé todo lo que sentí ayer al discutir.
Ray levantó la mirada y al verme despierta, dejó lo que estaba haciendo y se acercó hasta mí. Se sentó en la cama y acarició mi cabello con dulzura, riendo al ver mi aspecto que debía de ser una maraña de pelo. Sonreí con debilidad mientras intentaba alisar mi cabello y peinarlo un poco con los dedos. Él volvió a dedicarme una sonrisa antes de colocar sus manos a ambos lados de mi rostro y besarme con una sensualidad que sentí que las mariposas revoloteaban por mi estómago.
-Buenos días, mi amor –me saludó tras besarme, pero sin apartarse de mí-.
-Buenos días, general –me ruboricé-.
-¿Cómo te encuentras hoy? –se interesó-.
-Solo estoy un poco triste, pero se pasará –reconocí-.
-No voy a permitir que estés triste nunca más –me prometió-.
-¿A qué se debe ese despliegue para desayunar? –señalé la mesa-.
-Me apetecía prepararte el desayuno –se encogió de hombros-.
-Muchas gracias –besé su mejilla-.
Ray asintió y se levantó de la cama en dirección a la mesa, donde cogió la bandeja y la colocó sobre la cama, entre los dos. Observé mejor el contenido de aquella bandeja. Había varios platos con tostadas de aceite y tomate y una variedad de bollería industrial, casi toda con chocolate; además de un par de cafés y zumos de naranja. En otras circunstancias, tras lo ocurrido el día anterior, no hubiera confiado en comer o beber nada, pero recordé que Ray había concretado que me había preparado el desayuno y en él, podía confiar. Miré a Ray mientras cogía un café y se lo bebía de sorbo. No tenía buen aspecto, ya que bajo sus ojos había unos cercos oscuros.
-¿No has dormido nada, verdad? –llamé su atención-.
-He pasado noches peores –le quitó importancia-.
-Ray, el tiempo lo pondrá todo en su lugar. Aún te estás recuperando y yo estaré bien –le hice ver-.
-No podía dormir, tenía muchas cosas en la cabeza –reconoció-.
-¿Puedo pedirte un favor, Ray? –le pedí-.
-Claro –asintió-.
-Nos costará mucho superar esto, pero no quiero que eso cambie nuestra relación. Necesito que no hablemos de lo sucedido una vez que descubramos al culpable y continuemos con nuestra vida, como si nada –le pedí-.
-Si es lo que necesitas, cuenta con ello. Mi única prioridad, como ya te dije una vez, es hacerte feliz –me recordó-.
-Por cierto, cuando desayunemos deberíamos dar un paseo. Nos vendrá bien a los dos –le propuse, al recordar parte de su recuperación-.
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Amor y monstruos
Ficción GeneralMi nombre es Silvia y soy una adolescente con una vida monótona y aburrida...y así fue hasta que conocí a Jessica, una adolescente con un toque oscuro, nada popular y que extrañamente, me caía bien. Jamás imaginé que mi vida cambiaría tanto al cruz...